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P.d.V Narrador

La vieja Sophie se encontraba delante de Blue, con su recién encontrado bastón en sus nudosas manos y una gran expresión interrogante en su arrugada cara.

-No, gracias jovencita. Esta vieja señora puede valerse por si misma todavía.-Y siguió caminando, ignorando a nuestra protagonista que la seguía con interés.-¿Por qué me sigues? No me sigas.- El arrugado entrecejo de la más mayor se frunció junto a una mueca de incredulidad.

Blue se detuvo algo confundida, como si una fuerza extraña le obligase a completar aquella acción. Para disimular sonrió bajo la atenta mirada de la anciana. Tonta de mí, olvidé que podía hacer eso.

-Señora, se quien es usted y lo que busca. Déjeme ayudarle.- Esa sonrisa era como la del demonio que ha encontrado a una jugosa presa. La amabilidad y astucia que la caracterizaba brotaba de cada poro de su piel.

Sophie seguía con aquella mirada, como si quisiera ver a través de su alma si mentía o no.- ¿Sabes de esta maldición?¿Puedes quitármela?

-Conozco el modo, por desgracia no soy yo quien debe eliminarla.

-Sin embargo, conoces aquel que si puede.

-Exactamente, le llevaré hasta él. Pero antes comamos algo, debe estar hambrienta con todo lo que ha caminado.- Con su varita transformó un par de rocas en unas elegantes sillas y un tronco caído en una rústica mesa.

Se sentó en una de ellas, invitando a la anciana a hacer lo mismo, y colocó de forma ordenada los alimentos que llevaba en la bolsa.

P.d.V Blue

-¿Eres una bruja?- Me preguntó nada mas sentarse. Yo solamente reí, me esperaba aquella pregunta desde el principio.

-Si, pero no de aquellas que conoces- Le serví un vaso de agua de una botija que saqué de la bolsa. Su mirada mostró sorpresa, y como no si la bolsa es más pequeña que la botija.-Yo no robo corazones a jóvenes.

Sonriendo pensé que aquella indirecta tan directa le haría sonrojar de la pena, sin embargo, fue todo lo contrario. Solo conseguí que me mirase con una ceja alzada y ojo inquisidor.

Un leve escalofrío me recorrió la espalda. Por las barbas de Merlín, de esta forma da mucho mal rollo.

-Ejem, a lo importante. Tienes que ir al castillo de Howl.

-Si consigo quitarme esta maldición, lo haré.

-Perfecto- Me levanté y con una leve inclinación me despedí de la anciana embrujada.- Se que sabrá cómo entrar, si me disculpa tengo asuntos que atender.

Acto seguido desaparecí de la vista sorprendida de Sophie.

...

P.d.V Narrador

Mientras tanto en un lugar no muy lejano, más concretamente en el salón de una elegante mansión con fachada de mármol, una figura masculina observaba su vieja foto de una tierna niña azabache de aproximadamente 12 años con gran sonrisa de ojos cerrados.

-Tengo tantas ganas de verte, de tocarte... No creo que sea mala idea ir a visitarte, será una gran sorpresa.

Aquel hombre de piel blanca como la nieve, pelo negro como la noche y resaltantes ojos rojos cual sangre, tras una máscara blanca que ocultaba la mitad de su rostro de forma vertical, sonrió a la nada. Aquella sonrisa no presagiaba nada bueno.

-¡Jarvis! Prepara el transporte, quiero ir a ver a mi pequeño cuervo.

-Si, mi señor.

El rubio mayordomo se retiró tras una reverencia dejando al hombre con su obsesión.

-Compadezco a la señorita.- Jarvis no pudo evitar negar con la cabeza con pesadez una vez alejado.

...

P.d.V de Blue

Un escalofrío recorrió mi espalda poniéndome los pelos de punta. Tengo un mal presentimiento.

Sacudí la cabeza para alejar cualquier pensamiento de mi mente, necesitaba concentrarme para mi pronta actuación.

Respiré hondo y de un movimiento a otro mis ropas cambiaron a unas más adecuadas para bailar. (Multimedia)

La música, salida de un tocadiscos previamente colocado, comenzaba con suavidad llamando así la atención de los pueblerinos que pasaban por allí. Estos estaban emocionados puesto que sabían lo que significaba aquella melodía.

-¡Damas y caballeros! Gracias por su atención.- Levanté los brazos cuando estuve delante de todos ellos y con el movimiento una lluvia de pequeñas luces amarillas rodeó el lugar.- Disfrutad del espectáculo.

La música cambió a una más animada de estilo arabe, especial para mover las caderas con ritmo y sensualidad al tiempo que un gran dragón de luz volaba y me rodeaba en cada giro.

Alzaba los brazos con la gracilidad de un cisne, giraba con la elegancia de una mariposa y andaba con la sensualidad de una pantera bajo la atenta mirada de los espectadores que aplaudían emocionados.

Todo iba bien, perfecto podría decirse, hasta que lo ví.

A ese hombre de media máscara, y sonrisa endemoniada.

A ese hombre que me puso la maldición que odio.

A ese hombre que una vez llegué a amar.

Lo único que pude hacer era mirarlo en shock con lágrimas en los ojos, pero no eran lágrimas ni de felicidad, ni de tristeza. Eran de temor, de desesperación, posiblemente también de rabia.

Estaba paralizada, en ese momento solo notaba su escalofriante existencia. No era consciente del público que se acercaba con preocupación, ni de como me llamaban con angustia. Sin embargo, solo dos palabras, más concretamente un nombre y apellido, rondaba mi mente.

-Phoenix Black...

-Oh, mi lindo cuervo, que alegría me da verte por fin. - Su voz había cambiado bastante en los últimos años, ahora era más grave pero sin perder su tono delicado.-He venido por ti, para regresar a casa.

Corrí.

Corrí tan rápido como pude en dirección al castillo mientras me quitaba los pañuelos y los abalorios de la vestimenta para ayudar en mi huída. Que todo sea una pesadilla, por favor.

Rezaba porque fuese así, desgraciadamente todo era real. Todo.

•||La bailarina ambulante||• El Castillo AmbulanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora