CAPÍTULO II: Primera impresión

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Eran alrededor de las 5:00 pm. Su consultorio se encontraba pulcramente acomodado; el piso blanco, los estantes cerrados, las paredes blancas igualmente y un olor a lavanda muy tenue. No había más pacientes que recibir ese día, por lo que estaba terminando de guardar sus cosas. Pasó sus dedos por su cabellera verde y por último, acomodó sus lentes.

— ¿Dónde estará? —dijo molesto al percatarse que no podía irse sin antes lograr que su ayudante firmara la hora de salida— Maldita sea —se levantó de su asiento, dispuesto a encontrar a ese Omega que había contratado apenas un mes atrás—, cuando lo encuentre le daré un ultimátum.

No demoró demasiado en encontrarlo. Estaba afuera, platicando discretamente con otras personas... de color. Oh, no. Takao inmediatamente lo vio y su rostro se tornó en uno de preocupación. Rápidamente se despidió y corrió hacia donde estaba su jefe.

—Disculpa —admitió avergonzado—, pero por lo visto me has encontrado, Shin-chan —dijo con una sonrisa.

—Firma tu salida y vete —dijo escueto—. Te advierto, está mal visto eso, no me importa con quién platiques, siempre y cuando seas discreto —dio un suspiro—. Pero lo más importante, no lo hagas en tu horario de trabajo. No me obligues a echarte, ¿entendido? Tu contrato es por tres meses y sería humillante haber aceptado a alguien tan hábil, pero tan irresponsable.

Se generó un breve silencio en el que el bello Omega miró el suelo para posteriormente volver a sonreír y afirmar mudamente.

Takao se encontraba algo aterrado a decir verdad. Su jefe era un hombre estricto. Muchos le habían aconsejado declinar mandarle su solicitud de empleo, pero para él era como un reto; volviéndose en algo divertido al enterarse de lo supersticioso y enojón que era. Así que su carácter o los regaños que luego recibía no era lo que le tenía así.

—Tengo que ser más precavido —susurró para sí—, si se entera lo que estoy haciendo... podría terminar en la cárcel— dijo mientras guardaba sus cosas y se alistaba para salir del consultorio.

Se tomó sus pastillas con un poco de agua. Ya quería llegar a su departamento. Oh, sí, SU departamento; modesto, pero suyo. Ser Omega no era sinónimo de depender de sus padres o de algún Alfa que quisiera aparearse con él. No, señor. A pesar de todo, él había logrado rentar un lugar donde pudiera relajarse. Ya había tenido suficiente cuando les dijo a sus padres que quería ser doctor, ¿y qué recibió? Puras negaciones e incluso una que otra broma de mal gusto.

No era para menos.

No habían Omegas doctores; no quedó de otra, empezó a trabajar en una cafetería tiempo completo durante 1 año y logró así, pagar a duras penas su carrera en enfermería y la renta del pequeño departamento.

Aunque no todo era tan malo, ya que, había conseguido un trabajo bien pagado como ayudante del reconocido Dr. Shintaro Midorima. Cuando lo conoció, sólo recordaba haberse sentido inquieto y maravillado por ese bello ser que mantenía el ceño fruncido, la voz grave y las manos vendadas. Sí, era un hombre serio, obstinado, supersticioso, pero Takao sabía que eso era apenas la superficie de un Alfa; en ningún momento había intentado tocarle o aprovecharse de su posición, siempre era tan respetuoso, que Takao por lapsos se sentía como un Beta; le trataba tan malditamente normal que se había ganado su aprecio. Por eso le llamaba Shin-chan; por eso siempre procuraba sonreírle y ser el mejor enfermero que pudiera tener.

Pero fallaba en un aspecto: era demasiado bondadoso. Y no sabía si se debía a su lado Omega, pero de verdad le importaban los demás. Tanto así, que había comenzado a robar medicamentos para poder dárselos a las personas que pagaban las consecuencias de la más clasista y estúpida clasificación que el mundo pudo haber asignado.

Medios Tonos (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora