19. La puerta.

166 11 3
                                    

Hace tres horas que volví a casa, Edward se quedó un rato más en la playa. Me imagino que ya haya vuelto a casa.

Estoy en la cocina viendo la tele, no me ha entrado el sueño todavía y va a ser difícil que me entre. Todo lo que me ha pasado me ha dejado sin ganas de nada. Mi madre en la carcel, la dicusión con Austin, y sobre todo, he perdido ha Christian. Lo único bueno ha sido hablar con Ed. Pero, de todas formas, intentaré hacer las paces con Christian. Cueste lo que cueste. Y con Austin... No sé que hacer. Intentaré no cruzarme con él en un tiempo. Me llamó gallina y seguramente más cosas que no dijo pero que, seguro, estaba pensado.

Tendría que ir ahora, por muy tarde que sea, a hablar con Christian. No quiero que me odie, y tampoco quiero que se sienta mal y hecho trizas. Voy a hablar con él.

Pico a su puerta y, aunque no contesta nadie, entro. La luz está apagada pero él no está dormido. Le oigo llorar.

-¡Vete! - me grita.

-No llores por mi. Sabes que no valgo la pena. Y ahora mucho menos que antes. No quise hacerte daño nunca, porque eres muy buena persona y en pocos días me lo has demostrado. No quiero que me perdones porque no me merezco tu perdón, pero te pido, por favor, ni se te ocurra seguir llorando. Lo mismo que "un hombre es mala persona por hacer llorar a una mujer", las mujeres también. Además, eres mi hermano (aunque yo sea adoptada) y, solo por eso, te quiero.

No dice nada, pero no sigue llorando. Eso me alivia un montón. Me doy la vuelta para salir de la habitación pero Christian me retiene.

-No te vayas.

-¿Quieres qué me quede?

-Quiero preguntarte qué vas a hacer con Austin.

-Estuve pensando en que será mejor apartarme de él por un tiempo y... pasar más tiempo con mi familia.

Esta oscuro pero distingo la sonrisa de Christian. Es amplia y está llena de felicidad. Le sonrío de vuelta. Él se levanta y viene directo a mí, con un pijama de invierno, a abrazarme. Le correspondo el abrazo.

-Te quiero mucho, mucho, mucho. - le digo, contenta.

-No te imaginas lo que te quiero yo a tí.

Se nos escapa una risilla tonta.

-¿Chris? - dice la voz de María desde el salón.

Ya ha llegado de la comisaría.

-Mamá, estoy en la habitación. - contesta Christian.

La puerta de la habitación se abre, y al estar tan pegada a ella, me da con todo el pomo en la espalda. Vaya moratón me va a salir.

-Hija, ¿estás bien?

¿Me ha llamado hija?

-Si - contesto. - ¿Ya está en la carcel?

Con una amplia sonrisa, contesta:

-Por supuesto.

-¿Por qué estabas en su plan? - pregunta Christian.

-Estaba de espía. Llevamos años detrás de ella. Todo empezó cuando vendió a sus hijas, ilegalmente. Tampoco iba a dejar que sufrieran, asi que yo me quedé con Shai y otra familia, rica, se llevo a su hermana. Intentamos arrestarla, pero se nos escapó. Y así estuvimos hasta ayer. Gracias a tí, Shai. Sin esa mente tan prodigiosa que tienes no la hubiesemos pillado.

-Gracias. ¿Son muchos años de condena? - pregunto, intrigada.

-Los suficientes para que no vuelva a hacer más daño.

Los días pasadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora