Capítulo 3: Susurro de las Voces

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[música de ambientación.]

16 de julio, 1840. Medianoche.

La biblioteca. ¡Tengo que ir a la biblioteca!

La desesperación corría por las venas de Lars. Hans no podía volver a recobrar sus recuerdos, era muy peligroso. El joven hombre no estaba dispuesto a que Hans tuviese el mínimo acceso a la magia. No desde aquel acontecimiento. No ahora, con el estado actual de él y el camino que había elegido.

Llego a la puerta e inmediatamente notó algo extraño. Había una luz anaranjada que se traspasaba por debajo de ella. Lars contuvo el aliento con terror... ya había visto esa clase de resplandor antes. Puso su mano en la perilla y la giró.

Abrió la puerta.

Al entrar, Lars se encontró con una mujer dormida en el sillón, con una lámpara a su lado y sobre la mesa, había un candelabro con velas ya medio gastadas. Habrán estado prendidas por un par de horas. O más.

Las gotitas de fuego bailaban trémulas junto a la brisa que provenía de la ventana, temerosas de ser apagadas con un soplo ligero. Casi desaparecen en la oscuridad cuando la repentina intrusión de Lars irrumpió la aparente pacifica aura del lugar. Volvieron a tomar su forma de lágrimas anaranjadas, como decidiendo que aquel extraño que acababa de entrar era confiable.

Lars se acercó con precaución hacia aquella figura femenina. No la reconoció hasta que esta giro entre sueños, y le vio la cara con más claridad. Era su madre, la reina Lisbeth. Lars soltó un suspiro de alivio y gratitud.

En sus manos tenía un libro grande con bellas ilustraciones, justo en una donde había una madre sosteniendo a un bebe. El príncipe sintió una gran lastima por su madre. La reina Lisbeth era una mujer discreta, tímida e introvertida, peo muy educado. Al menos la mayoría del tiempo...

Después de la condena que Hans había recibido, la reina se volvió más callada. Rara vez sonreía, visitaba lugares distintos del castillo. Sola. ¿Con que aquí es uno de los lugares que más frecuenta? La atención del príncipe se desvió a la mesa de la lámpara al costado del sillón. Había una copa de vino a medio beber, y la botella prácticamente vacía. Lars cerró los ojos con mucho pesar en su corazón. Estuvo bebiendo otra vez.

Si el Hans de ahora supiese el estado en el que su madre está, ¿sentiría compasión también? Hans siempre tuvo el apoyo de él y su señora madre, pero ahora esa conexión parecía haberse desvanecido para siempre. La reina madre fue abandonada por su familia entera, al igual que él y Hans. Una gran familia de desconocidos. Lars sintió que era el único que era capaz de escapar la podredumbre de su sangre. O al menos es aquel quien resulto menos afectado de todo este desastre.

Helga...

El pensamiento repentino de su esposa lo tomo por sorpresa. Ellos nunca habían sido más que un matrimonio unido por cadenas en forma de anillos, e interés político. Sus padres la habían forzado a casarse y la trajeron a las Islas del Sur en contra su voluntad. Él sabía que lo odiaba a él y a toda su familia. O cuanto menos, no le molestaría verlo desaparecer de su vida.

"Entonces, ¿tienes noticias sobre cuando me convertiré en tío otra vez? Espero ser del agrado de tu cría, al menos." Había dicho su hermanito hace dos o tres años atrás. Lars soltó una risa cansada. La mera idea de tener un hijo con Helga despertaba una angustia en su garganta, pero, muy en el fondo, también sentía una añoranza por al menos intentarlo... pero Helga. No quería deshonrar los deseos de su esposa. Por más que ponía su máscara de una fría cortesía, por más que sintiese que lo culpaba por arrebatarle la libertad, por más que era una mujer realmente bonita... Lars era incapaz de pedirle algo que estaba seguro que ella no querría hacer. Y mucho menos la forzaría hacerlo. Él no era su padre.

El Príncipe Malvado [Frozen fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora