Primera bala: El fallo

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Llevaba dos horas apostada en el tejado de aquel edificio completamente quieta. Comenzaban a dormírseme las piernas pero la paciencia era parte de mi trabajo. Observaba por la mira telescópica del fusil de francotirador que tenía entre las manos, aguadando a que apareciese mi objetivo.

Marco Lansky, veintiocho años, líder del grupo Lansky desde que muriese su padre hace nueve años. De cara al público eran una empresa de construcción con filiales en todo el país. En las sombras traficaban con drogas y estaba imputado de tres asesinatos. Otra vez, una cuantiosa suma de dinero hizo que el juez olvidara el caso por falta de pruebas pero ahí era donde entrábamos nosotros.

Observé la foto que tenía sujeta a un fajo de documentos a mi lado. Rubio, ojos verdes, metro noventa de estatura y complexión atlética. No estaba mal para ser un mafioso asesino. Lansky me observaba desde la imagen con una expresión seductora. Esperé unos minutos comenzando a impacientarme.

Llevaba un mes entero siguiéndole la pista a ese capullo. Sabía a qué hora se despertaba por las mañanas, qué desayunaba, cuándo salía del trabajo y con quién se acostaba por las noches. Lo sabía todo de él. No por nada el Presidente me encargaba siempre los trabajos más difíciles. Después de estudiar sus movimientos había decido que la forma más simple de hacer el trabajo era esperar a que su BMV negro doblase la esquina de la Gran Avenida, en dirección a su reunión semanal de los viernes a mediodía. Aquello estaba atestado de gente y el tráfico era horrible por lo que podría esconderme fácilmente y salir de allí sin dejar rastro.

A pesar de que los objetivos de la Fundación eran conseguir un mundo más seguro, evidentemente nuestros métodos estaban fuera de la legalidad. Para la policía no éramos distintos de los asesinos a los que matábamos por lo que debíamos andarnos siempre con cuidado.

Comenzaba a ponerme nerviosa, mi objetivo debía de haber pasado por mi punto de mira hacía casi media hora. ¿Había cometido algún error? Hoy le había vigilado como de costumbre hasta hacía solo dos horas. Todo parecía normal. Nada había cambiado. Me incorporé un poco moviendo las piernas para desentumecerlas. Estaba enfadada. Debería de haber terminado con esto hoy. Ya iba a marcharme cuando el BMV de Lansky apareció al final de la calle. Me coloqué en posición de tiro de nuevo  y apunté. “Mierda, casi se me escapa” pensé irritada. Justo cuando iba a doblar la esquina apreté el gatillo. La bala atravesó la ventanilla trasera del coche que paró en seco paralizando el tráfico. Sonreí segura de que había acertado. Sin embargo, Lansky salió del asiento trasero ileso y escotado por dos gorilas enormes. Uno de ellos sacó algo del bolsillo de su chaqueta. Me agaché a tiempo y la bala impactó contra el tejado. Estaba tan sorprendida que casi no esquivo la segunda que me rozó el hombro dejando un dolor punzante a su paso. Recogí el rifle y salí corriendo. No sólo había fallado si no que me habían descubierto. ¿Cómo demonios ha pasado esto? Afortunadamente ya había trazado varias rutas de escape. Salté al tejado del edificio vecino y bajé por la escalera de incendios, aunque los guardaespaldas de Lansky me persiguiesen ya estaba demasiado lejos. Había desmontado el fusil por el camino y lo llevaba guardado en una funda de guitarra. Para cualquier persona que me viese ahora, sólo era una adolescente que volvía de su clase de música. Caminé fastidiada hasta la parada del autobús, intentando parar la hemorragia de mi hombro con un pañuelo. Afortunadamente sólo me había rozado y la herida no era profunda. Me subí al primer autobús que pasó y bajé frente a un enorme rascacielos, pulsé el botón de la última planta y esperé. Cuando se abrieron las puertas me encontraba en las oficinas centrales de uno de los bancos más importantes de país.

-Quiero ver al Presidente- le dije a la chica de la recepción.

-Oh, eso es imposible- me dijo hablándome como si fuese tonta- ¿Eres su hija o algo?

Ocho balasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora