IV

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P.O.V Irene

Ni yo misma me creía lo que estaba haciendo. Estaba besando a Inés Arrimadas. Una adversaria política. Puse mis manos a ambos lados de su cara. Me separé por un instante y pude verla. Tenía los ojos cerrados y estaba conteniendo la respiración. Poco a poco fue recuperando el aire y abrió los ojos. Me miro unos segundos y, de pronto, su expresión cambio.

- Mierda, el vaso –dijo agachándose y empezó a recoger cristales.

Ahí me quedé yo. Mirando al frente y suspiré. Quizá me había equivocado.

- Deja, te ayudo –me puse en frente de ella para empezar a recoger.

- No, no te preocupes. Ve a dormir, Irene –estaba nerviosa.

- No me importa. Ten cuidado puedes cortarte –seguí cogiendo cristales.

- ¡Irene! –dijo elevando el tono, lo cual me sorprendió- No te preocupes, de verdad. Ve a dormir.

Puse con cuidado los cristales que yo había recogido y en su mano. Me levanté y la miré.

- Buenas noches, Inés.

- Buenas noches –no levantó la vista.

Volví a la habitación y retomé mi posición en el lado de la cama en el que estaba anteriormente. Me llevé las manos al rostro y pensé en como la había cagado. El alcohol y mis impulsos habían causado estragos. Y me arrepentía. Mucho. Ahora podía perder a Inés. Quizá nunca la hubiese tenido como nada, pero, ahora, no la iba a tener ni como amiga. Di vueltas en la cama hasta el amanecer e Inés no apareció en la habitación de nuevo. Se habría quedado en el sofá.

Me levanté y miré la hora. Eran entradas las dos de la tarde. Mi tren de vuelta a Madrid salía a las ocho. Me levanté y, lo primero que hice, fue ir al salón con la esperanza de ver allí a Inés. Mala suerte. No estaba. Me acerqué a la cocina y allí, en la encimera que la noche anterior lo había presenciado todo, había una nota:

Tenía un día de duro trabajo. Come lo que quieras y quédate hasta que salga tu tren. No creo que vuelva para despedirme.

Había firmado con su nombre. Cogí la nota para verla más de cerca. Inés. No me la quitaba de la cabeza.

Estaba tan obnubilaba que no me había fijado en que, a la izquierda de la nota estaba mi móvil. Lo había ido a buscar. Imposible resistirse a ella con estos detalles. Sin embargo, la cagué.

- Genial, Irene –me dije a mí misma en alto.

Desbloqueé el móvil y tenía hasta batería.

"Para, Inés" pensé. No podía obviar lo detallista que podía llegar a ser. Empecé a rondar la casa. Había fotos de ella. Con amigas y amigos. Sus padres. Con un perro. Caí en algo o, más bien, en alguien: Xavi. Su marido no estaba en ninguna foto. No pude evitarlo y fui casi corriendo a su armario.

- Pija –dije entre risas en cuanto lo abrí.

Empecé a mirar. Me sentía mal. Estaba rebuscando en sus objetos personales. Como pensaba. Nada. Mi siguiente parada fue el baño. Tampoco había nada que sugiriese que compartía la casa con alguien más. Sonreí. Se había separado.

- Mira por donde Inés –dije tomando una foto de ella de la mesilla- La podemita y la facha van a tener más de una cosa en común.

Eran las ocho de la tarde. Ya estaba sentada en mi asiento del AVE camino a Madrid. Pensé en enviarle un mensaje únicamente informativo.

Buenas noches, ya estoy en el tren. Gracias por el móvil y dejar que me quede en tu casa

La respuesta del mensaje llegó a mitad de camino.

No hay de qué. Buen viaje

Salí del chat y le di al aleatorio del reproductor. Los primeros acordes comenzaron a sonar. Tuve suerte de que el aparato no me la jugase y me pusiera una balada o algo de eso. La letra comenzó a sonar.

Sweet dream are made of this

Who am I to disagree

I travel the world and the seven sees

Everybody looking for something

Prácticamente me arranqué los auriculares de los oídos. Llegue a la conclusión de que daba igual que sonara. Iba a pensar en ella.

Volví a abrir el chat. Releí el mensaje. De pronto, la vi en línea. Escribiendo. Se me aceleró el corazón. Probablemente pensaría que estaba hablando con otra persona y no iba a ver que estaba escribiendo. Seguía escribiendo. Me temblaba todo. Dejó de escribir y, en ese momento, el tren se detuvo. Ya estaba en Madrid e Inés se había desconectado.

Cogí un taxi y fui hasta mi apartamento. Haber vendido mi apartamento para comprar un chalet, separarme y volver a alquilar un apartamento. Menuda mierda de decisiones que he tomado en la vida. Pero bueno, tampoco podía quejarme. Estaban mis hijos y Pablo que era un gran amigo.

Llegué a casa y me tiré en el sofá. Necesitaba hablar. Agarré el móvil y marqué.

- Hola. Necesito hablar –dije a Pablo que estaba al otro lado- Estoy jodida.

Colgué y me mantuve a la espera de que Pablo apareciese. Fui a mi habitación y cuando pasé por delante del espejo volví hacia atrás. La ropa. Tenía puesta su ropa y la mía se había quedado en su casa. Un mensaje llegó a mi teléfono que estaba en el salón. Corrí hacia allí dándome primero con la mesa en toda la cadera.

- ¡Auch! –me quejé- ¡Mierda!

Miré el móvil. Un mensaje. Era ella.

Creo que te has quedado con algo que me pertenece

Sonreí y se me vino a la mente otra cosa que no era la ropa. Demasiado cursi hasta para mí.

Lo mismo te digo

Le respondí mientras me temblaba todo. Escribiendo.

Pues habrá que vernos para que cada cosa vuelva con su dueña

Escribí muy rápido:

Me parece correcto

Solté el móvil en el sofá y empecé a dar saltos y gritos por todo el salón. Escuché la puerta y fui a abrir con una sonrisa en la cara. Era Pablo.

- ¿Qué pasa Irene? Me has preocupado.

- Pablo, siéntate porque vas a alucinar.


Bueno, bueno. ¿Hablarán de lo sucedido? ¿Harán como si nada? ¿Se volverán a comer la boca? Hagan sus apuestas :)

Sin pactosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora