Siete

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Jisoo sabía que debía obedecer, o al menos eso era lo que se esperaba de él. Que obedeciera a su madre y se quedara encerrado en el monasterio acompañando a los gatos y a los ancianos hasta que a la mujer se le pasara el bochorno por tener un hijo problemático y decidiera que podía volver a salir. Pero eso no era lo que quería, el solo pensarlo le hacía fruncir el ceño y preguntarse cómo había sobrevivido antes haciendo solo eso.

Su vida era tan aburrida antes de JeongHan, en serio.

Después de la visita de su madre, pasó gran parte de la noche tramando con Jihoon alguna manera de escaparse del monasterio sin que lo descubrieran. Durante la cena el mismo monseñor Kim se había acercado a él para avisarle que ya no tenía que limpiar el jardín, puesto que su castigo implicaba quedarse encerrado allí, y casi habría jurado que el hombre había estado sonriendo complacido cuando se lo dijo.

Apenas amaneció, Jisoo se quedó en la cama mientras Jihoon se arreglaba para empezar el día. Habían decidido que se haría pasar por enfermo, diciendo que la cena le había sentado mal y luego Jihoon llegaría con uno de los vestidos de las monjas para saliera sin ser visto.

La primera parte del plan salió bien, fue difícil tener que mentirle a Sor JungAh cuando fue a visitarlo, pero pudo hacerlo. La parte complicada fue cuando Jihoon llegó con las ropas de las novicias, y Jisoo empezó a preguntarse si era en verdad necesario que se vistiera con eso.

—¿De dónde sacaste esto?

Jihoon se encogió de hombros—. Kaeun-noona las consiguió por mí.

—¿De verdad tengo que hacerlo? Es ropa de mujer.

—Los sacerdotes usan vestido, es lo mismo.

Casi pudo sentir a Jihoon rodando los ojos mientras decía eso, y se abstuvo de corregirlo y decirle que una sotana no era lo mismo a un vestido, pero no tenía caso.

Con una exhalación tomó la ropa que el otro le ofrecía y empezó a cambiarse, mentalizándose de que era por una buena causa. Jihoon se echó a reír apenas terminó y Jisoo se encogió en sí mismo, abrazándose el torso y mirando a otro lado con la cara roja.

—No te burles.

—No... es que... Pareces una niña, si no te conociera, en serio...
 
—Cállate, hay que irnos.

Los dos salieron rápidamente de la habitación, cuidando de no ser vistos y empezaron a caminar hasta la salida. Jisoo mantuvo la vista baja para evitar que lo mirasen a la cara, y su corazón se detuvo un par de veces cuando se encontraron con otras novicias. Afortunadamente ninguna preguntó por él y lo dejaron pasar.

Solo cuando estuvieron dentro del pequeño edificio en el que estaba la radio, pudo respirar tranquilamente, corriendo al baño de la estación para cambiarse y dejando atrás las risas y los piropos de Jun y Myungho.

—No sabía que tenías unas piernas tan bonitas, hyung —mofó Myungho cuando Jisoo salió vestido con su propia ropa.

—Ni sibi qui tiniis inis pirnis... Ja, ja, ja —se rió falsamente y le sacó la lengua al menor—, no da risa.

El par de chinos alegaron que si daba risa y luego lo echaron fuera, diciendo que estaba interrumpiendo la transmisión y que debía apresurarse si quería llegar donde JeongHan temprano. Dejó a Jihoon con ellos y luego se fue caminando.

JeongHan lo recibió en pijamas, con un gorro térmico en la cabeza y una mancha oscura en la frente. Cuando Jisoo preguntó qué era, el mayor le dijo que se estaba pintando el cabello, porque ya estaba aburrido del rubio.

—Cuando estaba en Seúl lo cambiaba todo el tiempo, mis amigos solían molestarme diciendo que quedaría calvo a los veinte.

Cada vez que el mayor hablaba de sus amigos en Seúl era fácil percibir la tristeza que se mezclaba con el cariño en su voz. La mayoría del tiempo solo contaba cosas divertidas, o hacia comentarios quejándose sobre el gran dolor de cabeza que eran, pero era evidente el afecto que sentía por ellos. Era como si algo cambiara en el rostro ajeno con la mención de quienes había dejado en la capital. Para Jisoo era difícil imaginar el tipo de lazo que compartían, ese que llevaba años construirse, pero lo relacionaba con su amistad con Jun, Myungho y Jihoon.

Pedacito De Cielo ➳ JihanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora