La dejo con cuidado sobre la cama y en cuanto su cuerpo hace contacto con el colchón, sus brazos salen de mi cuello al mismo tiempo que un quejido se escapa de su boca. Apoya la cabeza sobre la almohada y me mira fijamente, yo paso mi mano por su frente apartando el pelo haciendo que ella cierre los ojos unos segundos.
- ¿Cómo te encuentras pequeña?- No dice nada solo abre los ojos de nuevo con una mirada más cansada de lo normal, en realidad nunca la había visto así, siempre está llena de energía y de vida pero, esta vez hay muy poco de ambas cosas en ella.
- Bien.- Intenta sonreír pero en el medio empieza a toser, le acerco un pañuelo para que, en caso de que pase lo mismo que la vez anterior, no se manche las manos. Cuando para de toser mira el pañuelo, casi no hay sangre.
- Tenemos que hablar.- Ella me mira asustada y yo me inclino para besarle la frente con cariño mientras busco una de sus manos para sujetarla.- No podemos seguir haciendo como si nada, me encantaría pero, esto no es una película y por mucho que lo ignoremos no va a desaparecer por arte de magia.
- Estoy bien.- Noto el gran esfuerzo que tiene que hacer simplemente para pronunciar dos palabras, es increíble lo bien que estaba ayer, su sonrisa y vitalidad mientras estaba sobre la tabla de surf riéndose de mi y ahora casi no puede ni hablar. Ni siquiera han pasado 24 horas.
- No lo estás, mira lo que pasó ayer, y como estás hoy. No estás bien.
- Michael...- Pero no es capaz de seguir la frase, vuelve a toser durante unos segundos.
- Tal vez deberíamos volver a Londres y pasar una temporada allí tranquilos y cuando te recuperes un poco podríamos retomar la lista.- Niega con la cabeza tan despacio que parece que lo hace a cámara lenta.- Quiero lo mejor para tu salud.
- Va a ir a peor, no voy a mejorar.
- Claro que lo harás, has vivido muchas emociones en muy poco tiempo solo necesitas un descanso para coger fuerzas.
- Mike...
- Por favor.- Noto el temblor en mi voz, odio hablar de estas cosas.
- Es cáncer, no un resfriado. No se va con un poco de reposo.
- Por favor, solo una semana, siete días de descanso en nuestro piso, no te pido más.
- Nuestro piso.- Su sonrisa ilumina de nuevo su cara de tal forma que parece eliminar cualquier rastro de enfermedad en ella.
- Siempre será nuestro piso, aunque estuviéramos allí muy poco tiempo. Entonces ¿aceptas?
- Quiero ver el puente de la Bahía de Sydney antes de irnos.
- Iremos mañana, antes de que amanezca, así podrás tachar otra cosa más de tu lista.- Ella asiente.
- Michael, ¿arreglarás las cosas con tus padres antes de irnos?
- No creo. Pero no te preocupes por eso ¿vale? Yo estoy bien, te tengo a ti.
- ¿Por cuánto tiempo?
- No digas eso.- Mi voz suena tal vez más cortante de lo que esperaba pero odio que ella hable así, que ya haya aceptado que su final, nuestro final, está cerca.
- Sabes que tengo razón.
- No, te pondrás bien tras esa semana, ya lo verás y todavía podremos vivir muchas cosas juntos.- Ella niega con la cabeza.
- Prométeme que cuando me vaya seguirás con tu vida y arreglarás las cosas que tengas pendientes.
- ¿A qué te refieres?
- A que busques trabajo de lo que te gusta incluso puedes intentar crear un grupo, tocas muy bien la guitarra, o podrías ser profesor y volver a Sydney a demostrarle a tus padres que lo has conseguido. No quiero que cuando me muera te encierres en casa a llorar, quiero que empieces a cumplir tus sueños. Uno por uno.- Yo intento sonreír.
- No tenía pensado quedarme en casa a llorar, soy un hombre, los hombres no lloran.
- Prométemelo.- Está completamente seria.
- Puedo prometerte que haré todo lo posible por cumplir mis sueños pero, no que no sufriré cuando me dejes y lo sabes.
- Michael, todavía tengo sueño ¿es normal?
- Supongo. ¿Quieres dormir?- Ella asiente.- Te dejo entonces.
- No, quédate.- Sonrío y me acuesto a su lado sobre las mantas, ella apoya su cabeza en mi pecho y enreda sus piernas con las mías.- Te quiero y perdóname por todo esto.- Yo beso su cabeza y sé que no es necesario que le diga nada más. No tengo nada que perdonar.