Capítulo 4: El Miedo de un Don Nadie

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Los ojos de Kristoff estaban fijamente reflejados en las cristalinas aguas del estanque, reflejando las luces del sol directo a su cara, pero no tenía la concentración suficiente de apartar los ojos. Su mente estaba ocupada en otras cosas que lo consumían poco a poco.

El  anciano troll, Gran Pabbie, empezó a tener visiones premonitorias y crípticas. Le había dicho que tenía que hablar con Elsa y Anna lo antes posible.
Kristoff soltó un gruñido de frustración.  ¿Por qué el destino se esforzaba en complicarle las cosas?

Ya habían pasado tres años años desde que su relación con Anna había empezado, y podría decirse que estaba casi del todo satisfecho con su vida de enamorados. Casi.

Agarró una roca y la admiró por un instante; era rocosa de un lado, y de un blanco opaco del otro lado, completamente lisa. La arrojó al agua con desgano. Las aguas se partieron y se agitaron con la intrusión del objeto. Luz y oscuridad reflejados en su cara.

No tan lejos, Anna vio a su amado encorvado, sentado sobre las raíces de un viejo árbol. La urgencia de asustarlo   la sobrepasaron, dejó la canasta que llevaba y dio pasos silenciosos. Cada avance que daba, su sonrisa maliciosa se dibujaba con más fuerza, a tal punto que tuvo que reprimir risitas roncas con sus dos manos.

Mientras tanto, Kristoff debatía consigo mismo: ¿Cómo pedirle matrimonio a Anna, cuando ni siquiera pertenezco en su mundo? Kristoff había escuchado esas preguntas viniendo de lores y ladies, incluso de súbditos. A veces siento que no soy suf-

De repente, una ligera fuerza osciló sobre sus hombros, cortando sus pensamientos por completo. Antes de adivinar que fue, el rostro de Anna  cayó sobre sus muslos. No era pesada, pero el impacto repentino le dio un vuelco en el corazón. Le dio un buen susto, pero la melódica risa de Anna lo hizo sentir cálido de inmediato.

— Boo!

— No debes asustarme de esa manera, tonta.

— Tuve que aprovechar mi oportunidad.

—¿Oportunidad de que?

— De que podría cazar como tú.

— Eso quisiera verlo.

Anna rió burlonamente.

— Podría incluso terminar siendo mejor que tú.

— Eso si que no.

Kristoff atrapó a Anna con sus enormes brazos y empezó a cosquillearla sin compasión. La risa de Anna era todo lo que Kristoff adoraba escuchar, sin embargo, lo que ella había dicho lo hizo sentir un tanto desafiado. El sabía que ella solo estaba bromeando, pero no pudo evitar sentirse inferior ante ella una vez más.

Escuchó a Anna hablándole y preguntándole cosas, y se escuchó a sí mismo contestando con la atención a medias. Anna se había levantado a buscar algo y volvió a sentarse sobre su regazo, Kristoff por otro lado, no pudo evitar perderse en sus pensamiemtos una vez más. Vio el rostro redondo de Anna al frente suyo, posando sus labios  y con los ojos cerrados. Kristoff parpadeó sin haber despertado del todo de su trance aún. Anna frunció un poco las cejas pero aún con un tono dulce en su voz. Abrió un ojo para echar un vistazo a su amado.

—¿Kristoff? Mmm, no estás besándose. —dijo Anna con los labios aún posando, esperando un pico de su novio.

Los ojos del rubio al fin parecían enfocarse en los de ella, pero ahora se veía confundido.

—No puede ser... ¿tengo mal aliento?— la princesa llevó su mano a la boca en forma cóncava, exhaló y olisqueó. No olía mal. Solo al chocolate que había comido en el camino. — Sólo tengo un maní en una de mis muelas. Si quieres me la saco.

El Príncipe Malvado [Frozen fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora