Capítulo 2: Amor Fraternal

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3 de Agosto, 1839. Las Islas del Sur.


Hans se puso a trabajar de inmediato a la mañana siguiente. Limpiar grandes ventanales, sacudir el polvo, limpiar muebles y artilugios, y cumplir labores del campo. Se había convertido en un esclavo de la familia. Tanto que en cierto punto, uno de sus hermanos quiso forzarlo a vestirse como sirvienta. Había preparado un uniforme con las medidas perfectas para que no tuviese excusa en negarse; un vestido negro con falda larga hasta los tobillos, delantal blanco con volados, y una diadema para hacer el juego completo.

Era ridículo. Pero Hans no se iba a dejar pisotear con tanta facilidad.

—¡La reina de los trapos sucios! —Exclamaba Nicklas mientras dejaba el conjunto en el respaldo de una silla. —¡Vamos, póntelo! No te preocupes, es de tu talla.

Hans permaneció impasible, pero no le tomaría mucho tiempo para seguir restringiendo el impulso de querer golpearle la cara al hermano mayor. Y le daba absolutamente lo mismo si le llevaba diez años de diferencia, no sería la primera vez que pelean. Ni tampoco la última.

Nicklas era de grande contextura y alto; sobrepasaba a Hans cabeza y media. Tenía el pelo negro azabache con un corte estilo César, ojos marrones con hilos verdosos en las orillas del iris, casi invisibles, y su piel estaba ligeramente bronceada. Su cara estaba moteada de pecas y era ancha, con una nariz grande muy llamativa.

Hans siempre pensó en Nicklas como un oso; grande, torpe y tan holgazán que hasta podría hibernar igual que uno, si se lo proponía. Al menos los osos tienen una excusa, un motivo. Nicklas no tenía ninguno. Vivía tranquilo con solo ser un simple soldado militar –y del rango más bajo–, por el momento pasando una suspensión de empleo de tres meses, por la falta de disciplina e irresponsabilidad. 

El único interés remotamente productivo que tenía era la caza y la pesca.


El pelirrojo sintió una molesta pizca de similitud con su hermano mayor, puesto que por el intento de asesinato de la Reina Elsa, ahora estaría sancionado él mismo en la Marina Real. Y al ser del rango de oficial naval, su sanción era más grave: el castigo era seis años en prisión por alta traición y agresión al reino vecino. Podría haber tenido una sentencia peor, pero el rey le otorgó la decisión de elegir su propio castigo, y lo hizo.

Seis años de Penitencia...

Hans miró de reojo a su hermano con cara de asco, quien seguía pavoneándose y burlándose de él.

No... 

No eran iguales.

Al menos él tenía ambición y sentido de auto-superación. Pero por desgracia, nada de lo que planeó pudo concretarse. Aquello que experimentó en Arendelle fue algo que nadie jamás hubiese imaginado, y no faltaría mucho para que los rumores se hagan oír. Lo inexplicable sucedió, y con cada revelación de por medio, había dejado al príncipe Hans bastante abrumado. En una situación normal, el pelirrojo habría sido mil veces más cauto con sus planes. 

Pero se desesperó en dar sus movimientos, y perdió el juego.

—Oye, te estoy hablando "Reina Hans de Arendelle." ¡Ah no, es verdad! Quiero decir: "Reina Hans, de los Trapos de la Cocina." —Dijo Nicklas resoplando de la risa y golpeándose la pierna con entusiasmo.

Hans estuvo a punto de contestar algo, pero otra voz se entrometió en el camino.

—Nicklas, ¿Por qué no vas y le cuantas a padre tu brillante idea? Estoy seguro que valorará tanto tu contribución a la familia. Es mejor que nada, al menos. 

El Príncipe Malvado [Frozen fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora