Felices

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—Me gusta cómo se siente tu mano en la mía —te susurro. No respondes, pero no esperaba que lo hicieras.

Paso mi mano libre por tu cuello, donde juega inocentemente en el borde de tu camiseta. Nunca me dejas ir más abajo, ser más íntimos, pero aprendí a vivir con ello. Bueno, lo intento al menos.

Sigo el camino de tu cuerpo hasta tu mejilla, tu frente. Trazo el contorno de tus labios y resisto la tentación de acercarme a besarlos. Miro tus ojos, tan verdes como siempre, y me producen la misma sensación de amor y deseo que sentí la primera vez que los vi.

Me acerco más a tu cuerpo para calentarte, aunque sé que no servirá. Me siento feliz, a salvo. En casa.

Escucho las sirenas a la distancia y las ignoro. No vienen por nosotros, me convenzo. No puede ser, no ahora que somos felices.

Incluso cuando abren la puerta de golpe, lo niego.

Incluso cuando me arrancan de tus brazos, no puedo creerlo.

Incluso cuando me sacan por la puerta, esposada, no lo entiendo.

Al fin tenía todo lo que quería: a vos. Y como si nada, me lo arrebatan. Después de todos mis intentos y de todo lo que luché por vos, te alejan de mí, como todos lo demás lo hicieron.

Me giro a verte un última vez. Te veo en mi cama, con esos lindos ojos verdes mirando el techo, quizás pensando en mí, y los labios algo separados, como yo les dejé. Cuando quiten la sábana que te cubre verán mis marcas de amor, los cientos de corazones y "te amo" que escribí en tu piel con mi cuchillo, para estar segura de que no lo olvides. 

Al fin estábamos juntos. Éramos felices. ¿Por qué tienen que separarnos?

Pequeños One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora