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—¿Qué cuentas que no sean números? —me preguntó Kakyoin.

—Nada, a parte de haber conocido un vampiro aparentemente metrosexual —le sonreí levemente.

—Qué interesante —se sentó en un sillón de la sala y puso una mano en su mentón—. Cuéntame más.

—Da igual si no me crees —usé la frase de Dio.

—Jamás dije que no te creyera, si existe el hamon y los stands, ¿Cómo no existirían los vampiros?

—Eso no lo discuto —solté una pequeña risa.

Le conté con algo de detalle su apariencia y como me trató la otra noche, su sonrisa, como su mera presencia le daba un toque lindo al ambiente.

—¡Jotaro está enamorado! —se burló.

—¡No estoy enamorado! Solo hice una nueva amistad ayer, es todo... —bajé mi gorra un poco, para que me cubra el leve sonrojo que tengo en la cara.

—Como lo describes te hace parecer eso, pillo.

Yare yare daze, no me atrae la gente mayor.

—Te falta un año nomás para ser legal, no te preocupes —me miró con perversión —. Además, se nota en tu cara que quieres darle su buen rero rero rero.

—¡K-kak! —algo que no me gusta es ese sonido que hace, y eso que no está lamiendo una cereza en este momento.

—Y... ¿Cuántos años tiene?

—120.

—Uy, se pasó se legal —se quitó la mano del mentón y me pidió que me siente a su lado, lo cual hice—. Podría ser tu abuelo.

—Tiene un cuerpo parecido al de Gigi, pero se vé muy jóven —volteo la mirada para otro lado.

—¿Le viste el paquete?

—Si estuviésemos en WhatsApp, te dejaría en visto.

—Estaba bromeando, no te creas —soltó una risa.

A veces Kakyoin me jode un poco la vida con sus bromas, pero sin embargo lo quiero mucho y aprecio su amistad.

—Me dió un papel con su número, ¿Qué crees que signifique?

—Uno: que podrías gustarle y dos: que solo quiere entablar amistad, aún que aumenta la posibilidad de la primera si te dió el número al final de la conversación.

—Oh, vaya... Bueno, lo hizo

—¿¡Si lo hizo!? —se rió, pero esta vez un poco más fuerte.

—Dame un respiro.

—Deberías agregarlo —se limpió una lágrima del rostro.

—No lo sé...

—¿Qué podría pasar?

Dio:

—Kira, de verdad, no he podido dejar de pensar en él.

—Ay yayay, tigre, ¿Andas muy despierto o qué?

—Es solo que... Hay algo en su persona que me atrae.

—¿Su culito? —le golpeé el hombro con fuerza—. ¡Tranquilo!

—No soy un pervertido.

—Ni tú mismo te crees eso, Brando.

Solté un gruñido y miré al suelo, segundos después sentí mi muslo vibrar.

Like coffee with milk •Diojota•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora