Sueño hace ya tiempo
Cuando había esperanza y vivir valía la pena
Soñé que el amor no moriría nunca
Soñé que Dios perdonaría
Entonces era joven y valiente
Y se hacían, se usaban y se desperdiciaban sueños
No había rescates que pagar
Ni canciones sin cantar, ni vino sin probar
Pero los tigres vienen de noche
Con sus voces estruendosas
Al igual que te arrancan la ilusión
Vuelven tu sueño en vergüenza
Los miserables
Una sensación de vacío se situaba dentro de su pequeño corazón. Sentir como poco a poco ese mundo que rebosaba de color y brillo se hacía más obscuro y sombrío le aterraba, pero no había nada que hacer.
Se resignó a que su vida seguiría sumergida en tinieblas por el resto de su vida por lo que se enfocó en cosas menos deprimentes.
Sus padres la hicieron dejar la escuela para protegerla y así no fuera víctima de algún mal intencionado. Si sólo hubieran sabido en ese tiempo que el excluirla del mundo la hacia un blanco fácil para esas personas de mal corazón.
Ella no hizo esfuerzo por contradecirlos. Era verdad que su discapacidad la hacia blanco de burlas y comentarios crueles pero ella se sentía fuerte al no dejarse intimidar por esos susurros en los corredores. Era joven pero de espíritu fuerte y sentía que eso era suficiente, pero sus padres no pidieron su opinión y la aislaron en casa con profesores particulares.
Los primeros días agradeció no tener que despertar tan temprano para sus clases pero con forme avanzaban el tiempo se aburría de la cotidianidad. Su único contacto con el mundo exterior además de los maestros era su amiga Kyoko. Se conocieron desde niñas, antes de que la rubia perdiera la vista. Al ser sus madres vecinas y amigas la relación entre las menores brotó con naturalidad.
Ella le contaba de paisajes fantásticos y colores que brillaban en el cielo. Le recordaba como el pasto decoraba los prados y el azul del cielo rebosaba de paz. Ella era sus ojos y esa ancla a tierra que la mantenía cuerda en su prisión de cristal.
A veces escuchaba las aves que volaban por su ventana y se preguntaba si podría reconocer cosas por el sonido que emitían. Estaba tan sola, tan aburrida de tener que pasarla en su obscura habitación que empezaba a experimentar por cuenta propia juegos diferentes. Hasta que conoció la música.
Bebía el té con Chimizu en la sala cuando la mayor cuestionó que era esa cosa en forma de cono que estaba en la esquina. Hitoka no sabía a lo que se refería pero plantó la curiosidad en ella. Cuando su padre llegó descubrió que aquella cosa extraña era una gramola. La tocó con sus dedos encontrando curiosa su forma, su padre le mostró para que servía y como se utilizaba.
Su padre amaba la música clásica y le enseño a amarla de la misma forma. Después de eso, Hitoka pasaba las tardes escuchando los discos viejos de su padre en la sala. La música que escuchaba desbordaba pasión. Le hablaba de alegría y esperanza, del amor incondicional.
La rubia quería aprender a tocar esa hermosa música y aunque sabía que sería difícil sin sus ojos no lo concebía imposible. Sus padres aceptaron y un buen día llegó a su casa su nuevo maestro, Nikaido Rei. Su maestro de música, él le enseño un amor diferente.
La forma en que le hablaba era distinta a como se referían a ella las amistades de sus padres o la servidumbre de su casa. Siempre había ese dejé de lástima en la voz de todos que le daba amargura pero, Rei era diferente. Él tenía palabras dulces y llenas de aliento. Cuando él le hablaba no sentía eso que oprimía su corazón. Cuando él estaba a su lado ya no había vacío.
— No me gusta ese maestro nuevo, Hitoka-chan. — Chimizu era pequeña pero no ingenua y veía la ilusión en los gestos de la rubia.
— Nikaido-san es muy gentil, me ha enseñado mucho.
La morena no sabía que decirle. Ambas eran jóvenes y a su edad es fácil caer en las redes del amor platónico.
Su profesor seguía siendo gentil mientras le enseñaba en sus clases, con suaves caricias inocentes y ligeros toques en sus hombros. Tomaban el té en la sala, mientras ella hablaba de sus sueños él la escuchaba dándole esperanzas para cumplirlos. A ojos de todo aquel que los llegara a ver era sólo una pequeña ilusionada con su maestro. Nada más.
Rei era un hombre joven y carismático que se ganó la confianza de la familia rápidamente. Ya no eran vigilados todo el tiempo y sus momento a solas aumentaba cada día. Hitoka no podía sentirse más feliz.
Lo platónico fue cambiando a algo más, algo que ella no conocía. A sus tiernos 13 años ella experimentaba su primer amor. Uno de verdad. Ese que te hace revolotear las entrañas al escuchar su voz y calentar el corazón al tomarle de la mano.
Ella no sabía que era, pero le gustaba lo que sentía. Rei era muy atento, acariciaba sus mejillas con los pulgares cada que le hablaba de frente y besaba su frente cada que se despedían.
Medio año pasaron entre palabras dulces y caricias furtivas. Con el té de la tarde y anécdotas del pasado. Pasaban el tiempo entre música y partituras, hablando de lo bueno que sería estar siempre juntos. Hitoka esperaba pacientemente con su corazón desbordante de anhelo cuando llegaba la hora de despedirse. Con las ansias recorriéndole el cuerpo por sentir su cálido aliento rosarle las mejillas y un tierno " Contaré las horas para estar a tu lado nuevamente" sólo que, el beso no fue depositado en su frente o mejilla.
Rei robo su primer beso una cálida tarde de verano, mientras las cigarras sonaban afuera y los cálidos colores del sol empezaban su despedida. Hitoka nunca había sentido sensación más hermosa. Su pecho se contrajo y expandió al mismo tiempo, pensado; no podría ser más feliz.
Sus momentos juntos cambiaron a castos besos y caricias amorosas. De palabras dulces a promesas y devoción absoluta. Hitoka lo amaba y él la amaba a ella. Rei llegó para iluminar toda esa obscuridad que la había torturado por todos esos años y ella era feliz.
Los días seguían pasando y cada vez sus sesiones llegaban más lejos. Lo platónico e inocente ya no cabía en su relación y poco a poco Hitoka comenzó a experimentar otro amor diferente, uno más rudo y desbordante, uno que la dejaba sin aliento y deseosa de llegar más lejos. Hitoka confiaba en él y él tomó esa confianza.
— Mamá — la rubia se acercó lentamente tanteando las paredes — ¿Cuando regresara Nikaido-sensei?
— ¿No te lo dije, cariño? Nikaido-san se fue de luna de miel a Saitama la semana pasada con su esposa. No creo que regrese pronto, linda.
Ella se entregó a él, porque su amor era eterno y tendrían su felices por siempre. Porque él le decía que la amaba y no había nadie más en su mudo. Ella se entregó, en cuerpo y alma a un hombre que le juró que siempre estaría a su lado. Ella se entregó a un hombre que le iba a romper el corazón.
Nikaido Rei le enseño entonces algo diferente al amor y Hitoka jamás lo olvidaría.
Entonces, lloró. Por haber perdido su primer amor. Lloró por sentirse ridícula, por creer que alguien la tomaría en serio siendo una niña. Lloró por qué las palabras que él le dedicó esa noche seguían en su cabeza, recreándolo una y otra vez. Lloró porque todas esas palabras de ánimo ahora se sentían mentira y dolían más que el abandono.
— Debemos denunciarlo, Hitoka-chan. Ese tipo se aprovechó de ti, eres una niña y eso es un delito. — Acusó Chimizu después de que la rubia se cansó de llorar y quedó inherente en su regazo.
— No
— ¡Pero, Hitoka!
— Eso significaría volver a estar cerca de él y... Quiero... Quiero imaginar que lo que pasó tuvo un final diferente, con una persona diferente. Quiero que deje de doler.

ESTÁS LEYENDO
Scars
FanfictionBuscando a su amor de adolescencia, intentando remendar un error que cometió y lo ha seguido por todos esos años en los que se quedó solo. Busca a su primer amor pero encontrará uno nuevo... la culpa lo invade por sentir esa traición a alguien que n...