4. Unión.

17K 1.5K 488
                                    

Esa probada fue la mejor.

No debería gustarle tanto, pero Maeda estaba pérdida, asombrada; los labios de Vania se sentían tan dulces ¡Dulces, por todos los infiernos! Era enorme, un indudable asesino, pero incluso sus manos la apretaban contra él con gran delicadeza.

Tomó una bocanada de aire lista para volver a profanarle la boca, pero el Rey le puso una mano en la cara. Maeda quedó patidifusa, casi con la lengua afuera, tocándosela.

—¿Uh?—intentaba controlar su respiración. Abruptamente, él apoyó la frente en su mano, a su vez en el rostro de la rubia—¿Todo en orden, Majes...?

—Regresa a la tienda—deshaciendo su contacto, la puso en el suelo con brusquedad. Ella se ponía roja, muy roja por su mirar desagradable, parecía de todo menos satisfecho—en primer lugar, ¿Qué haces fuera de la maldita tienda?

La miraba con el ceño tan arrugado que causaba mayor terror. La vergüenza la golpeó.

¿Tan mal beso?

—Vi una niña—dijo bajando la mirada a sus pies, sintiéndose verdaderamente ofendida—ya se ha ido, no sé qué hacía husmeando por aquí; en medio de tantos hombres sentí que debía protegerla.

—En mis filas, la violación o cualquier tipo de crimen de guerra se paga con la muerte—interrumpió tenso como si no hubiesen acabado de besarse—¿Te gusta vigilar a los demás mientras se asean? Si hubiese sido otro hombre, lo habrías hecho también... eso no me gusta.

Maldita Drea.

—L-lo siento, yo... no acostumbro a actuar de ese modo—mordiéndose los labios le miró—¡Me portaré bien!

—¿Por qué siento que eso no va a pasar?—y él no lo dijo ni un poco divertido.

—¿Y yo que voy a saber?—al ver sus facciones tensarse más se arrepintió de ser tan maleducada. Hizo una mueca—perdón.

Bastante incomodo (como ella) puso la mano en su hombro. Maeda evitó dar un brinquito, mirándole a los ojos. Las venas negras en su mejilla eran muy protuberantes, parecía que había ramas negras bajo su piel. El toque le causó intranquilidad.

—Es simple que funcione esto—su voz era tan amenazadora como sus ojos—soy paciente para muchas cosas, menos para las mentiras, miénteme o traicióname una vez y te habrás ganado un gran enemigo, quiero tu total entrega y ningún engaño entre nosotros, ¿Bien?

Si esa era su forma de ser agradable, rayos, vaya problema en el que estaba.

—Sí.

—Entonces, no uses palabras importantes a la ligera, si no lo sientes, no lo digas—Maeda asintió como una chiquilla—¿Te repugno?

¡Ahí estaba otra vez!

—No, y ciertamente no entiendo porque tanta insistencia—sonrió—he conocido muchos hombres, reyes también, y hay más feos que su Majestad—armándose de valor le tocó la mejilla limpia. Vania abrió los ojos de par en par—iré a dormir, puede que cuando este mejor, le ayude a darse un buen baño.

Y le guiñó un ojo antes de dar media vuelta y huir presa del más genuino pánico.

Era la reina de las mentirosas intentando engatusar al rey de los ñoños—ñoños asesinos, conquista reinos—estoy estaba muy mal.

Alistó su mano.

Oh, le daría una nalgadita a Drea que no olvidaría nunca.

.......

Vania estaba frente al fuego de una de las muchas fogatas del campamento, sus hombres continuaban de fiesta, ahogándose en alcohol, bailando, gozando, y él... mierda, mierda, no podía dejar de hundir el rostro entre sus manos.

AZUL ARDIENTE |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora