XIV

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Me dolía la cabeza. Me palpitaban las sienes, y escuchaba un pitido lejano que me estaba taladrando el cerebro. La luz me provocó un pinchazo en la frente cuando empecé a abrir los ojos.

Remus me miraba con el ceño fruncido.

— Hola, Jem.

— Rem... ¿Qué...? — Cuando intenté incorporarme él colocó su mano en mi hombro para impedírmelo. La habitación había empezado a dar vueltas.

— Has pasado la noche en la enfermería. Te desmayaste, ¿recuerdas, Jem? Anoche, durante la cena, cuando... — Se calló, pero sabía lo que iba a continuación. Recordaba a Sirius y a Ali. Recordaba haber estado pensando en las palabras de Mcgonagall. — Jem — me llamó Remus. Estaba preocupado. — No quiero presionarte con esto ahora, pero ya van dos veces en que...

— Necesito ver a la profesora Mcgonagall. — Remus pestañeó, anonadado.

— ¿Qué...?

— De verdad. Tengo que hablar con ella.

— Jem, creo que deberías lidiar con lo que está pasando ahora con tus sentimientos...

— Remus — dije, con toda la autoridad que pude. Él se quedó callado y me miró. — Necesito ver a la profesora Mcgonagall.

— Qué bien entonces que acabe de llegar, señorita Miracle — comentó la autoritaria voz de Minerva. Me la quedé mirando. — Señor Lupin, le pediría que se vaya a clases cuanto antes. Yo cuidaré de Jemma en su ausencia.

Remus me miró, como pidiéndome que interviniera en su favor, pero yo me limité a quedarme callada. Bufó y se levantó de la silla. Cogió su mochila.

— Luego te pasaré lo que demos en las clases — me dijo. Cuando estaba a punto de salir, agregó: — Y, Jem, por si te interesa, Sirius se pasó a primera hora de la mañana. Le relevé para que descansara.

Había camuflado sus palabras porque Mcgonagall estaba presente, pero sabía lo que quería decirme: Sirius se había pasado la noche aquí. No era el momento para pensar en el brinco que dio mi corazón.

— Quiero aprender — dije con seguridad. — Quiero aprender a ser una Maga Blanca. Quiero saber cómo funciona.

— Lamento decirla, Jemma, que yo no tengo las respuestas a sus preguntas. Como la dije, no se sabe mucho. Sin embargo, ya la dije que debería empezar por leer los diarios de Godric Gryffindor. Desde luego espero que la ayude a esclarecer alguna de sus ideas.

— Entonces iré a buscar al Director cuanto antes...

— ¡No lo creo! — exclamó la señora Pomfrey. — No vas a salir de esta enfermería todavía, jovencita. Sus amigos me han dicho que ha tenido dos vahídos en el mismo día, y uno de ellos ha terminado en inconsciencia. Va a quedarse aquí, por lo menos, hasta la tarde.

— Estoy bien...

— Creo, señorita Miracle, que la señora Pomfrey tiene razón— intervino Mcgonagall. La señora Pomfrey resopló con aceptación. — Hablaré con el Director ahora mismo sobre lo que usted ya sabe. Recupérese.

Quise protestar cuando salió por la puerta de la enfermería, pero me limité a resoplar mientras apoyaba la cabeza en la almohada. Tenía que reconocer que la cama era cómoda, y por lo menos ya no me dolía la cabeza. O por lo menos no tanto.

Me pasé la siguiente hora tumbada en aquella camilla, aburrida como una ostra. Miraba el techo, y enumeraba sin mucho sentido en mi cabeza. Bufaba de vez en cuando, y estaba a punto de levantarme para dar un paseo cuando vi que mis dos mejores amigas estaban acercándose a mi camilla. Me arrepentí del sentimiento de rechazo que me cruzó cuando fijé mis ojos en Alison. Era mi amiga, maldita sea.

Wolf || Sirius Black [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora