Regresa la familia Galaxia para demostrar de nuevo su gran talento con nuestros segundo mes galáctico...
Todos estamos reunidos en la gran noche estrellada para soñar en grande y descubrir que el único capaz de detener nuestros sueños somos nosotros...
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"Vivido, literalmente del pasado de vivir. También conocido como muerte"
~Los Chicos del Hambre, David Arnold~
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Miles de gotas se deslizan por el vidrio, formando una perfecta cortina de agua. El inundante aroma a lluvia, que carga el viento otoñal, se cuela por el pequeño hueco continuo a la ventana. Por fuera, la inquietante sensación de calma similar a los minutos antes de que ataque el monstruo, no es nada que ver a comparación del terror asfixiante que se vive dentro del apartamento.
Julia y Daniel eran una pareja ejemplar, envidiable, pero el vaso se rompe y la bestia despierta. El maquillaje se corre y las imperfecciones salen a escena. La pareja pelea y el primer golpe llega.
Julia contempló como vivían sus padres, como vivían felices, y a veces, el como vivían tristes. Pero nunca los vio vivir muertos.
No como ella y Daniel lo hacían a diario.
En el último mes, no tenían ánimos ni para gritarse, ni para moverse. Al menos en el día, ya que el muchacho llegaba pasadas las 2 am todas las noches, y Julia fingía el no darse cuenta.
Sus tardes se resumían en cada uno por su lado, en ambientes separados. Hasta que la hora de cenar interrumpía, y la chica se veía obligada a salir de su cueva para cocinarle a su novio, antes de que éste se levantara y la llevara de los pelos, como tantas veces la había amenazado.
Julia no trabajaba, dejó de hacerlo bajo órdenes de Daniel, "Tus compañeros no me agradan" "Llegás tarde, ¿Dónde estabas?" "¿Por qué no me atendés?", y demás reclamos la recibían al llegar a casa; hasta que un día, Daniel renunció por ella.
Ella vivía muerta, su vida social se había reducido a mensajes de texto controlados por su novio, tenía prohibidas las redes sociales y no salía a la calle.
Su grito perfora el silencio, al tiempo que el puño de su novio se estrella contra su mandíbula, quien prosigue a intentar besarla, ella intenta zafarse en vano, recibiendo una cachetada acompañada de un rodillazo en la barriga que logra desestabilizarla. Su cuerpo se arrastra por el piso, golpeando fuertemente su cabeza contra la punta de la silla, terminando con su vida de la peor forma posible.
Daniel se detiene y contempla lo que acaba de hacer, comienza a hiperventilar al tiempo que zarandea a Julia para intentar reanimarla, al ver que sus esfuerzos son inútiles, maldice y arroja un jarrón al piso, haciendo que los pedazos se claven en el rostro de su ex novia.
Tic - Tac, el reloj avanza y el muchacho arroja el cadáver de Julia al contenedor de basura, dentro de una bolsa, los ojos de la chica lo miran fijamente, a lo que el baja sus párpados, como si esto fuera a librarlo de la culpa.
De repente, un grito de sorpresa se hace presente en la escena, su dueña, una mujer de unos cuarenta años, intenta correr, pero la bala es más rápida, y se desploma en el piso con un golpe seco.
Entonces Daniel corre asustado a su departamento, arma un bolso, bajo la estricta presión del miedo, y corre otra vez escaleras abajo.
Pero sus planes se desmoronan, viendo frente a él dos patrulleros y a tres policías apuntándole.
Ahora la gente se preguntará ¿Dónde quedó el chico tierno y dulce que no mataría a nadie?
Pues nunca existió.
Ellos vivían claro está, pero vivían muertos y demacrados. Y si, hablo del pasado de vivir, ya que a la pobre muchacha ya le llegó su hora, y él tendrá que esperarla en prisión.
