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Philipe

Desperté con los primeros rayos del sol y con una sonrisa en mi rostro. Por fin todo había pasado, el monstruo había sido derrotado y por fin pude alejar a Christine de ese demonio.

Decidí levantarme, debía estar aseado para poder tomar un delicioso almuerzo con Christine. Solo pensar que ahora ella se encontraba bajo el mismo techo que yo me complacía totalmente. Ahora ella estaba a mi alcance.

Una vez vestido con un fino traje dorado y totalmente limpio, bajé al vestíbulo.

"Melody, despierta a la señorita Christine para el almuerzo." dije a una criada que iba pasando a mi lado. Ella solo asintió.

Decidido, me senté a esperarla en uno de mis sillones favoritos y tomé el periódico más resiente.

"Fantasma de la Ópera vuelve a aparecer"

Después del terrible fiasco de la soprano Christine Daaé, el temido Fantasma de la Ópera no tuvo problema en hacer de las suyas y derribar el candelabro causando un gran revuelto en la sala. Momentos después la joven había desaparecido sin rastro alguno.

No pude seguir leyendo, como odiaba a ese hombre que deseaba lo que es mío, pero yo me encargaré de que pague cada cosa que ha hecho.

"Disculpe, Conde..." dijo una voz temblando, distrayéndome de mis pensamientos sobre venganza.

"¿Qué ocurre, Melody?" estaba muy frustrado.

"La señorita Daaé no está."

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Erik

Me encontraba en el tejado de la Ópera, en este momento estaba hecho un remolino de emociones y la única manera de calmar mi mente inquieta, era ver el obscuro cielo y apreciar las estrellas.

Mi atención se concentró específicamente en una de ellas, era tan brillante y alejada de todas las demás, sin duda era mi estrella favorita de la noche. No pudo evitar pensar en Christine, tan joven y hermosa que cualquier hombre desearía tenerla a su lado y cada mujer sentiría una envidia ciega.

Terrible jugada del destino poner a un ángel como ella en mi vida, tan cerca pero tan fuera de mi alcance, como si fuera la muñeca más hermosa de una vitrina que yo jamás podría traspasar.

Todos mis instintos se pusieron alerta cuando escuché pasos del otro lado de la puerta que daba al tejado y por costumbre me escondí entre las sobras para evitar ser visto por el hombre que acababa de salir.

"Erik, no hace falta que te escondas, soy yo."

"Gerard. ¿Cómo supiste que estaba aquí?" me hice visible ante sus ojos y me acerqué un poco más.

El regreso del ángel «Phantom of the Opera 1990»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora