—¿Qué dices te gusta?
—No lo sé al final de cuentas tú eres quién paga.
Lincoln sonrió ante la neutralidad de su esposa. La pelinegra ya tenía cuatro meses de embarazo y la barriga se le empezaba a hinchar, a decir verdad, se veía muy bonita para el albino. Con su piel tan pálida como la porcelana, sus cabello tan negro como la noche y su nariz redonda como una uva. Lucy no había tenido ningún cambio de humor proveniente del embarazo, esa actitud ya la tenía desde chica. Lo único que la amada esposa del albino tenía eran antojos bastantes extraños, y ciertamente, algunos eran muy asquerosos.
—Se me antoja una pizza con piña…
En verdad asquerosos…
—Sí, bueno iremos por una, creo que vi una pizzería a unas calles —el hombre de veintiséis años estaba emocionado, quería compartirle esa emoción a su esposa—. ¿No te gusta? A mí me encanta, es como lo que buscábamos. Es un vecindario agradable, además, Royal Woods queda a sólo media hora de Richmond, podríamos visitar a tus padres cuando sea. También a tus hermanas.
Lucy rozó la yema de sus dedos con suavidad por el pasamanos de madera en las escaleras. A decir verdad, la casa no la convencía. Todos allí parecían ser personas tan radiantes, justo como le desagradaba a ella. Lincoln lo era sí, pero también tenía muchas otras cualidades.
Cualidades con las que se había robado su corazón.
La verdad el pueblo no le agradaba, era muy empalagoso. Hasta el nombre era tonto, Richmond, ese no era nombre para un pueblo lleno de suburbios. A la amante de lo oculto le parecía que ese nombre iba más para un pueblo en las montañas, de esos que tenían lagos atravesándolos.
Tampoco le interesaba mucho la idea de visitar a sus hermanas, no eran tan unidas. Ni siquiera se sentía con la necesidad de verlas, fuera de las ocasiones especiales, claro. Bueno, exceptuando a Lynn… No habían quedado en buenos tratos y lo último que quería era que ella intentara algo con su marido…
Otra vez.
—¿Por qué no vivimos en tu casa? Me gusta tu casa, lo sabes.
Lincoln apreciaba la honestidad de su esposa de veintitrés años, pero ella si que le había tocado un nervio al mencionar esa morada. Se tomó un segundo para calmarse y miró con una sonrisa a la mujer, esa sonrisa bonachona que tanto le gustaba a Lucy.
—Sabes que no me gusta ese lugar. Muchos recuerdos malos están allí.
—Pero también buenos.
Una vez más se tomó un instante para responderle a su mujer.
—Pero los malos son más en comparación, muchos más. Además, quiero tener esto contigo. Una nueva casa. Para ti y para mí. Para nuestra hija. Si no te gusta esta podemos ir a ver otras hasta que te guste alguna. Por mí no hay problema, después de todo, lo único que quiero es complacer a mi amada duquesa.
Lucy se sonrojo medianamente y disimuló muy mal una sonrisa. Hubiera querido ceder a los encantos de su marido y escoger esa casa, pero la verdad no era ni de cerca lo que ella quería. El ático y el sótano sin luz más que la poca qué se filtraba por las diminutas ventanas eran en verdad un acierto a favor, pero el vecindario terminaba por echarlo todo a perder.

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Dead Zone.
FanfictionImagina sentirte triste todos los días. No tener motivos para vivir. Ser burla de todos. Tener que estar a la defensiva todo el tiempo. Sentirte vacía por dentro. Imagina que en el mundo sólo existe una persona que genuinamente te hace reír, llorar...