13. Un Regalo para Joel

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Esa mañana Haji despertó más temprano de la habitual y aun así ya habían personas despiertas y muchos movimientos en la mansión. Se vistió con el traje más elegante que tenia, tomo su navaja para echarla en uno de sus bolsillos y salió a la habitación de su ama pero tras tocar la puerta varias veces pero no recibió respuesta.

— Al parecer no está... pero no creo que se haya ido sin mí.

Haji siguió su camino y pregunto por Saya a los demás criados, unos le dijeron que salió temprano, otros que estaba en la cocina pidiendo el desayuno.

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— ¿Qué te parece el vestido?

— Es hermoso Saya, ¡me encanta!— respondió Diva mientras daba una vuelta, paro. Miro a la mujer que estaba frente a ella la cual sonreía de una manera muy tierna.

— Dijiste que el azul era tu color favorito así que cuando lo vi supe que era para ti.

— No puedo creer que seas tan linda conmigo— dijo la chica de azul impresionada— No puedo creer que estés aquí y que hayas abierto la puerta, ¡No puedo creer que por fin haya llegado el día de salir de aquí!

— Pues debes creerlo y eres hermosa, Diva—  dijo Saya casi en un suspiro.

Diva se acerco a Saya y puso sus manos en las mejillas de ella, la chica de rosa se asusto un poco pero respondió a la caricia. Ambas se abrazaron y una supo que tenía el cuerpo tan frio como la otra y que sus corazones latían muy diferente a los demás, lo que más sorprendió a las dos mujeres fue que el parecido físico entre ellas era impresionante.

— Quiero que cantes como nunca lo has hecho antes, quiero que te vean brillar.—  dijo Saya muy feliz.

— ¿Sabes?—  respondió Diva— No te voy a decepcionar, quiero que vivamos juntas.

— Sí, así será. — Ambas deshicieron el abrazo pero se quedaron agarradas de mano mirando se una a la otra.

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Haji siguió su camino y pregunto por Saya a los demás criados, unos le dijeron que salió temprano, otros que estaba en la cocina pidiendo el desayuno. Pero aun seguía sin encontrarla, salió a la terraza para ver si la veía pero no fue así, siguió recorriendo la mansión hasta llegar a uno de los balcones y ver como los criados preparaban las mesas, el espacio para bailar, el tocar la música, etc. De casualidad sus ojos se toparon con la torre del otro lado del zoológico.

El joven corrió fuera de la gran casa y fue al establo, tomo a su caballo y cabalgo hasta llegar a la torre. No vio a Saya pero él sabia que ella no necesitaba caballos para llegar. Miro a todos lados mientras se desmontaba del animal para asegurarse, de que los señores Goldsmith lo vean. Alzo su mirada y vio la ventana más alta de donde la rosa azul cayo aquella vez.

Solo tenía una opción en un momento así...

— ¡Saya! ¿¡Saya, estas ahí!? ¡Baja por favor!— vocifero el joven con todas sus fuerzas.

Y supo que allí se encontraba aunque prefería pensar que no ya que esto hacia que su mal presentimiento creciera.

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— ¿No te parece increíble?— pregunto Saya.

— A qué te refieres?

— A que somos muy semejantes, bueno al menos físicamente, puede que este tranquila pero en realidad estoy muy sorprendida. Jamás imagine que fueras así Diva.

La Otra Forma de Estar Juntos| Blood+Donde viven las historias. Descúbrelo ahora