La limusina de la familia Hyuuga se adentró a la zona céntrica de la ciudad, si bien no era la zona más rica de la ciudad, era donde más o menos estaban las familias de clase media. Los edificios y los rascacielos atestaban las avenidas y las calles principales. A pesar de que era de noche, todavía había mucha gente en las calles y los negocios seguían abiertos. Cuando doblaron en una de las esquinas, las calles eran más angostas y la luz apenas iluminaban las calles. La gran ciudad iluminada quedó casi atrás. Himawari vivía en las zonas del norte, donde las casas tenían otra arquitectura y rozaban lo exhuberante. Al detenerse el vehículo, alguien encendió la luz de una de las casas, era donde vivía Sarada, quien la recibió en la vereda. Hirusan bajó del vehículo y le abrió la puerta. La menor de los Uzumaki solo bajó tan rápido como pudo para correr y abrazar a su amiga. Cuando la limusina se fue, ingresaron en la casa.
—Disculpa que no sea tan elegante como tu mansión. Es solo que...
—No te preocupes, no me molesta.
Al ingresar lo primero que vio fue el pequeño comedor. De verdad era una casa bastante acogedora y cien veces más pequeña que la suya. Su casa ocupaba una cuadra a la redonda y tenía grandes habitaciones, jardines y salones. Todo encerrado con rejas altas. Sakura salió de la cocina que quedaba pegada al comedor. En el fondo había una puerta corrediza que daba a un pasillo que conecctaba con los dormitorios.
—Tía Sakura, cuánto tiempo sin verla—saludó entusiasmada y la pelirrosa la abrazó.
—Estás mucho más alta. Qué rápido pasa el tiempo.
Sarada le pidió que la siguiera. Irían a su cuarto. Atravesaron la puerta corrediza y caminaron hasta el fondo del pasillo, la última puerta era la que daba al dormitorio de Sarada. Una vez más, su cuarto era cien veces más pequeño, sin embargo, estaba muy decorado y limpio. Le daba la sensación de paz. Aspiró el olor a perfume y dejó que se impregnara en su nariz. Luego lo soltó y sonrió. Sarada se desplomó en la cama. Tapó su rostro y entonces recordó que Himawari todavía no había cenado, así que decidió que iría a buscarle algo.
Mientras ella buscaba algo para cenar, su amiga se sentó en la orilla de la cama y desde ahí observó la habitación. Las paredes eran de un color rosa salmón aunque más pastel. Y estaban decoradas con póster de algunas bandas de pop y otros grupos de música que no conocía. En un rincón tenía una estantería llena de libros y de mangas. Se notaba que le encantaba leer. Sonrió. Al lado de la cama había una cajonera, tenía tres cajones y arriba del escritorio había un album de fotos. Por curiosidad abrió el libro, la tapa era dura y terciopelada, de un color rojo bordó. Le llamó la atención la tipografía de letra que usaba para colocar el título: "Album de fotos". Al abrirla, comprobó que era una galería repleta de fotografías del colegio, las primeras eran de la primaria. Ahí estaban los cuatro: Inojin, Shikadai y ellas dos.
—Vaya, incluso tiene las del campamento de verano—siguió revisando las fotos, pronto le llamó la atención. Estaba segura que en esas fotos tenía que estar él, ¿por qué no estaba?—. Qué extraño. ¿Qué hizo con las fotos de mi hermano?
Sarada pegó un grito y corrió a toda prisa para quitarle el álbum de las manos y colocarlo encima de las estanterías. Era como si la hubiera visto desnuda. Le dio tanta vergüenza que se ruborizó, le dio la espalda.
—Himawari, no deberías husmear cosas ajenas.
—Lo siento, sentí curiosidad—intentó disculparse. La miró—. ¿Qué hay de sus fotografías?—Sarada se tensionó.
—No importa. Las perdí—volvió a mentir.
Himawari lo sabía. Se daba cuenta cuando mentía. Era evidente que no quería saber nada sobre su pasado ni mucho menos si tenía que ver con Boruto. Le dolía el pecho y en el fondo la entendía. Sarada volvió a arrojarse a la cama, está vez boca abajo y colocando su cabeza sobre la almohada, mientras la abrazaba.
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El Próximo Legado (BoruSara) (KawaHima)
FanfictionBoruto y Himawari pertenecen a una familia muy importante en la ciudad de Konoha. La familia Hyuuga, la más prestigiosa y conocida durante años y siglos. Lejos de sentirse orgullosos, prefieren buscar la forma de no ser reconocidos por su apellido m...