9 Arcadia

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LEXA

Me despierta un escalofrío. Estoy acostada sobre unas frazadas. Me incorporo con cuidado. Apenas iluminan, rayos plateados y brillantes, puntitos, distanciados. Tengo las manos heladas. Clarke está hecha un ovillo, en su bolsa de dormir, pero apenas a unos centímetros de mí. Hay otros tumultos de sábanas alrededor, pero no llego a distinguir quiénes son.

Escucho unos pasos acercarse. Buscando los cuchillos que me dio Octavia, pero no encuentro nada. Me arde la cabeza, me pesan los ojos. Los cierro. Es mejor. Me quedo así un rato. Los zumbidos del bosque desaparecen.

Algo pesado me cae sobre los hombros. Lo toco. Es suave. Huele a casa. Levanto la mirada y  suspiro. Estaba temblando del frío.

-¿Mejor? – me habla una chica de unos 25 años. Lleva el pelo recogido en una trenza que le deja al descubierto la cara, labios rosados, pómulos angulosos. Los ojos azules le brillan en la oscuridad. Un detalle curioso, es la larga cicatriz que le pasa por encima de la nariz. 

-Sí, gracias.

-Tomá esto. – me ofrece un cuenco– te va a ayudar con el dolor de cabeza.

Agarro el recipiente y tomo el líquido rojizo que tiene adentro, a pesar del fuerte hedor que sale de él. Al instante me siento mejor. Las punzadas que antes recorrían mi cuerpo paran. El aire huele a miel. Siento cosquillas en las puntas de los dedos. Sonrío.

La chica me devuelve la sonrisa.

Para. Los sonidos vuelven, se hacen pesados.

-¿Qué...? – La cabeza me da vueltas. Intento cerrar el puño pero no lo logro, apenas tengo fuerza. Veo cómo un pequeño insecto se posa en el dorso de mi mano. Es hermoso. Sus colores brillantes se mezclan entre sí, formando un fucsia con algo de celeste... algunas partes son verde flúor, y otras parecen transparentes. Parpadeo con fuerza un par de veces, pero sigue ahí. Giro hacia la chica a mostrárselo. Tiene la misma expresión de antes. Cuando miro nuevamente mi mano, el bicho se fue, y vuelvo a sentirme débil.

Se levanta, me recuesta sobre las pieles donde estaba antes. Intento resistirme, decirle que no tengo sueño, pero simplemente no puedo. Mis extremidades no me responden. La lengua tampoco lo hace, como si la hubieran sedado. Me tira otra manta más y desde abajo de esa pila suave y gigante escucho un:

-Duerma Heda, duerma.

Cierro los ojos, sumergiéndome en un sueño profundo.



-Lexa ¡Lexa!

Abro los ojos despacio. La luz entra de repente en ellos. Vuelvo a cerrarlos.

-Levantate... - Mientras lo dice, me saca ese abrazo mullido y caliente que tenía encima. Un aire frío atraviesa mi cuerpo. Me levanto, dispuesta a golpear a quien lo haya hecho, pero me encuentro con la cara sonriente de Clarke. El enojo se va de repente.

-Buenos días, Comandante.

-Te odio.

Ríe.

La chica de la noche se me acerca y me da un líquido similar al anterior, aunque no huele tan mal, cosa que agradezco, y está en un vaso. 

-¿Es lo mismo de ayer?

-¿Recordás lo que pasó ayer?

Asiento.

Ríe. 

-No, no es lo mismo que ayer.

Me limito a quedarme con el vaso en la mano y levantarme.

Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora