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Después de eso, JungKook salió por unos pocos minutos, pero fue suficiente para que se cubriera de nieve. Caminaba con pasos saltarines y alegres por la poca nieve que cubría el pasto, estiraba y alzaba la mano intentando que esta se cubriera de nieve. Cuando era pequeño, siempre quiso conocer y tocar la nieve, en el lugar en donde vivía jamás había nevado, eso le daba la pista de que JiMin lo había llevado a otro lugar, lejos de donde vivía. Cuando JiMin lo llamó, JungKook apareció con la parte de arriba de su cabeza completamente blanca al igual que sus hombros, y su nariz y mejillas rojas por el frío.

JiMin lo miró por unos segundos a la lejanía, negó con la cabeza mientras el menor se acercaba. JungKook sonrió. Algunos pensarían que es raro sonreírle a la persona que te tiene secuestrado, pero JungKook ya tenía diecinueve años, ya habían pasado ocho años; siempre conviviendo con la misma persona. Y JiMin ya no lo trataba como basura, no como antes. Todavía podía recordar cuando intentó escapar, JiMin lo había descubierto y había azotado su espalda con un cable. JungKook todavía tenía las marcas en su espalda y eso había sido hace seis años.

El mayor estiró su mano y la sacudió sobre la cabeza pelinegra, tratando de quitar la nieve, a veces JungKook se comportaba como un bebé, uno gigante, a veces ni siquiera parecía que tenía casi veinte años. Movió su mano y desenfundó la bufanda que traía alrededor de su cuello para volver a ponerla alrededor del cuello y nariz de JungKook. Lo agarró de la mano y lo llevó adentro, amando la bonita sensación que atravesó su cuerpo.

La comida de JiMin no era mala, era buena, más buena que la que él hacía, tenía que admitirlo. Además de que JiMin no lo dejaba tener acceso libre a los cuchillos, él tenía que estarlo vigilando cuando cocinaba y eso incomodaba de sobremanera a JungKook. Por lo que cuando llegó a la cocina y olió el delicioso aroma, su estómago gruñó.

—Siéntate—Ordenó JiMin y él no rechistó en ningún momento. Bajó la bufanda de sus labios y comenzó a comer cuando JiMin lo hizo.

Así eran sus días, todos sus días. Lo único que lo hacía sentir mejor era cuando el mayor lo abrazaba o besaba, sus besos era muy delicados, casi nunca lo hacía, pero cuando lo besaba, JungKook quedaba en una parte entre el sol y la tierra. Muy lejos como para poder establecer una conexión entre su cerebro y su corazón.

— ¿En qué piensas?

—En ti—Dijo sin pensar, quedando sin poder mirar a otro lado que no sean esos oscuros ojos. Casi podía sentir que estaba volando, la cosa favorita de JungKook eran los ojos de JiMin. Podía pasar horas y horas solo viéndolos.

JiMin no dijo nada, solo se estiró y lo besó. Entrelazando sus labios con suavidad, no era nada agresivo como uno pensaría. El beso se sentía raro, prohibido. Pero, aun así, nadie se detuvo. Apretó sus manos en puño, intentando procesar la sensación, deseando más y más, pero solo duró unos escasos segundos. JiMin se separó de él, dejando escuchar un suave chasquido.

Sin decir nada, se volteó y siguió comiendo.         

Síndrome de Estocolmo [JIKOOK] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora