Sexta bala: La traición

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Comencé buscando información en internet sobre los asesinatos. Era imposible que nadie supiese nada de ninguno. Aunque no se mencionaba ninguna relación entre ellos, localicé varios en los medios, salían como ajustes de cuentas o accidentes domésticos pero yo sabía que eran las víctimas de Bonney. Aunque era un poco arriesgado, me puse en contacto con un par de jefes de la mafia fingiendo ser aún la secretaria de Lansky, la mayoría no quiso hablar conmigo pero uno de los amigos de Gotti que había oído hablar de mí, me prometió enviarme una lista de las víctimas de su grupo.

Estaba un poco paranoica, mientras desayunaba en el restaurante del hotel no dejaba de mirar a todas partes como si Bonney o Lansky fueran a aparecer de pronto de alguna parte. Me había inscrito con un nombre falso y me había teñido el pelo y encargado ropa nueva por internet. Así al menos les resultaría más difícil encontrarme. El Presidente ya debía saber que no había vuelto a mi piso anoche y por la desconfianza con la que me trató ayer estaba bastante segura de que sabía que estaba tramando algo. Tampoco podía dejar que llegase a oídos de mi maestro que estaba indagando sobre los asesinatos o me sería imposible cazarlo y si Marco me encontraba… bueno entonces sí que estaría en problemas. No se me ocurría que más excusas podía ponerle y cuando supiese la verdad sobre mí posiblemente me acabaría odiando por mentirle de esa manera. En fin, que debía pasar lo más desapercibida posible si no quería que mi plan se fuese al traste.

Después del desayuno seguí buscando en internet hasta que un empleado del hotel me avisó de que tenía una visita. Le miré tensa y me indicó que me estaban esperando abajo en el bar. ¿Sería Marco? Aunque le pedí al chico que me describiese a la persona que me esperaba no logré averiguar quién era.

-Ah sí, me dijo que le avisase de que no tenía nada que ver con ellos- me dijo antes de marcharse.

-¿Con quiénes?

El chico se encogió de hombros y salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí. ¿Debería ir a ver? Podía ser peligroso, de hecho casi seguro que lo era, pero también podía ser una pista. Finalmente decidí acercarme. Metí la pistola en el bolsillo por si acaso y bajé al bar nerviosa. Quien encontré allí era casi la última persona en la que habría pensado.

-¿Charlie? ¿Qué haces aquí? ¿Cómo me has encontrado? ¿Y qué quieres decir con eso de que no tienes nada que ver con ellos? ¿Has dejado la Fundación?

Charlie me miró alterado.

-Baja la voz y cálmate, no puedo estar mucho tiempo. Sólo te diré una cosa, no sé qué demonios pretendes pero no va a salir bien, el Presidente sabe que quieres actuar por tu cuenta, eso es traición ¿Sabes lo que te pasará si lo haces?

-Lo sé- respondí seria.

Charlie suspiró.

-Está bien-dijo escogiendo con cuidado las palabras- digamos que ha llegado a mis oídos una información.

-¿Qué información?

-Ese asesino que buscas, no sé si es Bonney o no, pero su siguiente objetivo es Lansky.

Yo me quedé helada. Iba a pasar lo que más temía.

-¿Por qué me lo cuentas?- le pregunté intentando calmar mis nervios.

-Como despedida- dijo Charlie mientras se levantaba- Y también para avisarte. Si vas a ayudar a Lansky estás fuera de la Fundación. Elige bien de qué bando quieres estar.

Se marchó sin decirme nada más y me dejó sentada sola en la barra. Aun que intenté evitarlo, las lágrimas comenzaron a correr por mi rostro. ¿Cómo demonios iba a hacer esto? No sabía dónde ni cuándo atacarían a Lansky, ni qué hacer para protegerle. Posiblemente acabaría muerta, y si lo conseguía y sobrevivía ¿Qué iba a ser de mí? Aunque ya sospechaba que la Fundación me perseguiría si ayudaba a Marco, oírlo de Charlie lo había hecho más real. Tendría que buscarme la vida desde cero y en algún lugar lo suficientemente lejano como para que no me encontrasen.

Ocho balasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora