CAPÍTULO III: Secretos

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Iba a un paso bastante apurado; llevaba corriendo diez cuadras básicamente al mismo ritmo y sin descanso. Todos lo veían con cara extrañada, ya que, como por qué carajos un Omega iría tan deprisa.

Poco le importaba a Tatsuya.

Siempre había sido puntual y ese día no sería la excepción.

El estúpido de su hermano había considerado "gracioso" esconderle su uniforme para el trabajo. Casi chilló cuando ese Bakagami se mofaba de él sin mostrar ni rastro de arrepentimiento.

Tuvo que aguantarse y portarse como el hermano mayor que era. Total, ya tendría tiempo para su venganza.

Vio su reloj, eran las 3:00 pm. Sí, llegaría rozando al lugar. Ni siquiera notaba esas gotas surcar su rostro ni los jadeos que emergían de su garganta sin intención.

—Disculpe el retraso, jefe —exhaló fuertemente al saberse dentro de la pastelería.

El pelimorado apenas y volteó a verlo— Tienes el rostro lleno de sudor —soltó sin más, absorto en su tarea de decorar aquel pastel por pedido con un estilo victoriano con varias decoraciones en dorado.

Tatsuya sólo se sonrojó y se sintió apenadísimo al saberse no sólo de apariencia agotada, sino apestoso. Sí, había notado cómo aquel Alfa, que era su jefe, movía la nariz con el ceño fruncido— Enseguida iré a arreglar eso.

«¿De verdad huelo tan mal? » Fue lo que se preguntó con pena.

Sin más, apresuró su andar a los vestidores. Ahí vio a su compañero Sakurai, quien tímidamente le ofreció un pañuelo.

—Si sigues apestando así, acabarás llamando a todos los Alfas de la zona —dijo el castaño medio bromeando medio hablando en serio. Tatsuya estaba dejando su olor por todas partes—. Hasta a Murasakibara.

Esa frase lo había hecho sonreír— Claro — respondió con melancolía—, sobre todo a él. En todo caso, sería imposible. Él ya tiene a alguien —admitió con aquella sonrisa que Sakurai había notado prácticamente desde que había entrado a trabajar.

No sabía qué decir. Simplemente abrazó a su compañero, intentando calmarlo y hacerle saber que... pues lo sabía, que era obvio que estaba enamorado de su jefe, que ni era su culpa y que estaba de su lado para apoyarle.

—Lo siento —fue lo último que dijo el azabache para sonreírle una última vez y marcharse antes de que Murasakibara fuera a reclamarles por tardarse tanto.

Tatsuya se quedó quieto por unos instantes antes de volver a su semblante cotidiano.

Daba igual.

Durante meses se había dedicado a observar de reojo a su jefe; a preguntarle y pedirle que le enseñara a decorar pasteles, hornear; a ser un buen empleado, subordinado... Omega. Pero por más que lo intentaba, parecía que aquel gigante simplemente lo pasaba de largo. Tristemente sabía cómo fruncía el ceño cuando le pedía todo eso, como si realmente le molestara, pero aun así, nunca se negaba.

Eso hacía que su lado más optimista siguiera ahí.

Maldita debilidad y malditas ganas de saberse apreciado por él, por Atsushi. Era como un deseo masoquista que no acaba de comprender. Si su jefe ya tenía a una bella Omega que apenas una semana atrás había presentado, y maldición, se sentía tan celoso. Ese día había decidido no querer avanzar más. A pesar de que ellos dos eran del mismo maldito rango y, aun así, era imposible; qué cínico destino.

Ese día lloró, su lado Omega se sintió prácticamente desechado. Odió eso, lo odió como nunca antes. Si fuera por él, le habría dicho desde hace meses que quería... no sé, una cita, comida, paseo, ¡lo que fuera su maldita voluntad! Pero no, eso estaba tan mal visto. Un Omega no podía dar el primer paso, mostrar deseo era tan indecoroso, tan impropio; tan injusto.

Medios Tonos (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora