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Este día ha estado demasiado atareado, al menos para mí. Tuve que hacer varias tareas y buscar a la mayoría de profesores para entregarles mi cuaderno; cada uno de su respectiva materia, estuve en tres exámenes. Tuve aseo, fuí dos veces a la tienda, pedí prestado algo de dinero... Mi cabeza duele demasiado.

Actualmente son las siete de la tarde. La hora en la que suelo ir a caminar por las calles; afortunadamente mañana es sábado, así que puedo quedarme más tiempo fuera de casa.

Antes de irme saco una pastilla para el dolor y me la tomo con algo de agua, me cambio los zapatos y me cepillo los dientes. Bajo las escaleras y me despido de Joseph, mi abuelo.

—Si ligas a alguien me lo dices —bromeó.

Yare yare, Gigi, sabes que no soy de ligar —le sonreí levemente y abrí la puerta.

—Antes de irte... —tomó una sombrilla y me la lanzó, a lo cual la atrapé —. Por si llueve.

—Gracias —le dije, luego me fuí, cerrando la entrada.

Apenas caminado unos segundos, sentí una gran ráfaga de aire jugar con mis cabello y recorrer todo mi cuerpo. El frío... Es una de mis cosas favoritas.
Seguí mi rumbo a donde sea que me quiera el destino, suelo ir a un parque cercano, pero por hoy quiero tomar otra ruta y descubrir más lugares.

Camino y camino y observo las casas, el cielo, la acera, jardines y luces. Escucho los insectos, música de varias tiendas, carros pasando. Todo demasiado calmante; con una cierta estética.
Me senté en una banca de madera vieja color blanco, supongo que ya tiene su tiempo, al menos no rechina.

Suspiro y siento una gota caer en mi cabeza, luego otra, otra... Estaba lloviendo.

Le agradezco a Gigi por haberme recomendado llevar algo con qué cubrirme, abro la sombrilla y la sostengo con mi mano derecha y meto la que está libre en el bolsillo de mi chaqueta.

—Vaya llovizna, ¿No? —dijo una voz masculina.

—Sí, pero su sonido es relajante —le respondí fríamente y por educación.

Ví como la persona se sentaba a mi lado, traía una chaqueta amarilla y debajo de ella un suéter negro, pantalones ámbar y botas del mismo color. Parece que le gusta bastante el amarillo; su cabello también es rubio, sus ojos son rojos y trae un paraguas negro.

—También me gusta —sonrió, noté unas ligeras cicatrices alrededor de su cuello—. Espero no te moleste que me siente aquí.

—No, descuida —suspiré, fue inesperada su llegada, realmente pensaba estar solo y reflexionar un poco.

—¿Sabías que el olor que emite la lluvia se llama petricor? —ah, que buen tema de conversación.

—No lo sabía —dije—. Suena lindo.

—Lindo como tus ojos —le miré con algo de impresión.

¿Acaba de darme un cumplido?

Sentí un leve calor en las mejillas, no suelo recibir este tipo de alagos por parte de los hombres, ¿Y si el tipo tiene malas intenciones?

—¿E-eh...?

—Haha, estaba bromeando.

—Idiota.

—Hey, ¿No te enseñaron a respetar a los mayores?

Yare yare, sí, pero no a los mayores desconocidos —reí internamente.

Like coffee with milk •Diojota•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora