Comida familiar.

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—Buenos días, Lemy, ¿cómo estuvo tu noche con Lupa?

El chico miró apenado la pared, intentando no mirar directo hacía su tío, aún sentía remordimiento por haberse ido a fumar y posteriormente fugarse junto a su hija a la cripta de algún buen hombre del mundo.

—Normal, tío Lincoln.

Formuló antes de irse a sentar lo más lejos de él, que en cuyo caso era en una esquina, justo a la derecha de Lupa. Lyra los miró inquisitiva, pero decidió no decir nada, prefería guardarse sus regaños para Lemy y no molestar a sus tíos durante el desayuno. La adolescente ya le sacaría la sopa a su hermano, por el momento estaba más preocupada en ver por el rabillo de la puerta a su tía cocinar. Se sentía mal por no ayudarla, pese a la negativa de ésta, la chica aún sentía que era su deber como buena invitada en la casa.

—No eres tú. Quiere aprender a cocinar. Ni a mí me deja hacer comida u ayudarle, y eso que antes yo hacía las hacía todas.

Lincoln adivinó lo que su sobrina pensaba y dijo mientras le hacía un cariño a Lynnwood. Lyra suspiró y miró a su tío con una sonrisa, a decir verdad, lo encontraba muy guapo. No era como si fuera una verdadera donis, pero sin duda su cabello blanco y sus pecas lo resaltaba mucho del resto. Ya sin mencionar lo buena persona que era, además de paciente, véase sólo con su esposa. Lynnwood no se parecía nada en él, más bien había sacado rasgos de su madre. Por el otro lado, Lupa era casi idéntica. Era raro, pero Lyra sentía que de todos en esa mesa, Lemy era quién más se asemejaba a él.

—¿Puedo cargarlo?

—Claro, no te preocupes, no va a llorar por nada que hagas.

Lyra recibió al niño y lo miró con una sonrisa, él simplemente hizo una cara neutra y parpadeó un par de veces. Los brillantes ojos verdes, que Lupa y la tía Lucy tenían, le daban un toque misterioso al bebé. Con eso sacó una nueva semejanza, pues Lemy como su tío Lincoln, tenía los ojos azul cielo. Ella había sacado más rasgos de su madre, como su cabello y su rostro. Lemy había sacado los de su padre…

Ahora que lo pensaba, su padre era casi idéntico en apariencia que su tío Lincoln. Quitando sus dientes y su cabello, pues él era castaño y de una piel ligeramente más bronceada que la de su tío.

Se quitó esos pensamientos de la cabeza y mejor siguió dándole mimos al niño.

—¿Lynnwood? Di Lyra, así, Ly-ra.

El bebé miró a la adolescente, luego a su padre, y regresó con la niña.

—Caca.

El rostro sonrojado de Lyra y las risas de Lupa y Lemy parecieron agradarle a Lynnwood, pues sin necesidad de que la chica se lo pidiera, repitió la palabra.

Lincoln sonrió ante la escena, sumamente satisfecho con lo que se había transformado su vida a estas fechas. Si pudiera ir al pasado y decirle a su yo más joven que resistiera, que lo bueno estaba muy pronto a llegar, no lo haría. Pues como decía Lisa cuando le comentaba la idea, si le decía que iba a pasar nunca iba a suceder. Prefería por mucho aguantarse esos tristes y dolorosos años que perderse estos maravillosos días.

—Comida lista. Casi perdí parte del rostro, pero espero que les guste.

Lucy lo sacó del transe, pues llegó con dos sartenes a la mesa, uno lleno de tocino y en otro con una torre de panqueques. Lincoln no tuvo corazón para hacerle notar lo quemado de los platillos o el hecho de que nadie tenía cubiertos, así que se levantó de la mesa y le dio un beso en la mejilla a su esposa.

—Muchas gracias, Lu. Iré por platos y cubiertos. Tú hiciste el desayuno, pero yo hago la mesa.

Lucy por fin se dio cuenta de aquello y miró con una sonrisa a su esposo, después de todo, y de todas la peleas, era suyo y de nadie más…

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