03: GARDENIA JASMINOIDES

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Gardenia


—Recuerda lo que te dije.

—Sí, padre.

—No quiero que hables con nadie. Sólo escucha y aprende, no quiero que te entrometas ni que nos interrumpas.

—Sí, padre.

—Que te quede claro que sólo estarás allí porque eres parte de la familia real y porque ya estás en edad de educarte en temas del ejército, ¿entendido?

—Sí, padre.

—Bien —el hombre se puso de pie, arreglando su hanbok, y miró a su hijo, quien se mantenía aún sentado, con la mirada baja—. No quiero que llegues tarde. Al General Seo no le gusta esperar.

—Sí, padre —el muchacho respondió una vez más, haciendo una reverencia al monarca mientras éste salía de su habitación. Dos sirvientas se encargaron de cerrar la puerta, dejándolo sólo.

Varios segundos después, al asegurarse de que su padre y las criadas estaban lejos, dejó salir el aire de sus pulmones. No le gustaba tener tantas responsabilidades, ya tenía suficiente con todas las cosas que tenía que aprender sobre la realeza, el palacio, la familia real, su tarea como príncipe y futuro heredero. Era agobiante.

—Su Majestad siempre siendo tan entrañable, ¿no es así?

Jungwoo se sintió calmado en cuanto escuchó esa voz detrás de él. Había estado callado todo ese tiempo, ya que no tenía permitido hablar mientras Su Majestad estuviera en la habitación.

El príncipe se volteó y sonrió al muchacho que se encontraba a pocos metros.

—Espero no volverme como él cuando me vuelva emperador —comentó, levantándose y caminando hacia su cama. Se sentó y observó a su eunuco acercarse, quedando de pie frente a él. Cuando éste sonrió, Jungwoo sintió esa familiar calidez en su pecho y no pudo evitar que su sonrisa se ampliara.

—No creo que eso sea posible. Su Alteza tiene un corazón demasiado noble —sus miradas se encontraron y ambos soltaron una pequeña risa.

—Tienes demasiada fe en mí, Doyo —habló, ahora sin tecnicismos. Agradecía poder hablar así con alguien, porque tanta formalidad terminaba por marearlo al final del día.

—Quizás es porque te conozco muy bien —rebatió el otro, guiñándole un ojo, lo que terminó por teñir sus mejillas de rojo.

—Podría haberte engañado, ¿sabes? Quizás soy despiadado y te he convencido de que soy una buena persona —dijo, divertido.

—Hmm, quizás. Aunque viéndolo de ese modo, podrás manipular muy bien al pueblo si lograste hacerlo conmigo —Jungwoo soltó una risa y miró al mayor a los ojos. Su pecho se sintió cálido y sus dedos cosquilleaban por las ganas de poder tomar su mano.

Pedío louloudión ᵈᵒʷᵒᵒDonde viven las historias. Descúbrelo ahora