El Crepúsculo Sobre Melromarc

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El reino de Melromarc era muy conocido por diversas razones, entre las más sobresalientes se encontraba la prosperidad con la que gozaban, y el hecho de que la máxima autoridad era la reina.

Desgraciadamente, cuando la reina se ausentó para tratar con la reciente catástrofe de la ola, el rey quedó a cargo de recibir a los héroes y entabló una enemistad con el héroe del escudo.

Desde el principio, el objetivo del rey era exiliar al héroe. Para ello se apoyó en su hija Malty, quién no dudó en lo más mínimo al momento de recibir las órdenes de su amado padre. A partir de ese momento, una cadena de sucesos se desató, todos con el mismo objetivo.

Su más reciente crimen, encubierto por todos en el castillo, era haber asesinado a las compañeras del héroe. De esa manera, podrían sentenciarlo por asesinar a sus esclavas y darle la pena de muerte. El plan había salido a la perfección, o eso es lo que pensaron cuando les reportaron el éxito de la misión encomendada.

Malty rió macabramente desde el fondo de su corazón, todas las piezas para ser la siguiente heredera al trono finalmente habían encajado. Su odiosa hermana menor también había sido asesinada en el proceso de la reciente misión, algo que el rey nunca se esperó y desató su cólera.

–¡Ese maldito escudo! Lo quiero muerto, mi preciosa hija... – lloraba desconsolado. –, ¡Quiero muerto a ese demonio del escudo!

–Lo haremos, padre. – Malty lo abrazó, fingiendo estar dolida.

Para dar la cereza del pastel, el resto de los héroes fueron convocados para informarles la situación que se había presentado.

–¡Ese maldito Naofumi! Raphtalia y Filo chan... incluso la princesa. – Motoyasu apretaba sus puños con fuerza.

–¿A esto llegaste, Naofumi? – Ren se preguntó, sosteniendo la espada que poseía.

–Es terrible, debemos...

–¡Lo mataremos!

Itsuki dudaba en apoyar las palabras de Motoyasu, pero debido a las circunstancias no podía refutar sobre su propuesta.

–Ese es el motivo por el que los llamamos, héroes. Debemos detener a ese demonio, no podemos permitirnos dejarlo libre y mucho menos vivo. Ese demonio... ¡Debe pagar por lo que ha hecho!

Todo esto sucedió la noche en que Naofumi Iwatani lo perdió todo una vez más. Todo le fue arrebatado, y en consecuencia todo sería destruido.

El tiempo fue insuficiente para proceder a la caza del héroe del escudo, pues la ola comenzó su asalto al reino una vez más. Lo que nadie sabía, es que en esta ocasión, Melromarc estaba condenado a su inminente destrucción.

Durante la dura batalla que se estaba presentando, los tres héroes que combatían se habían separado. Las bestias eran demasiado fuertes y sus ataques no eran completamente efectivos en ellos.

Itsuki estaba presentando problemas, ya que los enemigos lograban acercarse lo suficiente a él si se quedaba en un solo sitio, por lo que se vio obligado a moverse en cada momento del combate. A pesar de sus medidas había sufrido un par de rasguños y la situación empeoraba conforme pasaba el tiempo.

De pronto, un hueco se abrió entre las filas del ejército de monstruos. Itsuki notó que había alguien al final del pasillo que las criaturas formaron y supuso rápidamente que podría tratarse del comandante. Asi, con esos pensamientos disparó una flecha tormenta contra él.

Si puedo derribarlo, todo en este lugar habrá terminado.

La flecha atravesó el pasillo a una velocidad que no sería perceptible para cualquiera, pero sin que nadie se lo esperara, algo increíble sucedió. Su ataque ni siquiera pudo tocar a su objetivo, pues se desvaneció antes de llegar a él.

–¿Qué? ¿Qué fue lo que pasó?

El supuesto comandante caminó hacia él, reluciendo su armadura color negro obsidiana. Una larga capa verde con rastros de quemaduras danzaba al compás del viento.

Finalmente, un macabro escudo fue perceptible a la vista, tenía la forma de un rombo, en el centro una gran calavera de diamantes con cuernos de obsidiana curveados que se extendían a los lados. Pequeños detalles de oro en los bordes y una estrella de cinco picos blanca que cubría casi todo el escudo, como si fuera una aureola.

–No puede ser... ¡Tú eres...!

Una gran explosión de llamas negras se divisó a kilómetros, los demás héroes cesaron su lucha por un momento. Un gran torbellino se alzó hasta el cielo y momentos después desapareció, dejando las nubes en forma de vórtice.

–¿Qué demonios es eso? – se preguntó Motoyasu.

En el lugar de la explosión, Naofumi se acercaba a Itsuki, quien se encontraba en el suelo gritando y llorando de dolor, sus extremidades habían sido reducidas a cenizas por las llamas negras. Sus compañeros en cambio, no tuvieron la misma suerte de seguir con vida. Simplemente todo en un radio de dos kilómetros había perecido.

–¿Cómo se siente?

El héroe del arco escuchó la burlesca voz que provenía de Naofumi, si es que seguía siendo él.

–¿P...Por qué lo haces? Ese poder, ¿De dónde lo obtuviste?

–Esa no es la respuesta a mi pregunta. – presionó las quemaduras que tenía en sus piernas, disfrutando de los quejidos de dolor que emitía su víctima.

–¡Eres un demonio!

–No, te equivocas. – se burló. –, Tan sólo fui llamado a este mundo para protegerlo, pero soy un simple humano. Los verdaderos demonios, son todos aquellos en el castillo.

La mirada esmeralda que alguna vez tuvo Naofumi había desaparecido, en su lugar sus pupilas se volvieron color blanco y las escleróticas negro.

–¡Eres un asesino! – la desesperación se apoderó de Itsuki. –, Asesinaste a tus propias compañeras y también a la princesa Melty.

La sonrisa burlona que había permanecido en su rostro se esfumó. Sin que su víctima lo supiera, había tocado un tema que jamás debió mencionar.

–Tú... ¡Qué podrías saber tú!

Los ojos de la calavera en el escudo brillaron y en cuanto Itsuki lo vio, todo se acabó para él. Su piel era arrancada lentamente en las partes que aún quedaban de su cuerpo, después fueron los músculos y venas hasta llegar a los órganos. Cuando todo acabó, lo único que quedaba de él eran sus huesos.

–No eres digno de siquiera pensar en ellas...

Una lágrima de sangre resbaló por uno de sus ojos y se dirigió al siguiente objetivo.

–Todos recibirán su castigo por mi propia mano.

Waking The DemonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora