𝑋𝐼

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Tres días exactamente pasaron desde que enviaron a Jeon al edificio del fondo, no sabía absolutamente nada de él y más aún me angustie cuando su terapeuta me mencionó la reciente muerte de su madre. Estaba allí solo, con frío y probablemente, muy pero muy desahuciado.

Supe que el alimento en ese edificio de rezagados era decadente y temía que estuviese famélico. Jungkook es muy sensitivo, sobre todo con el olfato, ese lugar debe ser una tortura, pues John, el terapeuta, me comentó que era como una cárcel con sus inodoros junto a la cama, de un colchón acartonado.

-Pero, ¿Él que te dijo?

Le insiste a John un anciano de casi 80 años con olor a tabaco y a pour un homme de caron*, además de el nuevo terapeuta, para que me comentara su sesión con Kook.

Su ética profesional le decía que no era lo correcto divulgar sentimientos íntimos de sus pacientes, pero ante mi desesperanza y el evidente ocaso por el que pasaba Jeon, prefirió comentarme. Así como una suerte de heraldo, comenzó a contarme los más íntimos secretos de su paciente.

-Kook está realmente mal, no está alimentándose bien, y no lo culpo, el alimento que vi se podría llamar de muchas formas menos alimento. Es una ciénaga en un plato de plástico muy mal lavado.

>>Con respecto al lugar, pues, no hace falta mucho detalle, es miserable por donde lo observes. Kook no debería estar allí, allí no te curas, te pones peor. Vivir entre tantos gritos y descontrol, sonidos de socorro, cadenas contra cuerpos, cuerpos contra suelos. ¡Dios! Es tan medieval.

No pude evitar derramar lágrimas de impotencia, no solo por Jung sino también por el hecho de saber que a escasos pasos de mi había seres humanos siendo heridos por padecer una enfermedad.

A medida que el anciano narraba su experiencia en ese edificio de las torturas, más me convencía que debía sacar a Jungkook de allí.

...

Era una noche tempestuosa cuando llegué con Federico de la mano, completamente empapados, a la casa de Sara, con la excusa de que debía revisar unos documentos extras en el sanatorio, dejé a Federico en casa de mi amiga.

John me esperaba frente al enorme portón de dos fustes anchos y rejas de hierro forjado ornamentadas al estilo art nouveau. Vestía un sobretodo  impermeable beige  y un enorme paraguas negro.

-Ven niña- llamó mi atención. Apurándome hacia la reja. - Debemos hacer esto rápido.

Con ayuda de John logre ingresar a la institución sin ningún problema, a él lo dejaban ingresar en cualquier horario y portaba su propio juego de llaves de todas las instalaciones.

No voy a negar que su actitud conmigo y JungKook me resulto de lo más insólito siendo que hace poco había comenzado a trabajar para el sanatorio, pero no me cuestione demasiado, debía hacer algo por aquel chico fastidioso, luego tendría tiempo para interrogar al terapeuta.

-Debes ingresar con mucho cuidado, y asegúrate que en la habitación este Jeon y no otro individuo, no sea que te encuentres con alguien indeseado.

-¿Lo dices por los enfermos?

-Lo digo por los enfermeros. Ellos son más perversos que la mitad de los que allí padecen sus últimos días de existencia. Ahora, ve niña, cuanto antes mejor.

Sin dudarlo dos veces, atravesé la enorme sala de televisión y de allí a la cocina, donde se encontraba la puerta de servicio; camino más directo hacia las instalaciones.

Corrí bajo la lluvia, con precaución de no tropezar con algo en aquel camino de tierra, rodeado de árboles.

Al llegar frente a la puerta de arco apuntado, un frío recorrió mi espalda. Ese lugar, a oscuras y con esta tormenta, resultaba aún más tenebroso. Parecía que las nubes violáceas rondaban sobre la torre más alta como si una fuerza las conduciera allí.

Suspiré una vez más y saque lo último que me quedaba de coraje e ingrese a las instalaciones.

Estaba en completa oscuridad, la única habitación iluminada era la que se hallaba frente a mí, la de seguridad. Me asomo por la apertura que daba a ella. El guardia se encontraba dormido, la tele había dejado de funcionar y solo era estática (seguro funciona con antena y la tormenta era la causante de su falla).

Luego de mi análisis innecesario, me dedique a buscar con la mirada las llaves de las habitaciones. Estaban todas en un enorme mueble. Supuse que sería un sistema de lo más casero, a pesar de ser de alta seguridad.

Con suma cautela ingrese en el reducido espacio y tome las llaves del primer piso. Sabía que mi plan era riesgoso, pero no podía tomar todas las llaves de cada piso. Solo tendría que volver dos veces más.

Primer piso, nada.

Segundo piso, nada.

Tercer piso, nada.

A estas alturas me estaba preocupando, ¿Dónde enviaron a Kook? Estaba por romper en llanto por la frustración, cuando, al ver que el guardia se movió, divise un último manojo de llaves, en su cinturón. Y en ese momento recordé la torre, era el único lugar que me faltaba revisar.

Me acerque con sigilo al guardia y cuando intente tomar las llaves, el enorme reloj de la torre dio las 12 y un sonoro relámpago hizo que la poca luz que allí había se esfumara, el guardia se removió en su asiento y salí corriendo de allí, escondiéndome en la oscuridad.

Lo vi salir con una linterna en la mano, al apuntar hacia mi dirección me escondí tras una espantosa escultura de un anciano desnutrido con sogas en sus brazos y gritando hacia arriba.

-Que ocasional. - pensé con sarcasmo a ver semejante aberración artística.

Escuche a los lejos las llaves resonar en los pasillos, me quede en mi posición hasta que el sonido se hizo tenue desapareciendo a lo lejos.

No me di cuenta de lo tensa que estaba mi respiración cuando la largué en un suspiro.

¿Qué debía hacer? ¿Seguir con mi búsqueda o salir de allí? Considerando las circunstancias, solo, salí corriendo de allí. Corrí como si mi vida, si es que así era, dependiera de ello. Corrí tan distraída mirando hacia atrás que no me percaté de una enorme piedra en el camino. Tropecé y me dio un buen raspón. Unos segundos quejándome y luego solo levante la mirada, frente a mis ojos una enorme estatua de un hombre encapuchado sentado, con un lápiz en una mano y un bastón en la otra.

Me reincorpore y me acerque a la placa, algo gastada por el tiempo y cubierta de malezas.

Froilán Waller, escritor, siempre en nuestros corazones. Tu familia.

-Es una tumba. - Me dije a mi misma.

Lo que más me llamó la atención fue el símbolo que allí se encontraba, era tan similar a un collar que mi madre me obsequió.

Un relámpago me saco de mis pensamientos y corrí hacia el sanatorio. En la entrada me esperaba John.

-¿Lo pudiste ver?

-No, no pude.- Le respondí algo agitada, apoyando mis manos sobre mis muslos para recuperar el aliento.

-Descuida, mañana veré que puedo hacer. Por el momento solo ve a casa y descansa. Mañana te prometo que Jeon estará de regreso.

Y dicho y hecho, John me envió de regreso al departamento. Al llegar aproveche el estar sola, me duche y tome un té.

Saque del fondo de mi armario la caja de mi difunto abuelo donde guardó varios objetos; entre ellos, el collar.

Efectivamente, era el mismo símbolo, un árbol que sus ramas y raíces, en forma decorativa, se unían creando un circulo alrededor de la corteza.

¿Qué significaba esto? ¿Será algún símbolo mundial de la fortuna? Iba a buscarlo, pero la electricidad no me lo permitió, pues la habían cortado. Así que me tuve que resignar con dormir, dejando atrás un día de objetivos inconclusos.



*Perfume creado en 1934 por el ruso Ernest Daltroff.

You never walk alone.-Jungkook.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora