El amor de un alfa

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Advertencias: Sin ánimos de hacer spoilers si no está preparado mentalmente para lo que va leyendo déjelo ahí y siga en el siguiente capitulo (que no pasa nada yo no me enojo), para los demás que si se animan lenguaje obsceno y mucho más.

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Tac, tac, tac.

Era el sonido del reloj contando lentamente cada segundo de aquella larga hora en que se hundía en el protector nido omega. El minutero repiqueteaba en su cabeza y pese a que el reloj de pared estuviera a metros de distancia el sonido aumentaba cada vez más hasta ensordecerle. Ya no había trastorno ni nada que lo aliviara de la conciencia de esperar por Makoto cual escena del juicio final.

Tac, tac, tac.

Y estaba seguro de que en cualquier momento enloquecería, que su corazón se haría trizas y todo el lugar desaparecería ante sus ojos. Eso era lo único que podía esperar, perder la cordura ante algo tan desgarrador. Era su maldición tener que pasar por algo así sin que su mente lo protegiera de aquel daño, estaba seguro era un último regalo de su alfa.

Estaba cuerdo, lúcido, y terriblemente vivo.

Cuando el reloj marcó una hora transcurrida el ritmo de su corazón se adaptó al golpetear del reloj, lento, brusco, doloroso. Un minuto más y estaría hecho un mar de lágrimas, un minuto más y...

La puerta de entrada se abrió repentinamente y sintió como su alma se elevaba hasta los cielos. No quería enfrentar aquello, más bien era incapaz de hacerlo. Posó su mirada por la figura del alfa que le abandonaba por siempre y jamás le pareció tan enorme y omnipotente. Un dios que a su paso podía traer tanto paz como destrucción. Era hermoso, alto, atlético y bien proporcionado, lo único que no encajaba en aquella perfección era la expresión desencajada en su rostro y el bolso que debía contener los documentos deslizarse lentamente por su hombro hasta caer sordamente contra el piso.

—¿Por qué? — Susurró Haru tan bajo y quejumbroso que no parecía su propia voz —Creí que. De verdad creí que...

Estaba temblando, aferrado a la manta como si de su vida dependiera, en ella su olor y el de Makoto estaban mezclados en perfecta armonía, como debía ser pero que muy tarde lograba comprender. Cerró los ojos con fuerza para no llorar, no quería hacerlo, no ahora, que todo terminaba. Sintió sus pasos acercarse lentamente y tragó saliva para pasar el nudo que se le trababa en la garganta.

—Haruka.

El oír su nombre completo y de tal modo encapsuló de alguna forma su ira para liberarla en cosa de segundos lanzándose por donde debía estar su cuello. Lo aferró firme por la camisa y le obligó a mirarle a los ojos.

—¡¿Qué has hecho?! ¡Te pedí que no lo hicieras! ¿Por qué, Makoto? ¿Por qué?

Gritó encontrándose de lleno con sus ojos verdes enrojecidos y su boca abierta sin saber que decir. Su expresión era tan lastimera que Haru fue incapaz de articular una sola palabra más.

Makoto sorprendido por aquella muestra de sus emociones esbozó una sonrisa triste y se permitió acariciarle suavemente las mejillas, el tacto era tan delicado que parecía como si temiera que en cualquier momento el omega pudiese romperse. Con más lentitud aún, para asombro suyo, se acercó tanteando de apoco su piel, parecía como si intentase grabar en su mente cada olor, sabor o sensación que su cercanía le generase. Haru comprendió de inmediato lo que hacía.

Era la despedida.

Pese a la rabia acumulada y la pena, sentía como su cuerpo cedía ante aquella muestra de sumisión por parte del alfa. No era justo pelear cuando ya no había marcha atrás asique por primera vez dejó que el omega en su interior tomara el total control por él.

No eres mi alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora