Introducción.

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Por fin estoy muriendo. No más dolor. Sin ellos en este mundo no queda nada que me importe.

Aunque muy en el fondo esperaba que siguieran vivos.

O que hubieran tenido un final rápido e indoloro, madre tierra, eran sólo niños, pequeños e inocentes.

Y les fallé.

—Despierta—escuchó en la espesa negrura de la inconsciencia. Era una voz femenina, debía tratarse de un ser divino destinado a llevársela y...—¡Alguien despierte a esta ramera!

¿Qué demo...?

Una gran cantidad de agua helada cayó sobre Maeda regresándola a la realidad en un golpe brutal que la hizo jadear. Volvió a sentir dolor, hambre, frío, mucho cansancio, el olor a orina sobre ella. Arrugó los parpados al sentir la mejilla aplastada contra el mugriento suelo del calabozo, y a sus músculos entumecidos. La paja se le pegaba en la piel.

Maldición—pensó tragándose un gruñido—¿No puedo morirme y ya?

Abrió los ojos. Plantada frente a ella había una señora de cabellos canosos, porte orgulloso, vestido pomposo y mirada asqueada. Detrás de esta vio a dos ancianos soldados, también mirándola a través de la poca luz que entraba por el tragaluz del calabozo.

La Reina de Sorin, la nación natal de Maeda.

No, ahora es la Reina de nada.

—Allá arriba, media ciudad ha sido masacrada, todos hemos corrido por nuestras vidas por dos días, y me encuentro con que la huérfana sucia y degenerada que me humilló ha persistido en mantenerse respirando a pesar de todo lo que le han hecho; ¿Qué tienen los mugrientos que soportan tanto?

En un gruñido Maeda cerró los ojos, lamentándose por no poder golpearla.

—Es gracias a usted—masculló con odio pues hablar despertaba el dolor de su carne—majestad, si no me hubiera hospedado en su calabozo estaría muerta como todos los demás...

Con mis hermanos.

Maeda fue encerrada allí la noche previa al ataque a la ciudad por parte de una nación enemiga. A un nivel bajo tierra pudo escuchar los gritos y la destrucción que aún la hacían querer vomitar, no dudaba que fueron derrotados, que las calles eran ahora rojas.

—Te estoy hablando, miserable, no me ignores.

Por órdenes de la Reina, los guardias la habían reducido con brutales palizas a algo más bajo que el estiércol, en un solo día. Ahora que también era el final para ellos, Maeda hablaría con la libertad que nunca se permitió.

—Béseme el trasero.

Cuando los soldados se lanzaron a golpearla, la Reina los detuvo, y eso... eso no le gustó nadita.

Dorittya fue quién ordenó su encierro, sus torturas; si habían atacado y derrotado al Reino, ¡¿Qué hacía allí la mismísima consorte real?! Hablar y proteger a la paria que más detestaba era incoherente.

Entonces un sollozo de la vieja Reina la hizo mirarla. Dorittya intentaba contener el llanto, confundiéndola más.

—No tengo ninguna alegría en venir aquí, a humillarme ante la amante de mi esposo, y tú... tú...—una de sus damas salió de la penumbra para abrazar a la Reina, mirando mal a Maeda, que sinceramente, estaba más perdida que furiosa.

—La señora ha pasado por mucho, deja de provocar más discordia.

Maeda fue torturada un día entero y no probaba bocado hacía tres, sumado a eso su menstruación había hecho aparición después de que le dislocaran el hombro, ¡Tenía las piernas y el camisón manchados de su propia sangre seca y nueva!

Podían llevarse sus reproches al cementerio, ¡No iba a tener compasión con nadie! ¡Maldición! ¡Tenía el meñique izquierdo roto!

—Pobre alma—murmuró con la garganta seca.

Apenas la Reina Dorittya recuperó la compostura, se acomodó los collares de oro en el cuello, mirando al frente orgullosamente.

—Mi hija está muerta; merecía más estar en este mundo que tú, pero se ha ido y en el peor momento—las lágrimas corrían por sus mejillas regordetas—han doblegado nuestro ejército y a la corona, ya todos esperábamos el fin, pero esta carnicería ha sido pospuesta... porque el monstruo se ha aburrido...

—¿Cómo? ¿Qué?—pestañeó intentando entender a través del dolor—¿Quién?

Dorittya mantuvo la frente en alto, amargada.

—Para hacer interesante esto, para torturarnos, Haakon Torfa nos ha obligado a participar en su juego—la voz se le quebró—quiere conocer a la Princesa porque según él, tal vez, ver el rostro hermoso del tesoro de nuestra nación puede hacerlo cambiar de idea.

Hermoso.

A la primogénita de Sorin la llamaban Princesa asno. Era un insulto... ¡El pobre asno no merecía tanta grosería!

—Lo que pasará, Maeda—su nombre en la boca de esa mujer la estremeció—es que reemplazarás a mi hija y distraerás a ese hombre asqueroso mientras los inocentes que pueden escapan, o de lo contrario, haré que corten las gargantas a tus niños.

Antes de que la nombrada pudiera siquiera entenderlo, la Reina se hizo a un lado y un tercer soldado se abrió camino con violencia ya que empujaba dos cuerpos pequeños y atados con sogas, que lanzó justo al frente de Maeda, quien soltó un chillido de alivio, espanto y desazón.

Atados y llorando, Suré y Drea, sus hermanitos mellizos, se arrastraron hacia ella, que encadenada y golpeada, empezó a llorar de la felicidad al verlos bien.

¡¿Bien?!—se reprochó de golpe—¡Idiota! ¡Mira de nuevo!

El mundo le dio un vuelco.

Entre la locura de la Reina, la guerra a su alrededor, su cuerpo maltrecho, y su encarcelamiento, no podía elegir qué era peor, pero... Maeda tenía algo muy claro; hoy sus hermanos no morirían.

Por la santidad de mis calzones ensangrentados.

❃❃❃❃❃  

esta historia se desarrolla en un mundo ficticio y medieval, por ello se encontrarán con lenguaje a veces fuera de contexto y otros anacronismos.

Aquí les traigo una nueva aventura 7u7 ¡Que la disfruten! Apreciaría muchísimo sus comentarios, y su apoyo si les agrada la historia. De antemano gracias por la oportunidad.

¡Los amo!

Nanna.

AZUL ARDIENTE |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora