1. La carta

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"El fuego ahoga a todo mi pueblo.
Ha sido una emboscada, aprovechando la densa neblina que llegó hace un par de días.
Las tropas de Osgentir han cambiado el color marrón de sus banderas por el negro y han pasado al ataque.
Apenas tuvimos tiempo para reaccionar, nos superaban en número y armamento.
Traían antorchas con las que han incendiado las viviendas que formaban el perímetro de Tésido, el lugar donde he pasado toda mi corta vida y que, ahora mismo, está en llamas.

Van de casa en casa matando a todo aquel que quede vivo. No quieren supervivientes. Ni si quiera los animales. No llaman la atención y así evitan que los pueblos de alrededor se enteren, pues estos serán los siguientes.

No sé lo que quieren, pero la región de Sopheal corre un grave peligro. Espero que ".

Una niña de unos 14 años escribía lo más veloz que podía en un pergamino amarillento hasta que se detuvo en seco debido a un ruido muy fuerte, como el de un portazo. "¡Ya sabéis, todas las habitaciones!" Es el único sonido de voz humana que escuchó a parte de los gritos de socorro del exterior. La chica tomó una bocanada de aire. Se escuchaban pasos pesados subiendo unas escaleras que parecían interminables, pero muy a su pesar, no lo eran. Cuando por fin recuperó el aliento, se apresuro para enrollar el pergamino y atarlo a la pata de una pequeña Águila. Esta miraba atentamente el pálido rostro de la niña desde un lado del escritorio.

- Vuela lejos, puedes ser importante - le susurró.

Justo cuando se aseguró de el nudo era lo suficientemente fuerte, la puerta de su habitación se abrió con otro golpe, esta vez mucho más intenso. Dos hombres de mediana edad entraron lentamente y observaron con aire malicioso a la chica, que se giró hacia ellos. El primero era algo más bajo que el otro, pero mucho más intimidante. Sus rostros barbudos estaban cubiertos por hollín debido al potente incendio que castigaba al pueblo.
Ambos portaban una armadura negra poco desgastada y una espada tan reluciente que, en el angulo correcto, la niña podría haber visto reflejada su cara de pánico.

- Vaya, vaya. Si solo es una niñita -dijo entre risas el primer hombre mientras el otro terminaba de entrar por la puerta que habían destrozado.

- ¿Cuántos años tienes? ¿11? -siguió burlándose su compañero con el mismo tono de voz infantil.

¡So... sois unos co... Cobardes! -consiguió articular la chica reuniendo el valor que le quedaba.

-Por favor, no me hagas reir -contestó el más bajito prolongando el ambiente cómico-. ¿Y qué es eso que tiene tu pájaro en la pata?

Y justo después de formular la pregunta las sonrisas se desvanecieron. Aquel pergamino podría poner en un serio aprieto todos sus planes. La niña no tardo en reaccionar:

¡Vamos! ¡Vuela!

Y soltó al amimal casi lanzándolo contra la ventana. Este despegó las alas justo a tiempo para elevarse un poco, evitar chocar contra el borde inferior y salir limpiamente de la habitación.

-¡Disparad a ese pájaro! -gritó con todas sus fuerzas uno de los hombres asomándose por la misma ventana.

Todos los que podían, no perdían detalle: La primera flecha pasó de largo muy desviada y
esquivó la segunda haciendo un giro ágil y elegante. Pero con la tercera no hubo tanta suerte y rozó el ala derecha del animal. Este empezó a caer precipitadamente pero, antes de que alguien pudiera lamentarse o cantar victoria, remontó el vuelo y se elevó aún más alto. Las otras flechas ya no la alcanzaron.

"Al menos uno de los dos saldrá vivo de aquí esta noche" pensó la chica contemplando cómo una mancha, aun más oscura que el propio cielo nocturno, volaba hacia el norte.

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Milos estaba prácticamente quieto, con las dos manos en la espada, observando a su adversario. Este hacía lo propio, a pesar de ser más alto y fuerte. Cualquier movimiento en falso podría ser una derrota inminente. Milos decidió atacar primero, su rival se defendió. Lanzó dos golpes más pero también fueron rechazados. Sin embargo, la potencia con la que impactó el arma hizo que el defensor perdiese el equilibrio y cayera hacia atrás.

-¡siete a cinco! -exclamó Milos mientras lo levantaba del suelo.

- ¡Eso no es justo! Solo me he tropezado.

- Es verdad Herin, pero, ¿qué hubiera sido si yo fuese tu enemigo?

- Y sobretodo si estas espadas no fuesen de manera. -contestó rápidamente con una sonrisa tan contagiosa que hasta su amigo empezó a reírse.

- Es increíble -una voz joven y femenina irrumpió en la conversación-. De estar matándose a estar riendo.

Ambos se sorprendieron y se fijaron en la dueña de esa dulce voz. Estaba sentada a unos 5 metros, bajo la sombra de un árbol, leyendo un libro.

-¿Cuánto tiempo llevas aquí Andra? -preguntó Herin.

- Más que vosotros.

Todavía no había separado la vista del libro y esto molestó a Milos:

- ¿Qué estás leyendo? ¿acaso es más importante que nosotros? -consiguió ver el título en la portada-. ¿Los misterios de Elía? ¿ de dónde lo has sacado? Seguro que es uno de esos libros que papá te tiene prohibido coger.

- Lo es, pero papá no se enterará. Al igual que tampoco sabrá que usáis con frecuencia sus espadas.

Andra levantó la cabeza y guiñó un ojo a Milos, que se enfadó aun más ya que no podía hacer nada.

El chico de los ojos oscuros y pelo claro, Herin, se limitaba a observar tranquilamente los conflictos entre los hermanos, a los que ya estaba acostumbrado. No se solía meter en medio porque siempre lo acababa pagando.

Andra y Milos solo se parecían en el físico: piel clara, pelo oscuro y ojos claros ( verdes, los de la chica y azules los de su hermano). A pesar de tener dos años menos, Andra es más inteligente, pues lee todo lo que está a su alcance. Milos, por contrario, no leía apenas nada, pero entrenaba para llegar a ser un buen guerrero. Su objetivo era formar parte de las tropas de su padre y defender la región de Nodinfer. Sobretodo Iriato, la ciudad donde viven.

-¿Qué es eso? -dijo Andra muy asustada señalando al cielo.

Una especie de ave caía en picado desde una gran altura. Los dos chicos se dieron la vuelta y vieron cómo el animal se estrelló a gran velocidad en un llano a un kilómetro de donde se encontraban.

-¡Vamos! -dijo Milos poco después de echar a correr.

Los otros dos le siguieron.

*Editando*

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