SEIS: UN MISTERIO PARA SHERLOCK HOLMES... EVELEI DRESHER SHUE

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Miércoles, Febrero 28.

— «BUM, BUM, BUM: mi corazón grita así dentro de mí...»

Estoy agachada y la camisa se me sube, y por el frío que se cuela a mi espalda baja, sé que Gavin ya volvió de fumar. Asquerosa afición, pienso en lo personal. Pero qué se hace. Las personas se empeñan en adquirir manías perjudiciales para su salud. Y se obcecan tanto en ello, que no oyen de razones. Como Gavin, que no hace caso a mis utilísimos consejos. Pero mientras sus pulmones aguanten, mejor que ocupe su vida en algo útil y me ayude a cargar estas cajas a la cocina. Que no sería tan ayudar del todo, ya que a ambos nos tocaba organizar la mercancía recién llegada de la granja Chilwell y me dejó por ir a matarse lentamente.

En cuclillas como estoy, quedo de espaldas a la puerta, por lo que miro por debajo de mi brazo hacia atrás a la altura del suelo; cierra la puerta sin mirar ni una vez hacia mí, lo sé porque sus piernas jamás se giran a mi dirección y se encamina -él puede ser tan desconsiderado- a la puerta que lo lleva directo a las mesas. Pero antes de que pueda salirse con la suya, pesco su mano y no lo dejo avanzar. Se resiste como un gran pez vela, tirando de mi brazo y sacudiéndose. Pero si él es necio, yo lo soy más.

Tengo muñecas fuertes: ir de compras requiere de ciertas aptitudes, como la fuerza para no dejarte ganar una prenda por alguien más.

— ¿Adónde crees que vas? Ya me abandonaste una vez... Ven aquí pequeño pillo— grito por encima de la música. Estoy en completa desventaja. Me saco el auricular y pretendo ponerme de pie, pero Gavin tira una vez más de su brazo tirándome al suelo, cayendo de sentón. La caída hubiese sido peor de no ser por mis fantásticos glúteos o porque coloque mis manos, a la velocidad de un flash, atrás para amortiguar la caída. Siempre he sabido que Gavin es un hombre tosco, pero nunca para tanto— ¿No piensas ayudarme? Qué caballero eres, eh. No me sorprende que tengas tantas admiradoras, a la mayoría parece gustarle los patanes... ¡Ahhhh!

Escuchar el BUM BUM BUM en mis oídos no puede ser más propicio que ahora. Mi corazón se sacude del susto hasta que reconozco la Máscara. Pero lo que realmente me pone los pelos de puntas son los andrajos que viste. Pobre hombre. Me vuelve el alma al cuerpo solamente cuando logro apartar mis preciosos ojos de todos esos hilos sueltos y pelusas. Si tenía que existir alguien con los horrendos gustos para vestir de Gavin, ese tenía que ser él. Jamás me esperé que existieran dos tipos así de crueles con su ropaje. E irracionalmente él parece más petrificado que yo, con sus brazos y piernas listos para salir corriendo. ¡Por favor! Que alguien le diga que no soy yo la que anda por la vida con una máscara perturbadora y ropa de huraño.

MaskMan asiente, y mecánicamente gira su cuerpo para irse.

De no ser porque tengo una mente rapidísima, no me entero que respondió a mi pregunta formulada al que yo creía era Gavin -«¿No piensas ayudarme?»-.

¡El mundo está lleno de caballeros!

— Detente allí mismo— estiro el brazo hacia él, pero no hace falta, se detiene por sí mismo. Y además, desde el suelo jamás podría haberlo alcanzado— ¿No piensas ofrecerme ni una disculpa? Porque anoche sí que hablaste.

No sé de dónde salió aquel reproche... Realmente sí lo sé: ante su pasividad por mi situación cuando fue él quien me tiró como trapo viejo, y si a eso le agregamos que fuera a quejarse como un bebé... queda una mezcla peligrosa de ira. Es que, ¡por favor!, hasta un recién nacido sabe que lo correcto es ayudarme. Hasta recoges la basura que tiras en la calle, cuánto más a mí.

Enamorándome de tu vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora