EPÍLOGO.

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Había pasado demasiado tiempo, muchísimo en realidad. Aunque parecía muy poco. En todo este tiempo los años se habían convertido en meses, los meses en días, los días en horas, las horas en minutos y los minutos en segundos. Dicen que el tiempo es la única medida, realmente. El tiempo hace mucho, te hace crecer, amar, pero nunca olvidar. Por mucho que alguien intentara olvidar algo de su pasado, ese hecho se quedaría para siempre en su cabeza e incluso en su corazón. 

Eso le había pasado a nuestro queridísimo Louis. Hacía tres años y siete meses que perdió a Harry en aquel aeropuerto. Los días posteriores a ese, fueron lágrimas y llantos durante noches oscuras. Pero como acababa de explicar... nadie puede olvidar. 

Al fin y al cabo, los corazones que nacen para estar unidos, pueden separarse en algún momento de la historia y unirse a otros. Eso el castaño lo sabía, sabía que Cameron se había ido por alguna razón, porque quizás no estuvieran hechos el uno para el otro. Y ahora sí tenía la oportunidad de amar. 

Louis cerró la maleta azul marino de encima de su cama. Por fin, por fin había llegado el día en que tendría paz y tranquilidad, después de un año de quejidos y gritos infantiles. Se dispuso a abrir la puerta pero una criatura se le abalanzó sobre la pierna derecha con demasiada fuerza e hizo que cayeran los dos a la alfombra de la habitación. Su hijo levantó la mirada y enseguida observó esos brillantes ojos verdes que tanto le recordaban a Harry. 

—Papi, no quiero que os vayáis —comentó el niño con un puchero en sus labios. 

—Bebé, no te preocupes —consoló el castaño rodeando sus brazos en ese pequeño cuerpo—, solo nos iremos una semana, mientras te quedarás que los tíos Zayn y Niall.

Y ahora os preguntaréis qué estaba sucediendo. 

Cinco días después de que Louis perdiera aquel avión, llamaron a su timbre y era a Harry. Le pidió disculpas por todo y le dijo que había discutido con Danny, que se había marchado porque le amaba a él y solamente a él. Louis, por supuesto, se echó a sus brazos llorando. No podía ser más feliz. Los dos hablaron de todo lo sucedido y se perdonaron mutuamente. 

Llevaban dos años y siete meses saliendo como novios, y un año y once meses casados. Unos meses después de haberse casado, adoptaron a un precioso niño, el cuál procedía de Inglaterra. Se llamaba Michael, el pequeño Mikey. Tenía los ojos verdes y el cabello rubio y algo largo, en abril cumpliría los cuatro años. Ahora mismo, eran la familia más feliz del mundo. Louis y Harry se amaban y tenían un hijo precioso. Pero claro, como cualquier pareja, necesitaban un tiempo de descanso los dos solos. Era agosto y Louis ya tenía clases que impartir, nada más casarse Harry abrió su propia academia de baile, la cual era bastante famosa en San Francisco, se llamaba "Báilame". Ahora se disponían a irse de viaje a las Bahamas, los dos solos. Pero no les preocupaba Mikey, era un niño muy listo y sabían que estaría en buenas manos. 

El niño se levantó del regazo de su padre y se restregó los ojos, seguido asintió haciendo un mohín con los labios, sabía que él no estaba muy de acuerdo en que se fueran de vacaciones sin él, pero no le podían consentir todo. 

La puerta se abrió y una cabellera rizada se asomó. 

—Mikey, cielo. Ya han venido Zayn y Niall —dijo el rizado sonriendo hacia su amado. Él también estaba ilusionado por tener algo de tiempo libre los dos solos. 

—¿Por qué? —puso mala cara refunfuñando. 

—Cariño, tu padre y yo también necesitamos un tiempo para estar juntos —explicó Harry acercándose a ellos y dándole un pico a su marido. 

—Ugh —se quejó el pequeño viendo a sus padres tan acaramelados. 

Seguidamente, los tres avanzaron escaleras abajo para recibir a l rubio y al moreno. Quienes llevaban bastante tiempo de relación y estaban pensando en adoptar a una niña. 

Enseguida se despidieron de su hijo y sus dos amigos se lo llevaron a jugar un rato al parque para que no se pusiera a llorar y a gritar. 

Por otra parte, Harry y Louis se fueron al aeropuerto y después de unas horas esperando se subieron al avión. 

No les costó mucho llegar a las Bahamas, ya que saben que hoy en día se llega enseguida a todas partes con un avión. En fin, bajaron del avión y recogieron su equipaje. Salieron a la calle y se quedaron asombrados por la belleza del lugar. No habían cogido un hotel muy lejos del aeropuerto, así que decidieron ir caminando, ya que no llevaban más que una maletas cada uno, reservando una mano para ir unidos por la calle. 

—Esto es asombroso —comentó el ojiverde.

—Igual que tú, amor —respondió Louis para después darle un tierno beso en los labios. 

Los dos paseaban por el lugar hablando de cosas triviales y sin sentido. Cuando menos se dieron cuenta, ya estaba en el hotel. Entraron para pedir la llave de su habitación y en recepción se la dieron mientras les daban la bienvenida al hotel. 

Los dos chicos se subieron en el ascensor y esperaron hasta llegar a la planta siete. Recorrieron el pasillo y enseguida encontraron la puerta de la habitación que les correspondía. Se soltaron las manos para que el ojiazul pudiera abrir la puerta de la suite en la que se hospedarían y así lo hizo. Abrió las puertas y se adentraron al lugar.

—Wow —exclamó el rizado haciendo referencia a la habitación.

—Exacto, wow —le correspondió Louis. 

Los dos esposos visitaron cada lugar y rincón de la suite que les habían dado, los dos estaban sorprendidos por lo grande y bonita que era la habitación. 

—Me encanta, Louis.

—Y a mi, y a mi.

Llegaron a la habitación donde se encontraba una cama queen size y se sentaron, se habían agotado en el viaje, aunque no hubiera sido largo. Se miraron durante un rato y Harry cayó en que tenía que avisar a sus amigos de que había llegado a su destino. 

Cogió el teléfono móvil y marcó el número de Niall.

—¡Hola!... sí, ya hemos llegado.... claro... ¡hola cariño!... me alegro... nosotros también te queremos... adiós, cielo... cuelga... —se le oyó hablar al rizado. 

Terminó de hablar y se giró para ver a su esposo.

—Era Michael, que nos echa de menos y esas cosas —explicó Harry a Louis.

—Es adorable

—Lo es —suspiraron los dos.

Louis se tumbó en la cama y sacó un gemido.

—Esta cama es muuuuuuuuuuuy cómoda —dijo Louis y enseguida se asomó una sonrisa pícara en sus labios —¿qué tal si la estrenamos? —alzó una ceja.

Harry se rió y accedió al instante. Se quitó la ropa, quedando solamente en boxers y se acercó al castaño. 

—Báilame —le dijo el hombre en un susurro muy cerca de sus labios.

—¿Y qué me darás a cambio? —le desafió el joven con algo de picardía en la voz, mientras intentaba acercarse a los labios de este, pero para su mala suerte, se apartó.

—¿Un beso?

—Por favor —.

Y le besó.

Báilame. - Larry Stylinson -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora