CAPÍTULO XIII: Lo que faltaba

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Se encontraba desconcertado. Casi decepcionado de sí mismo. Él... él estaba ansiando, y no por cualquier cosa, claro que no. Él ansiaba algo tan específico que lo tomaba desprevenido cada vez que parecía imposible no ceder.

Quería volver a ser tocado por su sirviente. Así eran las cosas.

Una semana había pasado desde que casi fue tomado en el jardín y contra la pared. Había sido aterrador, de no haber sido por una sirvienta que logró tranquilizarlos con una medicina, probablemente hubiera sido un final desastroso.

Pero ahora, cada vez que cerraba los ojos, solo podía verlo a él. A ese desgraciado de Nebuya.

Recordaba su aroma, sus músculos sometiéndolo junto a esa voz tan pecaminosa y dominante. Casi gimió de solo recordar sus palabras. De recordar su orden y cómo su cuerpo quiso complacerlo.

Suspiró resignado como la última vez, debía controlarse. Esa no era una situación en la que él coqueteaba un poco y obtenía lo que quería del Alfa. No, porque ese Alfa ni siquiera debía ponerlo así. Ninguno de los dos tuvo que fijarse en el otro.

Y siendo sincero, él fue el primero en estropearlo. Cerró los ojos, entre la vergüenza y el anhelo de ese recuerdo:

Tres años atrás él había comenzado sus celos. Pero el segundo de ellos fue el que lo desestabilizó por completo. El primero había sido poca cosa, por eso se confió.

Su cuerpo lo había traicionado asegurando que sus celos serían insignificantes. Qué equivocado estaba.

Cerca de las seis de la tarde de aquel día, algo lo azotó por completo. Su cama era incómoda y todo era insuficiente. Se había puesto de pie y caminó directo hacia el jardín. Jadeaba a cada paso.

Hasta que lo vio: ese sirviente novato.

Su cuerpo se condujo solito. Tomó de la muñeca a su sirviente y lo llevó al cuarto de herramientas. Ahí, sin pena alguna, hizo que se recostara para él colocarse encima.

—¿Señorito, está bien? —ah, su voz sonaba casi como la de un adulto— Ah, ¿joven? —se había comenzado a mover desesperado.

—¡Ah, sí! Embísteme, por favor —apretó la ropa y cerró los ojos en busca de placer.

—Joven, esto no...

—Muévete, Alfa —suplicó mirándolo a la cara. Mordiendo su labio inferior. Eso fue todo lo que necesitó para doblegar a aquel sirviente— ¡Ah, sí! Más, dame más —exigió— ¡Ahhh! —gritó al sentir un azote en su nalga izquierda.

—Mierda —escuchó exclamar al moreno, pero no le importó.

—Mmm —gimió cuando el Alfa tomó y apretó su trasero para hacer que se moviera más rápido. Lo sentía, ese falo pidiendo entrar.

Jamás había estado tan excitado.

O al menos eso pensaba cuando, violentamente, alguien lo derribó y azotó contra el suelo. No había sido aquel Alfa, sino una sirvienta.

—¡Largo de aquí! —ordenó al moreno— ¡Si sabes lo que te conviene, lárgate!

Ese sirviente no dudó en largarse de aquel lugar.

—¿Pero qué...?

—¡Por favor, discúlpelo! Es solo un joven Alfa, ¡perdónelo! —la sirvienta estaba de rodillas en el piso. Suplicando su perdón. Aunque... si de algo estaba molesto era de que le quitaran el mejor momento de su vida.

—Nadie comentará lo que pasó hoy aquí —sentenció para asegurarse de que nadie supiera de aquella debilidad. De aquel error que cometió con alguien de rango demasiado inferior.

Medios Tonos (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora