En las buenas y en las malas.

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Joel Pov’s

Era un sábado por la mañana, aproximadamente las 9:00 cuando los ruidos de los demás que habitaban la casa me despertaron, así que con mucha pereza quité las sábanas y me dirigí al baño a darme una ducha y cambiarme. En pocas palabras, mi rutina de todos los días.

Bajé a la sala de estar encontrándome con mis hermanos jugando videojuegos, riendo en mi mente por lo viciosos que podrían llegar a ser con los videojuegos.

-Hey Joel, ¿juegas? –preguntó Gabriel sin despegar su mirada de la tele.

-No gracias, tengo que salir –tomé las llaves de mi auto y salí sin más que decir.

Por más doloroso que parezca, desde la muerte de mi madre me alejé de mis hermanos y de mi padre con mayor lógica, sentía que mi compañía los incomodaba o incluso que les llegaba a molestar, puesto que yo no era el único en sentir un gran vacío. Mis hermanos trataban de acercarse a mí, me invitaban a los lugares que iban, a jugar videojuegos o incluso al estadio a apoyar a nuestro equipo favorito, pero simplemente no aceptaba no porque no quisiera, sino porque sentía que ellos en el fondo me odiaban y reclamaban por la muerte de mi madre, aunque ellos aseguraban que no era así, prefería seguirlo haciendo, no quería hacerles daño a ellos también.

El lugar al que me dirigía no era al campo de fútbol al que acostumbraba ir los sábados a entrenar con el resto del equipo, en cambio a eso, me dirigía a un parque que quedaba algo lejos de donde vivía, mis hermanos y yo, desde que éramos pequeños, solíamos ir siempre con mi madre cuando mi padre salía de viaje por su trabajo, nos compraba un helado y pasábamos las horas jugando.

También era el lugar donde yo solía a venir cuando me sentía triste, enojado o frustrado y solamente quería estar solo para tener mis momentos de reflexión, una hora después, mi madre ya se encontraba haciéndome compañía, y siguiendo la costumbre me compraba un helado y hacíamos pequeñas caminatas y hablábamos de cosas aleatorias.

Detuve el auto cuando ya me encontraba en frente de ese parque y automáticamente los recuerdos vinieron a mi mente, miré los columpios de los que una vez me caí, mi hermano Gabriel cuando cayó de rodillas por correr tras de mí e Israel por robar sus galletas, todos jugando fútbol y mi madre tomándonos fotos o mi madre consolando a Emanuel porque se había asustado de que un perro corriera tras él con la intención de jugar, cosa que nos mató de risa. Finalmente nos compró helado a todos.

Yo yacía en una banca con mi helado en mano, el sabor favorito de mi madre, por cierto. Estuve solamente unos minutos ahí en lo que terminaba mi helado, luego volví a mi auto para dirigirme a otro lugar. El cementerio.

Cuando llegué, rápidamente busqué la placa de mi madre que se encontraba alrededor de más placas esparcidas por todo el pasto y para cuando la encontré, me senté en frente de ella, dejando un pequeño ramo de flores, mirando la foto de mi madre que había ahí junto a un pensamiento que escribimos mis hermanos y yo.

-Hola mamá –dije como si ella estuviera ahí físicamente. –Sé que últimamente no he venido a visitarte, pero he estado ocupado en cosas muy… bueno, en realidad nada importantes. Hoy visité el parque al que siempre salíamos ir cuando mi padre no estaba, donde solíamos jugar y al final nos comprabas un helado… -hice una pausa y solté un suspiro. –Hoy compré un helado de tu sabor favorito… -me acomodé mejor en el suelo. –Solo quiero decirte que las cosas son tan diferentes ahora que ya no estás y es obvio que yo ya no soy el mismo, juro que todas las noches siempre hay un momento donde no puedo dejar de odiarme a mí mismo por tu muerte, si no hubiera sido tan imprudente, ahora seguirías aquí conmigo. Todo me ha salido tan mal y no sé cómo remediar las cosas –sentí como mi voz se iba quebrando poco a poco, traté de contener las lágrimas, pero fue imposible, era la primera vez que lloraba después de la muerte de mi madre y eso que fue hace dos años.

Calmé mis sollozos cuando sentí la presencia de alguien a mi lado derecho, rápido sequé mis lágrimas y pude enfocar la vista dándome cuenta que era Christopher el que estaba al lado de mí, sin decir nada. Él sabía que cuando yo me sentía triste o enojado, no me gustaba que me dijeran nada, me bastaba que estuvieran a mi lado y brindaran su apoyo silenciosamente, era raro, pero para mí eso demostraba la amistad verdadera, porque hay personas que pueden decir cosas, que lo sienten, que superarás las cosas, que todo mejorará y que siempre estarán para ti y a veces solo suelen ser palabras y nada más, nada de hechos. Antes de distanciarnos, Christopher siempre se quedaba a mi lado cuando me sentía mal y sin decir nada, quedándose a mi lado hasta que me sintiera mejor para poder hablar del tema.

-Dejar de ser un idiota, simple y sencillo –dijo respondiendo a lo último que había dicho. Golpeó mi hombro levemente y se levantó para volver a reunirse con su novia Alice, la cual se encontraba algo apartada esperando a Christopher con una leve sonrisa. Por un momento me pareció extraño el que ellos se encontraran ahí, pero después recordé que la abuela de Chris había fallecido hace unos meses y seguido venía a visitarla para dejarle flores.

Antes de irse, Chris sonrió e hizo un gesto de despedida, débilmente le regresé la sonrisa y de forma de despedida, hice una especie de saludo “especial” que hacíamos los dos. Él soltó una risa haciendo lo mismo.

Chica Suicida - Joel PimentelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora