La navidad de un omega

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Advertencias: Tensión sexual, emociones varias.

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La navidad de un omega

I.

Ojos verdes, tan profundos como el mar de ese pequeño poblado al que fue obligado a mudarse. Un verde brillante nunca tan chillón como el de las manzanas de su nueva casa ni tan oscuro como los helechos de su patio más bien uno parecido a las hojas del comienzo de la primavera. Justo la temporada en la que estaban y que a Haru le pareció un símbolo de ese lejano pueblo costeño. Ojos verdes, pensó notando su pureza e inocencia, desbordando lágrimas gruesas de esas que nunca abandonaban sus ojos por mucho que la tristeza lo invadiera. Se preguntó si era extranjero tal como él a quien su padre le heredó los ojos azules por los que tanto llamaba la atención. Eran unos ojos muy expresivos y lo que leía ahí era terror y vergüenza.

Haru se sintió mal, sorprendido por el torrente de molestia al ser testigo de los golpes y burlas de los niños que acorralaban al pequeño de ojos llamativos. Nadie en su sano juicio debería estar haciéndole sentir así, pensó tomando por primera vez iniciativa en una pelea.

Tres piedrillas fueron suficiente para dar en la nuca de cada mocoso torturador y que estos apabullados por el descubrimiento salieran huyendo. Tres niños alfa corriendo de un omega ¿quién lo diría? Pero fue efectivo y Haruka por aquellos años era un niño extremadamente valiente.

—Los alfas son horribles—gruñó acercándose con cuidado notando como el niño seguía llorando abrazándose con sus manos a modo de escudo. Lleno de sorpresa los ojos verdes que todo el tiempo miraban en un punto perdido en el espacio le devolvieron la mirada. Haru reconoció su estupefacción pero también mucha incomodidad.

—Yo... soy un alfa— admitió el pequeño emitiendo un sollozo lleno de vergüenza tanta que Haru la sintió en carne propia.

—¿Estás seguro?— insistió Nanase mucho más conversador que de costumbre.

—Todos dicen lo mismo. Todos ¿Por qué no puedo lucir como un alfa? Ellos se burlan siempre de mí, dicen que soy omega.

Esta vez fue el turno de Haru de sentirse ofendido.

—¡Yo soy un omega!— y el pequeño se quedó boquiabierto por un minuto entero.

—¡No es cierto!— chilló levantándose del suelo como un resorte puesto a presión.

Haru lo sintió invadir su espacio y verlo ponerse sobre la puntas de los pies con tal de llegar a su estatura, aún más acomplejado por no estar siquiera a la altura de un omega. Si él no hacía algo el niño comenzaría otra ronda de llanto sin fin.

—¿C... cómo te llamas?— gesticuló lo primero que cruzó por su mente. El desconocido aun parado sobre la punta de sus dedos asintió en son de calmarse.

—Makoto.

—Y además tienes nombre de niña— Y el pequeño alfa en respuesta comenzó el llanto que Haru había querido evitar a toda costa —Oye... uhm... Makoto yo también...

—¿Tú también qué? ¿Solo querías burlarte de mí en privado?

—No. Yo también tengo nombre de mujer, asique deja de llorar, los alfas no lloran.

—Si lloramos, papá y mi abuelo también lloran— Oh, es de familia entonces, pensó el omega divertido por la situación.

—No te rías— gruñó Makoto rojo hasta los orejas leyendo la expresión de pocker en su cara. Haru estaba anonadado por tal habilidad.

No eres mi alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora