La Tía Annabel

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El motor del auto se apaga. Salgo del coche y quedo petrificada con lo que veo a mi alrededor.

Este lugar me es muy familiar pero lo extraño es que nunca he estado aquí. Ante mi está una enorme mansión de tres pisos, la fachada al igual que toda la casa es de piedra, a los lados de la puerta crecen unas enredaderas que le dan un toque campestre a toda la casa. En el centro el tejado tiene forma de triángulo abajo de este se encuentra un enorme balcón blanco.

Me encanta, el enorme jardín que rodea la casa esta llenó de flores, arbustos y árboles. Unas pequeñas fuentes esparcidas estratégicamente por todo el lugar le dan un toque mágico.

- ¿Te gusta?- me pregunta sonriendo mi madre que acaba de bajar del coche. Veo que tiene un brillo especial en los ojos.

- La verdad es que es precioso...- voy a contestar algo más pero las palabras a mi espalda de una voz conocida y muy querida para mi, me detiene.

- Mi querida niña, cierto que la casa es bonita pero tu querida, estas preciosa- dice haciéndome sonreír.

Volteo y veo a mi tía Annabel. Es una mujer muy guapa al igual que mi mamá, ellas son gemelas. Tienen el pelo dorado y los ojos azul como el zafiro, son altas y de buen cuerpo. Pero su voz es lo que las hace destacar, una vez que empiezan a hablar las personas no pueden apartar su atención de ellas. La voz de mi madre es aterciopelada y grave mientras que la de mi tía es aguda y fina.

Recuerdo que cuando ella iba de visita a nuestra casa le pedía todas las noches que me cantara una canción. Las melodías siempre eran diferentes y llenaban la habitación de el sentimiento con el que cantaba. Una noche en la que la fuerte lluvia no paraba de golpear, ella entro en mi habitación y al verme tan asustada se sentó en mi cama y abrazandome se puso a cantar, entre más cantaba su mirada se perdía más en el vacío pero cuando término fue como si nada hubiera pasado, la lluvia había cesado. En ese momento pensé que ella era la responsable de que la tormenta parara, ahora de grande se que sólo fue una coincidencia. ¿O no?. No, la magia no existe.

- Tía Annabel - digo emocionada, enserio que la he extrañado estos últimos meses. La última vez que hablamos fue cuando me dijo que quería que mi cumpleaños se celebrará en su casa, la cual nunca había visitado. Es extraño, ella nos visitaba pero nosotros a ella no.

Corro a abrazarla, ella es como mi segunda madre.

- Que guapa estas, seguro ya habrá un chico que te quite el sueño por las noches- me dice en broma guiñando me un ojos.

Si supieras tía, sólo que este chico no es del que te manda flores, te lleva al cine y es educado y atento contigo. Este invade mis sueños, es frío y duro, y por alguna razón me persigue hasta que me desmayó.

Borro ese pensamiento, no quiero que en el día también me persiga.

- Espero que no te oiga su padre, sino no la dejara ni salir de su cuarto- dice mi madre acercándose.

- Adele! Cuanto tiempo sin verte. He pensado que ya no te acordabas de mi- dice haciendo pucheros.

- Querida hermana, todas las mañanas me acuerdo de ti y sino sólo tengo que mirarme al espejo- dice con una gran sonrisa mi madre.

Se abrazan y entramos a la casa. El interior es de madera, el mobiliario va del beige al chocolate. Todo esta distribuido perfectamente. Me encanta.

Las paredes están cubiertas por extraños tapices. Me acerco y veo en uno a una pequeña mujer con un vestido hecho de flores, esta jugando con unas pequeñas criaturas regordetas hechas de madera con con cabello de hojas. Veo más de cerca y miro algo que no había notado, la mujer tiene la cara cubierta de raros dibujos en color plata que a simple vista no se ven.

Zenda (La Salvadora de Reinos I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora