XVIII (sin editar)

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— Papá escribió — dijo la voz particularmente seria de Abie, aunque en tono muy bajo, pretendiendo no molestar al resto de personas que se encontraban en la biblioteca como nosotras.

Subí la mirada, apartando mis pensamientos ligeramente de los ejercicios de Transformaciones que había aparcado hasta aquel momento para estudiar Pociones. Cris también dirigió un vistazo a Abie, dando a entender que escuchaba, pero sin intención de intervenir.

— ¿Y eso es malo? — cuestioné, descansando los brazos por encima de los pergaminos esparcidos a mi alrededor, entrelazando las manos. Sus ojos verdes adquirieron un brillo pétreo, apretó los labios y se sentó frente a nosotras. Merlín, a veces me parecía tan adulta...

— Creo que sí — comentó, pasándome el papiro ligeramente arrugado y con una muesca del pico de la lechuza de mi padre, Meg. — ¿Te das cuenta del tono y las palabras? Parece preocupado.

— Papá siempre lo está — murmuré, releyendo la carta rápidamente. En apariencia, mi padre sólo se interesaba por los estudios y los amigos de mi hermana pequeña, además de dejar caer que si lo deseaba podría quedarse en Hogwarts durante las Navidades. Estaba segura de que esa era la parte que le preocupaba a Abie.

— ¿Y le dice a su hija pequeña que se quede en Hogwarts en las vacaciones de Navidad del primer año? Algo pasa, Jemma — replicó y su mirada le dio un aspecto tan maduro que me pareció que hablaba con alguien de cuarenta años, no de once.

— Supongo que las cosas están empeorando allá fuera, Abie. Ya sabes que el trabajo de mamá es peligroso y que a veces nos da más información de la que nos gustaría, pero papá sólo está siendo cauto. No te pide que te quedes aquí, sino que estaría bien si quisieras hacerlo.

— Dilo por ti — replicó airadamente, cruzándose de brazos. — A ti mamá y papá te informan; a mí no. Pero no soy estúpida. Sé que hay algo malo ahí afuera, que se mueve y que está cobrando fuerza, tanta como para ponerle los pelos de punta a papá. Y papá no es un cobarde, Jem.

Tenía razón. Mi madre era la auror, pero mi padre era el estandarte de la valentía de un Gryffindor. Y si lo que estaba ocurriendo en el mundo mágico lo asustaba, entonces estábamos perdidos.

— Abie...

— Sé sincera conmigo, Jem. No soy una cría. Sabes que mi edad no refleja mi forma de pensar y actuar.

Cris me miró entonces, con los ojos azules brillando con tanta seriedad que me erizó el vello de la nuca. Oh, el padre de Cris también llevaba tiempo preocupado porque, además de auror, recibía las funestas noticias que su mujer le traía desde su posición en el Ministerio.

— Está bien, Abie, pero no aquí. Búscame en dos horas en el patio, hablaremos. — Sus ojos verdes ni siquiera se emocionaron, sólo se apagaron un poco más, fúnebres, y me partió el corazón saber que una persona tan pequeña, especialmente que fuera mi hermana, tuviera tal nivel de consciencia de la situación que estábamos por vivir.

— De acuerdo. — Pareció decidida a irse, pero cuando ya se había alejado un par de mesas, dio la vuelta sobre sus pasos y me miró con otra emoción completamente distinta: dolor. — Dile a Rem... Dile que está bien. — Fruncí el ceño al mismo tiempo que Cristine, y agarré a mi hermana pequeña de la muñeca antes de que pudiera alejarse de nuevo.

— ¿De qué me hablas, Abie? — Tenía un nudo enorme en el pecho en aquel momento, monstruoso y ardiente, agresivo casi. Oh, porque tenía un miedo tremendo a los pensamientos que pasaban por aquella jovencísima mente con respecto a una de las personas por las que hubiera estado dispuesta a lo que fuera.

— Yo... Sólo díselo. Y por favor, pídele perdón también.

— ¡Abie! — grité, importándome un comino estar en medio de la biblioteca y que varias personas me chistaran, cuando mi hermana pequeña salió corriendo del lugar como alma que lleva el diablo.

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⏰ Última actualización: Apr 20, 2021 ⏰

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Wolf || Sirius Black [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora