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Sus manos se aferraron al marco de la ventana, haciendo fuerza con sus brazos para poder ver a través de ella. Se paró de puntitas sobre la silla que había arrastrado hasta que quedara debajo de la angosta ventana, todo para poder ver hacia afuera. Sus ojos azul cobalto brillaron de emoción cuando vio la nieve caer, las copas de los árboles adornados de blanco, al igual que el verde pasto.

A veces, JiMin le dejaba salir al patio, dejaba que el sol tocara su muy blanca piel y que su cuerpo se calentara. A veces. En los últimos años, JiMin le había dado ciertas libertades. Por ejemplo, ahora podía caminar a ciertas partes de la casa, casi todas, menos a la sala, en donde estaba la puerta y el teléfono, y a ciertas habitaciones donde habían ventanales sin asegurar. JiMin había modificado la televisión para que solo pudiera ver ciertos canales, poniéndole contraseña a los que estaban prohibidos. Pero él era feliz así.

Bajó de un brinco de la silla y corrió escaleras arriba. JungKook no soportaba estar mucho tiempo en el sótano, literalmente, había pasado como cinco años metido ahí, hasta que JiMin lo dejó libre. Entre comillas.

— ¿Puedo salir?

Preguntó cuando llegó a la cocina. De espaldas a él, había un hombre cocinando. Su cabello era negro, muy negro, tanto que llegaba a ser de un color muy profundo y hermoso, casi se podía apreciar matices azules en él. JiMin siguió en lo suyo, considerando la propuesta de JungKook. Podía dejarlo salir ahora, unos diez minutos hasta que el desayuno esté listo. Le parecía bien. Soltó un suspiro y volteó a verlo.

—Solo hasta que sea hora de desayunar. No cruces la cerca, si voy y no te encuentro, sabes lo que te va a pasar—Dijo, sus ojos negros como el carbón brillaron peligrosamente, sus labios estaban apretados en una fina línea seria. JungKook tragó el nudo que se había acomodado en su garganta y asintió.

—Sí, entiendo—JungKook se dio la vuelta, entre emocionado y temeroso. Caminó unos segundos por los pisos de madera, hasta que la ronca voz de JiMin lo detuvo.

—JungKook—Llamó.

— ¿Sí? —Se giró un poco, solo lo suficiente como para ver su rostro. Hubo un pequeño silencio que hizo el ambiente más tenso de lo que ya estaba.

—Te quiero—JungKook respiró hondo y tragó, tratando de bajar el nudo en su garganta. Otra vez.

—También te quiero, JiMin.

Y, con eso, se fue.

Síndrome de Estocolmo [JIKOOK] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora