OCHO: ESCUCHA TU VOZ

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Todo está dispuesto para el gran día; las flores, los invitados, las cámaras, la inquieta de mi hermana dando gritos... ¡Las cámaras! No hay suficientes para sacar fotos de nosotros dos. No sabía que el evento sería tan privado. Los únicos flashes son de nuestro canal. Sólo las personas afiladas a nuestro canal tendrán acceso a imágenes dentro del conglomerado D. S. Por otro lado es una gran treta publicitaria; nuestros suscriptores han subido exponencialmente. Una gran idea de la brillante mentecita de Meg.

Meagan es la imagen de las mujeres decididas y emprendedoras del presente: Se hizo cargo del negocio familiar tan pronto salió de la Universidad, con una capacidad y determinación impresionantes que termino porque mamá se semi-jubilase. Semi, porque en ocasiones vuelve a la cabeza de Estudios D. S.

Meg con su vestido índigo de muerte en ese cuerpazo parece fría e inalcanzable; pero su cubo de hielo en realidad es uno de gelatina que tiembla constantemente en su interior. Lo que la hace impredecible.

¡Qué delicia!

Me alejo de la mesa de aperitivos vegano-vegetariana bien surtida por Vacas, por supuesto.

— Mamá, ¿Exactamente cuándo aparecerá Robbie?

— ¿Robbie?— limpia sus dedos con una sonrisita—. Él no viene, mi linda.

Un momento...

— ¿Qué? Mamá, Meg me dijo... una mentira— la ubico en los ascensores que llevan a las oficinas presidenciales—. Me va a oír.

— Eve, no hagas un escándalo, por favor.

Es inconcebible que me haga esto. 

Mis rayos oculares debieron dar en el blanco, porque voltea a verme y no tarda mucho en comprender la situación. Presiona el botón tantas veces que pudo hacerlo averiado; llego justo a tiempo para evitar el cierre de las puertas.

Suena su garganta y arregla su elaborado moño.

— ¿Qué haces aquí?

Doy un paso al frente.

— Robbie Hart.

— Ha de estar por llegar.

No me mira directo a los ojos.

Atravieso mi brazo al momento que intenta escabullirse.

— Nos están mirando.

Muevo mis ojos al rabillo viendo a dos oficinistas.

— Presiona el botón de stop.

— ¡No...! Ustedes trabajan para mí.

— La segunda en la línea para manejar todo esto soy yo. Y mi hermana no saldrá de aquí con vida; si quieren seguir recibiendo sus salarios... ¡Detengan el ascensor ya!

Meg expresa un desesperado «no» mudo con sus ojos y rostro. Pero el ascensor se detiene.

— Lo sentimos, pero ahora ella da más miedo que usted— dice el chico.

— Será mejor que hables.

Suspira sin más remedio.

— Te lo dije desde ayer, él no quiere dar la cara a la prensa o al público. Sólo nos dio su nombre e intelectualidad. Lo que no es poco.

— ¡Lo sé, Robbie es tan talento! Uh-mmm... Ese no es el tema aquí.

— Perdón por mentirte pero si te decía la verdad no me ibas a dejar en paz y tenía un evento que coordinar.

Enamorándome de tu vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora