2- Que no se enteren

12 3 0
                                    

Me levanté a las siete cómo dijo mi padre.

Me di una ducha rápida y me vestí cómo de normal lo suelo hacer. Pantalones ajustados negros y largos, una camiseta blanca y ancha, una chaqueta negra y unas botas con tacón negras. También me hice un moño un poco suelto, quería tener un rato el pelo recogido.

–Buenos días–. Le dije a la cocinera. Me preparé un café y salí al comedor con el café en una mano y galletas en la otra. Me senté y saludé a mi padre.

–Bueno, seré directo. No quiero que sepan que eres mi hija, por miedo a que te traten diferente. Así que te he puesto los apellidos al revés, también en el carné.

–Entonces, ¿soy Emma Hamilton Morrins?– Él asintió afirmando con su cabeza. –¿Quién me llevará a clases?

–Hoy yo, con el coche blindado, para que no me vean y para que sepas por donde es el camino y mañana ya irás tú y también te recojo–. Comí una galleta. –Y termina ya, que me arrepentiré de llevarte–. Bromeó. Terminé de desayunar y cogí mi mochila ya con todo preparado.

Salimos de casa y delante había un hermoso coche negro. Papá cogió las llaves y cerró la casa, entró en el coche y yo detrás de él, en el asiento del medio, dejando mi mochila negra con forma de bolso a mi derecha.

–Estamos llegando–. Me informó mi padre. Me puse la capucha de la chaqueta. Aparcó delante de la puerta haciendo que un grupo de alumnos se dispersara para que él pudiera parar. William acaparó la atención de la mayoría de los estudiantes porque estaban fuera esperando a que abrieran las puertas. –Buena suerte tu primer día–. Me sonrió. Quité mi cinturón y le sonreí de vuelta. Cogí la mochila después de despedirme de Will y salí por la derecha, el lado contrario del instituto, cerrando tras de mí. Toda la atención de la gente se fue a parar a mí, el coche se fue. Era normal, las chicas nuevas llaman la atención aunque sean unos segundos. Me deshice del moño y luego me quité la capucha. Saqué mi horario de la mochila y di media vuelta para entrar al instituto, caminé hasta que ya estuve dentro.

El instituto tiene tres pisos más la planta baja. Los estudiantes suben las escaleras que hay a los extremos del edificio.
Yo seguí recto el pasillo sin subir, a mi izquierda había un enorme comedor; a mi derecha la sala de profesores, seguí caminando, había una puerta grande, entré y habían cuatro puertas: sala de reflexión, jefa de estudios, psicología y despacho directora, salí de allí, al lado estaba secretaría y al otro lado —enfrente— conserjería, y enfrente un hall con dos bancos uno a cada lado y una puerta, la entrada y salida de los profesores.

Volví a mirar el horario, me tocaba matemáticas en la clase 310. Fui a secretaría y pregunté dónde se encontraba.

Subí hasta la tercera plata —sin contar la planta baja— y me paré en la tercera puerta. Cerré mi mano en un puño y toqué varias veces la puerta, la abrí interrumpiendo al profesor.

–Lo siento, es que soy nueva y tuve que buscar secretaría–. Cerré la puerta y me acerqué al profesor.

–Soy el profesor Winston. Presentase ante la clase–. Dejó una hoja escrita en su mesa —seguramente con lo que haríamos en este tema.

–Hola a todos, soy Emma Hamilton.

–Señorita Hamilton, cuéntenos a todos algo sobre ti.

–Tengo diecisiete años, me he mudado desde California donde vivía con mi madre desde que tenía un año, anteriormente estaba también con mi padre viviendo aquí pero se separaron y mi madre y yo nos fuimos a vivir con mis abuelos que murieron hará ya siete años.

–¿Cómo se llaman tus padres?– Puto profesor entrometido. Pensé, estaba empezando a enfadarme con sus puñeteras preguntas.

–William y Helena.

Buscando Lo Bueno #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora