III

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Hoy regresé al café, al parecer el buen ambiente me hacía volver una vez más, y una vez más, la camarera servía el té con azúcar, a pesar de lo claramente que le decía que no lo necesitaba.

El libro que llevé ese día era muy interesante. La trama era como finos hilos de araña enredándose a cada página. Al parecer la camarera notó mi ausencia en el mundo real y se acercó, sus ojos fijos en el libro.

-Es muy bueno, ¿cierto? –Preguntó

- ¿Lo has leído?

-Sí. Pareciera que el autor colocó estratégicamente hasta las abejas del segundo capítulo.

-La verdad es que sí. –Me sorprendió que realmente lo hubiera leído- ¿Quién diría que esa picadura desencadenaría todo eso?

- ¿Por qué será que tan necesarias verdades se las lleva el viento, mientras las mentiras sangrientas se quedan clavadas en nuestra piel y en nuestra memoria? El mundo es cruel y nosotros masoquistas. –Citó una de las frases representativas del protagonista, incluso imitando el que podría ser su tono de voz.

-Cierto. –Dije algo asombrado del conocimiento de la camarera. Tenía buen gusto.

-Fue muy impactante cuando asesinaron a Robert antes de que pudiera quemar los… -La expresión de mi rostro le dijo con claridad que esa parte aún no la había leído. Al otra su error sus mejillas se enrojecieron. - ¡Lo siento! ¡No lo sabía y no…

-No te preocupes. –La corté- De todas formas, lo veía venir.

La verdad es que nunca imaginé un desarrollo así de los acontecimientos. Esperaba que el veneno no se notara en mi voz; creo que no lo conseguí. La muy insolente me había hecho víctima del tan odiado “Spoiler”.
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Ruki Mukami. Té sin azúcar, por favorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora