IV

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           (+) forgotove.

  
  

Ha transcurrido dos minutos de silencio y no has respondido, porque al parecer no sabes que exactamente deseas, porque dentro de tus pensamientos estás debatiendo y tus luceros reflejan esa duda, duda de ti mismo, de lo que dirás ¿viniste por mí o mi cuerpo? He cubierto mi torso, de nuevo, con mis brazos mientras mis manos están aferrado uno a la otra, con fuerza, tanta que duele.

—Yo.. yo, HoSeok —empiezas torpemente y suspiras frustrado contigo mismo—, te necesito —agregas en un susurro clavando esos oscuros y preciosos ojos en mí ¡yo también te necesité! Mucho, un montón, me hiciste demasiada falta y no te importó destruirme, no te importó dejarme atrás sin un adiós, eso, eso fue lo que me dolió más.

—Vete, vete, vete ¡JungKook, vete! —grito con la voz quebrada y las lágrimas brotando sin control; me estoy haciendo añicos frente a ti ¿por qué no te vas? Te acercas de nuevo a mí y me abrazas muy fuerte hasta asfixiarme, pero trato de escapar de tu cálido abrazo y me muevo, te empujo, pero no lo logro, porque esta vez ejerces toda tu fuerza para no permitirme huir de ti. “Perdón” te escucho decir, una palabra suficientemente poderosa para calmarme y una anestesia para mi pobre corazón, porque el dolor disminuye y mis brazos caen a cada lado.

Tus dulces mentiras me seducen de nuevo.
Soy un tonto por querer creerte, por amarte.

Acunas mi rostro en tus manos mientras tus pulgares tratan de secar mis mejillas, esas mismas que besas con tanta dulzura que aúna cada trozo de mi corazón y puedo sentir un efímero calor en ese músculo tan vital. Cierro mis ojos y aspiro tu varonil aroma al hundir mi rostro en tu cálido pecho, allí donde me albergas para seguir susurrándome tus mentiras: perdón. No te creo, JungKook, hace mucho que dejé de creerte, aún así, tus mentiras acarician mi alma y dejo que nublen mi sensatez. Me abrazas y correspondo esta vez, aferrándome a la tela de tu playera y me temo que he vuelto a caer en tu juego, lo sé y lo sabes.

Has ganado.
Y yo he perdido, perdí mi dignidad.

Me besas con afán y esta vez he correspondido con el mismo sentimiento; porque yo también te necesito, pero no como tú me necesitas, porque la diferencia entre tú y yo es mucha, porque tú me deseas, en cambio yo, te amo. Tus brazos rodean mi cintura a la vez que los míos envuelven tu cuello mientras me apresas en una de las paredes más cercana, me haces prisionero entre el concreto y tu caliente cuerpo ¿por qué soy tan débil? Incrustas tus incisivos en mi labio inferior y jadeo, un acto que aprovechas para colar tu lengua en mi cavidad bucal y acaricias cada rincón hasta toparte con su homóloga invitándome a jugar.

Nuestras bocas se mueven al mismo compás al igual que nuestros sinhuesos se restriegan con fervor, provocando que chasquidos resuenen en el living. Cuando el oxígeno se nos acaba, te separas de mi boca y mi mirada se enfoca en tu hermoso rostro, ese que admiro por segundos y te veo sonreír, es una sonrisa de triunfo, lo sé, porque me has ganado y obtendrás lo que buscas de mí, porque sabes que mi cuerpo pide ser reclamado por ti.

Tus suaves labios han aterrizado sobre mi cuello, esparciendo húmedos besos en mi sensible piel haciéndome estremecer y jadear, uno que intento detener pero que no logro, no puedo, no cuando muerdes y succionas. Conoces bien mis debilidades—. Me hiciste falta —murmuras acariciando mi oreja con el ápice de tu nariz y golpeas con tu aliento aquella área que me hace temblar, desear, porque la pasión se están encendiendo y sabes como propagarlo en mí.

Desciendes tus manos a mi trasero, hundiendo tus falanges en cada glúteo mío y aprietas ganándote un gemido de mi parte ¿cuándo te convertiste en el dueño de mi cuerpo? Me incitas a envolver tu cintura con mis piernas y vuelvo a gemir cuando siento el bulto de tu pantalón en mi trasero. Te restriegas contra mí sin pudor, muerdes mi cuello y la excitación comienza a tomar el control, porque quiero sentir más y más de ti.

Necesito salir de esta prisión.
No deseo  ser tu juego.

—JungKook, su-suéltame —suplico antes de perder la razón, porque estoy a borde de la locura y si continúo así, tomarás lo que quieres de mí y luego me abandonarás.  “No” es tu respuesta y tu diestra comienza a desabotonar la camisa de mi pijama, pero te detienes en el tercer botón cuando sientes mis piernas aflojarse con la intención de bajarme, sin embargo, logras impedirlo al hundir tus dedos en mis muslos.

—No te dejaré ir… me perteneces —dices con tanta seguridad que me estremezco y besas de nuevo mi cuello para acabar con mi poco juicio, porque si me permites seguir pensando, trataré de resistirme y sabes bien que, cuando eso suceda, jamás volverás a tener posesión sobre mí.

egoistic {junghope}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora