La mentira despierta en cama en la noche y piensa acerca de tu vida
¿Deseas ser diferente?
Tratar de dejarte a la verdad las batallad de tu juventud
Porque este es solo un juego
Es una hermosa mentira
Es negación perfecta
Una hermosa mentira para creer en ella
Tan hermosa, hermoso me hace
Es tiempo para olvidarse del el pasado
Para lavar lejos lo que ha sucedido
Esconderse detrás de una cara vacía
No preguntes demasiado, solo habla
Porque este es solo un juego.
30 seconds to mars
Desde que se conocieron hubo cierta chispa que le hacía no querer apartarse de ese pequeño chico. Verlo en el suelo, con las lágrimas contenidas en los ojos y expresión de duda fue suficiente para que Tsukishima quisiera intervenir, aunque a quien en verdad quería golpear era al propio pecoso por permitirle a esos chicos hablarle de esa forma, al conocerle más a fondo, le hizo apreciarlo como su amigo.
La presencia de ese amable chico fue como una bocanada de aire fresco y aunque nunca lo admitiera, le agradecía inmensamente el quedarse a su lado.
Una persona tan gentil y con un corazón tan grande no se merecía el futuro que le esperaba. Cuando Akiteru le explicó detalladamente lo que pasaba y el como iría avanzando la enfermedad del pecoso, Kei lejos de querer llorar de tristeza, estaba furioso.
¿Porque?
¿Porque él?
¿Que le ha hecho él al mundo?
Estaba tan molesto por la noticia que pasó un largo rato golpeando el colchón de su habitación y ahogando sus gritos en su mullida almohada. Pero no pudo permitirse caer en depresión. No era él el “afectado” y si él se sentía de esa forma, no quería ni imaginarse como se sentiría Yamaguchi.
Se puso de pie y volvió a buscar a su hermano, pidiéndole que le explicara de que forma podría ayudar a su amigo. ¿Cómo podría disminuir un poco su dolor?
— Lo mejor que puedes hacer, es quedarte a su lado, Kei. La compañía es el mejor regalo en los momentos difíciles.
Así fue que decidió dejar todo de si por hacerlo feliz. Pasaban mucho tiempo juntos y le daba su hombro cuando lo necesitaba. Trataba de no comer muchas golosinas para que el pecoso no resintiera la desabrida dieta que debía llevar. Le enseño a tocar el piano y le hablaba de sus días, como si el mundo no fuera a terminar algún día, como si pudieras seguir de ese modo para siempre.
Estaba tan enfocado en la felicidad del otro que no se había molestado en pensar en la propia. No quería hacerlo; su felicidad era la de Yamaguchi.
— ¿Puedo sentarme? — cuestionó a la chica que esperaba por algún acompañante.
El maestro de música había empezado a pedir que tocaran con diferentes acompañantes, para así, fomentar el compañerismo y que tuvieran más flexibilidad al momento de interpretar alguna tonada.
Tsukishima se acercó sin mucho interés a la chica que estaba quieta acariciando las teclas del piano frente a ella, después de preguntarle, ella solo asintió levemente y él se sentó sin más. No hubo marca de inicio o palabras de por medio. No hubo saludos ni manos estrechadas. Comenzaron a tocar de forma tan natural, que Tsukishima se sintió completo. Ella era increíble, apasionada y la tristeza que se reflejaba en la música la sentía como suya. Era como si, se hubieran fusionado, para darle paso a una tonada que contaba su trágica historia.
Fue su compañero un par de veces y en cada pieza interpretada se sentía más atraído a su forma de mover los dedos en la superficie de ese piano. El suave cosquilleo que sentía cuando sus meñiques se encontraban en los límites de cada tecla y se separaban para seguir con la melodía.
Sintió algo burbujear dentro de él cuando se lo contó tiempo después a Yamaguchi. No le dio mucha importancia que el pecoso supiera ese pequeño pero preciado detalle. Tadashi se impresionó y pudo notarlo por el tono de su voz al seguir hablando de ella.
Hablar de cosas tan simples como esa, le recordaba que ambos eran niños aún y aunque intentara madurar pronto, no podía evitar lo que el paso de la juventud conllevaba. Sus causas y efectos. No podía ir contra las consecuencias.
— Wow ... Ella es... Muy linda — escuchó a Yamaguchi suspirar.
Su expresión era de asombro; jamás había visto esa reacción en el pecoso. Lo observó un rato y siguió la mirada del chico con la esperanza de averiguar qué era lo que lo tenía embelesado. Fuera del salón de música, estaba esa chica, imposible confundirla con alguien más.
— Ella es Yachi Hitoka...
Sabía lo que significaba el brillo en los ojos de su amigo. Lo sabía; había visto ese mismo brillo días atrás en su espejo, en sus propios ojos.
La felicidad de Yamaguchi era su felicidad. Si él estaba bien, Kei se sentiría pleno. Si Yamaguchi sonreía, él era feliz admirando su sonrisa, por eso, decidió hacerse a un lado.
No era como si hubiera pasado el tiempo necesario para quedar prendado de la rubia. Ella le gustaba, sí. Habían tocado varias veces juntos y Kei adoraba tocar a su lado pero, eso no significaba que tuviera un flechazo por ella, o al menos, eso era lo que seguía repitiéndose cuando los veía juntos.
Había algo que le escocia dentro. No le gustaban los sentimientos que sentía cuando Yamaguchi, emocionado, hablaba de ella y le contaba de lo que le gustaría hacer a su lado. No sabía que podía ser tan mala persona.
Comenzó a reprimir lo que sentía, colocándose una dura máscara de felicidad para su amigo y le siguió apoyando. Pronto se vio a si mismo ayudándole a pensar dónde podría llevar a Yachi para una cita decente. Aunque los chicos pasaran gran tiempo juntos, los tratamientos de Yamaguchi no le habían permitido tener un noviazgo decente. Fue así que tomó todos esos horribles sentimientos y se obligó a dejar de sentir esa opresión en el pecho cada que los veía de la mano. Yachi era la novia de su mejor amigo y así debía de verla y tratarla. Los pensamientos del “ y si” no existirían para él al igual que no existirían para Yamaguchi los de un futuro pleno.
— Tadashi, siempre te dije que eres la persona más importante para mí y que nunca habría secretos entre nosotros. — Kei hablaba suave, sujetando la mano de un débil pecoso.
— Y así fue, Kei — contestó con dificultad. Cada vez se sentía más débil y soñoliento. — No tengo secretos contigo y lo que no te conté fue porque no quisiste escuchar sobre la relación que intentaba tener con Hitoka
Kei apretó la fría mano de Tadashi, la observó un rato y recordó la veces que dibujo constelaciones en ellas. Acarició las pecas del brazo y una triste sonrisa se dibujo en sus labios — Hay algo que no te dije... ¿Recuerdas la chica con la que toqué a cuatro manos?
— Sí, la... La de la escuela de música. Lo recuerdo— balbuceo.
—Ella... — le falló la voz. — Y-yo... Tadashi, yo...
No sabía porque era tan difícil decirlo. Yamaguchi era su mejor amigo, le había compartió cosas tan íntimas y algunas vergonzosas. No sabía porque esas simples palabras le pesaban en la garganta y lo ahogaban con un nudo grueso difícil de tragar “Yachi es la chica del piano” una frase corta y simple pero imposible de vocalizar.
— ¿La encontraste?
— Sí… Ella … Decidí dejarla ir... — soltó
El pecoso suspiró luchando por mantener los ojos abiertos — Eso es muy valiente, Kei. Eres asombroso pero ¿Porque? Nunca te había escuchado hablar así de alguien.
Apretó los labios en una línea y desvío sus ojos a las sábanas que apretaba en su mano libre —Ella... Ella está saliendo con alguien más. — No era del todo una mentira.
— Vaya, eso es... No debes preocuparte, Kei. Algún día … Encontrarás a… alguien que será... — Tsukishima levantó la vista y Tadashi estaba dormido.
Lo observó por un rato. Pasó los nudillos por la pecas de sus pómulos y le quitó un mechón de la frente. El chico que había conocido ya lo existía, ahora, estaba vestido con una piel pálida de un extraño tono verdoso. Las mejillas que habían sido en mejores tiempos, redondas y rosadas, ahora estaban hundidas. En sus ojos había unas ojeras eternas que no desaparecían por más que durmiera el pecoso. Incluso sus manos dejaron de tener esa calidez gentil y ahora, eran extremidades delgadas, que marcaban los huesos que revestían. Tan deplorable, que no podía evitar que su corazón se encogiera del dolor. Ya no era capaz de caminar y en ocasiones, era tanto su cansancio que olvidaba el rumbo de las conversaciones. No, no podía decírselo y aumentar más la carga que llevaba.
Apagó la lámpara de la cabecera y volvió a sentarse a su lado. No habría problema, sólo debía dejar de sentir, había practicado por años; seguir haciéndolo no era ningún problema.
Cada día se miraba al espejo, limpiaba sus lágrimas y se colocaba su máscara. Cada día la sentía más pesada y difícil de llevar. Cada día las grietas se hacían más grandes y filtraban lo que tanto quería ocultar. No se dio cuenta que se caía a pedazos hasta que se vio gritándole a Kuro en el pasillo.
El mundo en que había estado sobreviviendo comenzaba a cambiar. Hinata le dijo que lo apoyaba, pero él no se sentía merecedor de ese apoyo; no cuando lo trato de lo peor, sin embargo, en ese momento se sentía tan vulnerable que sólo podía pensar correr a donde el pelirrojo y refugiarse en sus brazos.
— ¡Tsuki! ¡Tsuki! ¡Abre la puerta, Tsuki!
Se quedó observando a la chica que estaba sobre su pecho y en cuanto cayó en la palabras de la rubia su mundo se vino abajo
“ Kei, no estás soñando”
— Kei, por favor abre la puerta.
Se puso de pie de forma tan brusca que Hitoka se fue de espaldas y cayó en el sillón. Kei se quedó de pie a un lado del mismo y la miraba con horror, sin decir nada, salió corriendo del lugar dejando estupefacta a la chica.
Estaba tan acostumbrado a estar a su lado que no se dio cuenta que el departamento al que entró, no era el propio, si no el de la rubia.
— ¡Kei, abre! — Hitoka aporreaba la puerta con exigencia.
Tsukishima entro tan rápido como pudo en su departamento y cerró con todos los seguros posibles. Se recargó en la puerta y se deslizó, cayendo derrotado al suelo. Los fragmentos de esa pesada máscara de desmoronaron por completo dejando libre el paso a las gruesas lágrimas que se habían acomulado de sus ojos miel. Se cubrió con las manos la boca, ahogando los sollozos que querían salir junto con toda la desesperación que le oprimía el corazón.
— Lo arruiné, lo arruiné, lo arruiné, lo arruiné... — balbuceaba a la par que resonaban los gritos de la rubia al otro lado de la puerta.
— Kei... Por favor, por favor... habla conmigo ... Por favor. — susurró
Tsukishima sólo podía quedarse en su sitio, abrazando sus rodillas. Rogando por que las lágrimas que no querían detenerse enjuagaran un poco su tristeza.
— Lo siento, Yamaguchi. Lo siento...
Su máscara se había roto y lo que había estado ocultando con ella, saldría a la luz._________________________
Notas:
Si señores, no estaba muerta!!Lo sé, no tengo perdón de Dios. Estoy tardando tanto en actualizar, me disculpo. Trataré, en serio que trataré de acelerar esto pero mi tiempo libre se ha visto ocupado por completo.
Le agradezco a quienes me siguen leyendo, son las mejores, pequeños renacuajitos, no lo merezco.
Recuerden que los amo desde mi obscuro, perdido y melodramático corazón.
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Scars
FanfictionBuscando a su amor de adolescencia, intentando remendar un error que cometió y lo ha seguido por todos esos años en los que se quedó solo. Busca a su primer amor pero encontrará uno nuevo... la culpa lo invade por sentir esa traición a alguien que n...