Capítulo 8

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El camino fué silencioso, pero no era un silencio incómodo, era agradable. Me encontraba mirando a través de la ventana, el paisaje, viendo como todos salían de clases, Bill estaba manejando con el ceño fruncido, pareciera que nada más sonríe estando conmigo, o tal vez era solo una impresión mía.

— ¿Hubo algún problema con su madre ayer, señorita? — rompió Bill aquel silencio. Me tomó por sorpresa.

— La verdad... Se molestó un poco, pero bueno, no debe estar acostumbrada a verme con alguien más.. — dije casi susurrando, debo admitir que me daba vergüenza.

— Comprendo, digamos que, no soy de su edad, pero, quédese tranquila, no soy alguien peligroso. — dijo con una leve sonrisa en el rostro.

Era un hombre muy atento, sencillo y caballero, admito que no quedaban de aquellos hombres que respeten tanto al otro, o al menos eso veo. Condujo un poco más y se detuvo enfrente de una heladería, muy bonita la verdad. Habían poquitas personas, y algún que otro niño.

— Hemos llegado, déjeme abrirle la puerta — dijo, y se bajó del auto, me sonrojé, en serio que era muy atento.

Salió y me abrió dicha puerta, sonreí en forma de decir 'gracias', siempre que estaba muy nerviosa no me salían las palabras, además de que me daba pudor verlo a los ojos directamente, era muy intimidante. Al vernos juntos, se notaba la diferencia de edad.

— Buenas tardes, chicos, ¿En qué puedo ayudarlos? — dijo una chica en el mostrador.

— Queríamos dos helados, por mí parte uno de chocolate y vainilla, ¿Usted qué desea? — dice y me mira. No sabía que decir, no quería hacerlo gastar ni que se preocupara por mí, era mi primera cita.

— Emm...no lo sé, no.. quiero... — no podía responder.

— Insisto, dígame, y se lo compraré. — dice con una sonrisa, me ponía más nerviosa.

— Frutilla y Dulce de leche.. — dije cabizbaja.

— Excelente, ahora en un ratito se los alcanzo, ¿Algo más? — dijo ella sonriente.

— Sí, su nombre. — respondió Bill. No entendía porqué pidió su nombre.

— Victoria.

— Genial, Victoria, gracias. — dijo y fuimos a sentarnos.

Me quedé en silencio y pensando el hecho de que le haya preguntado el nombre, era raro, pero bueno...

— Le pregunté su nombre, porque cada quién tiene uno, y debe ser llamado por el, no por "chica", o simplemente no saber que decir para llamar su atención.

Me tomó por sorpresa, era tan distinto a los demás, sinceramente, cada vez que lo conocía más, más me gustaba,en el buen sentido claro. No sabía que decir de qué hablar o si hablar. Él estaba mirando el lugar, analizado, era muy correcto, me encantaba.

— ¿Qué piensa hacer en su futuro? — nuevamente, rompió el silencio.

— ...no sé, supongo que seguir estudiando, quiero ser psicóloga.

— ¿En serio? Que admirable de su parte. Yo además de ser profesor de Alemán, enseño historia. — lo miré sorprendida.

— que bueno... — moría de vergüenza, no sé el porqué, pero no podía no sonrojarme. Me miró y sonrió, nuestras miradas se conectaron.

— Chicos, acá tienen su helado. — dijo la chica que nos había atendido, entregándonos los helados.

— Muchas gracias, Victoria. Dígame, ¿Cuánto es? — dijo Bill, me sentía mal por el hecho de que él pagara, no me gustaba eso, pero tampoco podía reprocharle, si no podía hablar con él, menos me salía criticarlo.

— Venga a caja, así abona. — dijo sonriendo y Bill, me dedicó una tierna sonrisa, para dejarme mí helado, se levantó y se dirigió a caja.

Él era exageradamente alto, me imagino sí por ejemplo quisiera acariciarle el cabello, no podría, debía medir casi 2 metros y yo apenas media 1,57cm. Era muy poco, a comparación de él. Lo ví pagar, y bajé la mirada. Yo podría haber pagado mí helado, tranquilamente, pero no me dejaba. Volvió hacia mí.

— Espero lo disfrute. — dijo y empezó a tomar su helado, se veía muy tierno.
— No debiste haber pagado... — me animé a decir, pero en voz muy baja. Me miró.

— No es problema para mí, señorita, en serio. Hagamos algo, sí le molesta, la próxima, pagamos la mitad cada uno, sí le parece bien — dijo amable. Asentí con la cabeza. Sonrió — bien.

Mi profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora