ONCE: LA CITA:

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Domingo, Marzo 18

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Domingo, Marzo 18.

Salgo del baño cruzando la cama hasta llegar al tocador, pasando por al lado del vestido elegido. Un vestido del más oscuro matiz rojo, escote profundo en el pecho y cubierto en la espalda con transparencia; falda hasta las rodillas acampanada rellena de capas blancas. Y zapatos de punta semi-ovalados.

Me siento frente al espejo.

Sí, hoy es la fecha acordada por Robbie para nuestra cita. Díez días después de acordado el trato. Cada día lo sufrí como un mil pinchazos en las plantas de los pies. Aún más, porque tuve que calarme la cara incrédula de Maskman. Obvio que no vi realmente su rostro, pero esa máscara se transformó en un gesto petulante de lo más insoportable para mí.

El viernes me costó un mundo y parte de la galaxia no ponerle más sal a su plato. Como lo leen, los Señores Chilwell rompieron la regla de que sólo ellos pueden llevarle la comida para que lo hiciera yo y así forzar que nos viéramos. 

Él no se lo esperaba ni yo. 

Dejé el plato sobre la mesa y me di media vuelta sin darle una mirada. Pero un arranque me detuvo.

— ¿Sabes que quieren que seamos mejores amigos por siempre?

Asintió. Tomó la cuchara y bebió su sopa.

—» ¿Y no piensas decir nada?

— Que me arrepiento de haber hablado con Agnes. No quiero ser tu amigo.

Continuó comiendo. Y yo con mis venas hirviendo.

No me caracterizo por ser una persona rencorosa; en realidad las personas me comparan más con los niños en general. Siempre me dicen que de un segundo a otro puedo pasar de la alegría al enojo y viceversa. Pero con él no lograba sentirme así.

Es que estaba tan pacífico. No me molestó que no quisiera ser mi amigo. Es algo normal que alguien te agrade o no. Pero seguía actuando como si no se hubiese burlado de mí.

¡Y ni siquiera sabía por qué se había reído de mí!

Pero llegué a una conclusión. Toda su actitud era para alejarme. Por tanto, fingí tener un cambio de humor repentino y le di una sonrisa.

Si él repudiaba la compañía humana, ahí estaba yo.

— Qué mal— hice un puchero y me desplacé a la butaca. Desatendió su comida para mirarme—. Pienso que tenemos mucho en común, sabes.

Dejó caer la cuchara impaciente, pero no dijo nada. Y ahí caí en cuenta que no llevaba puesta la parte bucal de la máscara. 

La cavidad la fabricaron removible.

Me quedé viendo su boca en busca de alguna cosa para armar un rostro. Pero tan pronto se dio cuenta, se cubrió con la mano y completó la máscara.

Enamorándome de tu vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora