CAPÍTULO XVIII: Al final de la semana

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Hubo un gran silencio durante unos segundos, donde sentía que su corazón podía permanecer estable como siempre o completamente destrozado.

Apretó los puños y cerró los ojos, ¿cuál sería su respuesta?

—Lo siento —escuchó hablar a Takao—, estoy aprendiendo a ayudar de una mejor manera, me dieron una segunda oportunidad y la aprovecharé lo más que pueda. Pero…

—¿Eso qué quiere decir? ¿Nos harás a un lado? —preguntó ofendido el Beta que estaba acercándose peligrosamente a él— Ni usando tus encantos eres útil, no puede ser.

—No es eso —se defendió el azabache—, lo que estamos haciendo está mal. Por eso lo que yo tengo de sueldo lo usaré para comprar medicamentos. Así todos ganaremos, serán menos dosis, pero estoy seguro que lo lograremos.

El Beta se lo pensó, entrecerrando los ojos— Kazunari, llevamos mucho de conocernos y sabes que todo es por una buena causa. Si tú me prometes juntar la dosis que necesitamos, no tengo ningún problema.

—Pero…

—La dosis de siempre o considera esto terminado, y no terminará en buenos términos —amenazó mientras se retiraba.

Takao se quedó solo al tiempo que suspiraba e intentaba calmarse lo más que pudiera. Sabía que esa amenaza no iba en vano y le daba pavor de lo que era capaz ese Beta. Pero no por maldad ni por dinero, la necesidad siempre había sofocado a los más desdichados socialmente. Ese Beta siempre estaba así, buscando conseguir por todos los medios la dosis para los celos de Alfas y Omegas de rango inferior.

Midorima decidió volver a su oficina al notar que Takao necesitaba calmarse, le quería dar su espacio. Por dentro, el peliverde estaba dando saltitos de felicidad, se sentía tan entusiasta, tan capaz de todo; tan bien respondido y orgulloso de decidir cortejar a semejante joya de Omega.

Por eso cuando Takao se asomó a su oficina para preguntarle si ya se iban a cenar algo, Midorima inmediatamente fue hacia él, tomándolo de las mejillas con sumo cariño.

—Gracias, Kazunari —le susurró cerca de sus labios— ¿Puedo besarte? —preguntó con seguridad, pues lo que más deseaba en ese momento era sólo eso, besarlo con todo ese amor que empezaba a desbordarse de su interior.

—Shin-chan —respondió sonrojado, acercándose todavía más, cerrando sus ojos para finalmente sellar esa promesa. Al separarse, ambos sonrieron embobados—. ¿Por qué tan de repente?

—¿No llevamos ya mucho deseándolo? —respondió alegre Midorima.

—¿A dónde iremos a cenar, Shin-chan? —cuestionó intentando hacer el ambiente más casual.

—Esta vez decides tú, Kazunari —respondió mientras lo abrazaba y le colocaba su abrigo—. Quiero saber qué lugares frecuentas para cenar.

—Bien —sonrió el azabache con el corazón galopando y golpeando su pecho. El Alfa que tenía frente a él merecía quizás mucho más de lo que él le podía dar.

No importaba, si Shin-chan pensaba que con él era suficiente, se iba a asegurar de que así fuera todo el tiempo que pudiera.

Por eso la cena se sintió como una dulce melodía, con armonía, con calma. Fluyendo sin esfuerzo y culminando con más besos en la puerta de su casa. Con susurros de «te quiero» y muchas más que lograron afianzar ese amor que iba creciendo.

***


A la mañana siguiente, el fiel Kagami estaba acompañando a Tatsuya a la escuela. Sólo que dominaba un silencio inusual. El pelirrojo ya estaba harto de no poder hablarlo, así que lo soltó sin más.

Medios Tonos (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora