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"*": Después.

"▬": Al mismo tiempo, en otro lugar.

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Liam estaba en el avión privado hace más de una hora ya. Su piloto, Smee, su mayordomo desde la infancia, Julien y una de las azafatas de la línea aérea a la cual estaba afiliado eran su única compañía. Sin embargo, ninguno de estos se acercaba a él, más que para decirle vagamente cuánto tiempo faltaba para el aterrizaje.

Liam no hacía más que ver por la ventana con una copa de champán espumoso Dom Pérignon en sus manos, luego asentir y seguir pensando. El cielo, detrás de las láminas de vidrio, estaba oscuro pero despejado. Unas pocas estrellas destellantes eran lo poco que llegaban a ver sus ojos, aquellos que escondían cada secreto, memoria y pesadilla bajo los párpados.

Desde que Liam Payne había presenciado la muerte de sus padres cuando tenía apenas once años, se había vuelto alguien callado, calculador y a veces, perturbador. También, toda la herencia había pasado a estar en sus manos, lo que le convertía en un multimillonario. Julien había sido el encargado de cuidarlo, quien se había quedado con él a través de los años. Así, cuando Liam cumplió la mayoría de edad, decidió que Julien aún sería su mayordomo, hasta que este se cansara y se jubilara. Aunque nunca lo hubiese dicho, para Liam, Julien era lo más cercano que tenía a una familia.

El castaño estaba tan sumido en sus pensamientos que no se había dado cuenta de cuando Julien le hizo una señal, haciéndole saber que estaban por aterrizar, hasta unos segundos después cuando se prendió la luz roja. Por ello, Liam se abrochó el cinturón por encima de la camisa, acomodando su corbata y saco por encima. Luego, tomó el último sorbo de champán y esperó unos segundos antes de que la turbulencia del aterrizaje se hiciera presente y sacudiera su pecho hacia adelante, además sintiendo la presión del aire en sus oídos.


Minutos más tarde, Liam bajó de las escaleras auxiliares del avión. Con Julien y dos hombres cargando sus maletas, se dirigió a su auto, que le esperaba listo para ir a casa. Un lugar que había comprado seis años atrás para refugio si es que llegaba a necesitarlo.

La desaparición de Batman había hecho que ya no lo necesite. Pero ahora que regresaba, iba a necesitarlo más de lo que esperaba. Este piso, era una casa absolutamente normal por fuera. En cambio, por dentro, era más de lo que esperaría cualquier persona. Una clara prueba de que las apariencias engañan.

Todo Wolverhampton creyó en ese momento que Batman había muerto. Se había juntado una multitud de personas en la plaza, orando por su alma. Gran sorpresa la que se llevarían al verlo resucitado.

Cuando llegaron, Liam bajó del auto, arregló su terno y caminó hacia la casa. A lo lejos, lograba escuchar sirenas de policía, ambulancias y bomberos. La ciudad era un caos.


—Si quiere puedo hacerle un recorrido, señor. —dijo Julien, mirando a Liam, que observaba desde donde estaba parado todo lo que había allí. Era una casa demasiado grande para un hombre solo.


El techo estaba a más de dos metros sobre la cabeza de Liam, del cual colgaban tres candelabros. El suelo era de madera mostaza y las paredes, gruesas y de color crema. Sofás de cuero color miel, alfombras, mesadas y televisores se incorporaban a todo aquello. Además de todo eso, había una chimenea, dándole un aspecto aún más rústico y lúgubre.


—Me lo podrás dar mañana. —murmuró Liam. Luego se aclaró la voz— Tengo que salir lo más rápido que sea posible. Llévame a la guarida—. Exclamó finalmente.

Heroes {one direction a.u}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora