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No podía creer lo que miraba, de no ser que estaba frente a sus narices jamás lo hubiese creído, Arthur Pendragon estaba delante de él disculpándose, Merlín reconocía que se había pasado un poco ignorando a su rubio amigo de esa manera, pero ninguna otra idea sobre cómo hacer que tomara un poco de consciencia dentro de esa cabeza donde solo había aire le llegó.

-Ya puedes parar- le dijo algo cansado del "no lo vuelvo a hacer", porque claro que lo volvería a hacer, era Arthur.

El rubio lo miro aliviado, estaban en el jardín de Merlín como siempre, ya era tarde y si Gaius los escuchaba les iría peor que la vez anterior.

-¿Y qué pasó con Gwen?- pregunto el pelinegro tirándose boca arriba en el pasto.

Un sonoro suspiro salió de los labios de Arthur mientras se dejaba caer en el estómago del contrario, un día sin él le dejo exhausto, desde niños no pasaban demasiado rato apartados hacerlo le daba una sensación extraña, casi desagradable, Merlín era un elemento indispensable dentro de la rutina.

-Sigo sin saber que hacer- admitió sin vergüenza alguna el joven Pendragon- no lo he pensado bien.

Ambos se quedaron en silencio, uno intentando dar soluciones y otro hundiéndose en su estómago.

-Tengo una idea- estalló de pronto Arthur- Merlín, salgamos.

Al pelinegro se le coloreo el rostro- Estas loco.

-Un poco tal vez, pero podría funcionar- continuo Arthur- si ve que estoy saliendo con alguien más me dejara tranquilo.

-No me uses para evadir tus problemas.

Merlín estaba ofendido nuevamente, se levanto dispuesto a dejar solo al rubio, sin embargo un tirón en la manga del suéter lo hizo sentarse de nuevo.

-Sólo sera por un tiempo- insistió Arthur.

-No.

De vez en cuando el pelinegro era muy rígido, ni la terquedad de Arthur lograba moverlo cuando realmente era algo indeseable para él. Merlín se sentía mal al negarle algo a su amigo, sin embargo, dejando a un lado su moral por la salvajada que pretendía hacerle a una jovencita, no pretendía aumentarle el ego al niño rubio. Arthur era el capitán del equipo de fútbol, alto, bien formado y mentón fuerte que recibía, aún que no de manera exagerada, múltiples propuestas de distintas mujeres, la mayoría del tiempo las rechazaba.

-Vamos, ¿quién no querría salir conmigo?

Merlín sintió el vaso desbordarse, el rubor en sus mejillas, que hasta entonces se mantuvo se fue descoloreando.

-Yo, Arthur, a mi no me gustaría salir contigo- el rubio lo miro sorprendido- eres mi mejor amigo y sólo te podre querer como tal.


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